El zángano de Girón    

El 30 de junio de 2018, las “malas lenguas” dijeron que detrás de las puertas del Club del Comercio de Bucaramanga se hizo un festín.

Por: María José Parra Cepeda/ mparra191@unab.edu.co

Desde La Catedral de la Sagrada Familia hasta el club más antiguo de la ciudad una alfombra roja adornaba las calles del centro de la ciudad. Ni los Premios Óscar se atrevieron a tanto.  

El tapete escarlata no estaba ni para representar la sangre derramada en la Guerra de Troya, ni para entregar premios a estrellas de Hollywood. Estaba allí para decorar el camino del Paseo del Comercio de una ostentosa fiesta de cumpleaños, por no decir de estética narcoparamilitar. Sin embargo, hasta el día siguiente, se conoció quién era el dueño del banquete. Quien, en últimas, es el protagonista de esta historia.

Los videos en redes sociales no tardaron en circular, y en las calles empedradas del casco antiguo de Girón, un pueblo patrimonio, ubicado a tan solo 20 minutos de la capital de Santander, la celebración ya estaba de voz en voz. El festejo fue todo un despilfarro. Tuvo invitados “de honor”, encabezados por cuestionados políticos y famosos artistas nacionales. Cuando “el río de Oro suena es porque piedras lleva” y tras el brindis de champaña con los big names, los habitantes, al unisonó, repetían: la abeja fue demasiado lejos esta vez.

Antes de convertirse en una amenaza para el panal, la dorada llegó a la colonia disfrazada de abeja obrera. Empezó a trabajar como secretaria de desarrollo de mieles de su antecesor. Como tenía padrinos abejones, esto lo impulsó para conseguir el apoyo de 39.850 abejas creyentes y, realmente, trabajadoras. Fue así como trepó con sus patas y se convirtió en la reina de la colmena entre 2016 -2019. 

Durante tres años, la peluda dispuso de los recursos administrativos de la colonia. Debía fortalecer los paneles de cera y velar por el bienestar de su comunidad. Sin embargo, enmascaró sus funciones e hizo que el panal agonizara. La “soberana” cruzaba océanos para volar de colmena en colmena, repartía miel, que no le pertenecía, a los abejones. Aumentó siete veces las mesas de las abejas secretarias, la producción y el gasto operativo, además de hacer contratos injustificados.

Con alas traicioneras, las patas en forma de corazón, un abrigo color pino y el lema “Somos Girón”, la abeja Queen cometió su último pecado: endeudó a la Villa de los Caballeros por más de $220.000 millones. Además, del préstamo no pago a IDESAN por 27.000 millones.

Embriagada por las mieles del poder, voló a otra colmena para dirigir la Cámara de Representantes. Dicen que “a cartas vistas, no hay mal jugador” y la antigua reina conocía la baraja completa. La primera treta fue acomodar en el trono a su parcero, otro abejón político, quien sostuvo la corona por tan solo 14 meses. La segunda, después del irrisorio y express reinado, fue destapar su mielecita en bajo: “su exmujer”. Quien, por tercera vez, tiene el “mando” de la antigua colmena, pero solo en el papel.

Antes de que termine esta historia de no ficción, aunque lo parece, permítanme decirles que la abeja reina mostró su aguijón. El verdadero protagonista de esta historia no es la reina, ni la abeja obrera, es el zángano: un ladrón disfrazado que se autoproclamó el rey de Girón. Lo absurdo de este personaje es que está libre de antecedentes penales, fiscales y disciplinarios, pero hay algo que es seguro: los gironeses, vestidos de justicieros, tienen una larga lista de nombres, y el del zángano está en rojo, subrayado. Los ojos de este zángano, como manda la biología, mantienen esa vista de binocular y de seguro, para las próximas elecciones, ya tiene en la mira a la siguiente virgen a fecundar.      

Universidad Autónoma de Bucaramanga