Por M. Alejandra Martínez y M. Paula Barreto

mmartinez217@una.edu.co y mbarreto129@unab.edu.co

Las personas transgénero libran una batalla interna y externa al reafirmar su identidad de género. La discriminación y el estigma hacia esta comunidad son factores que dificultan el tránsito de las personas trans. Es probable que cientos de hombres y mujeres en Bucaramanga, y alrededor de Colombia, estén pasado por esta situación con miedo y llenos de dudas; aunque se desconocen las cifras exactas.

El tránsito de género es una decisión que nace de la incomodidad frente al cuerpo y al rol de género al que una persona se ve enfrentada desde su nacimiento. Todos los tránsitos y construcciones de identidad son distintos, y acarrean una serie de desafíos personales y sociales. Este proceso involucra una transformación física y mental que puede verse afectada por el contexto social en el que se desarrolla cada persona.

Prejuicios y estigmatización de la comunidad trans

Las personas transgénero expresan su identidad de género de maneras diferentes. Algunas lo hacen a través de su vestimenta y comportamientos para vivir acorde al género con el que se identifican; otras personas deciden hacerlo a través de procedimientos y tratamientos médicos, como terapias hormonales y cirugías de reasignación de sexo, entre otras.

Al decidir cambiar su aspecto, se enfrentan a una serie de desafíos con ellos mismos y con la sociedad, y son propensos a sufrir discriminación por prejuicios sociales y laborales que dificultan su desarrollo y aceptación. Durante este proceso de tránsito, las personas trans requieren el apoyo de su círculo cercano; sin embargo, al principio muchas de ellas son rechazadas por sus familiares, amigos, compañeros de colegio o trabajo.

Camila Alejandra León Amaya, mujer trans de 21 años, estudiante de Artes Audiovisuales de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, relata que al comienzo su familia no entendía el porqué de su decisión.

“Con el tiempo fueron aceptándome y en este momento es totalmente normal para ellos que yo sea Camila, pero de primera mano mis padres, e incluso algunos profesores, reaccionaron de manera negativa. Ya saben, utilizando el argumento de la religión, ellos decían que era culpa del diablo, del internet o que alguien me había violado o me estaba obligando a ser así”, comenta Camila.

Algo similar le sucedió a Felipe Leyva, hombre trans de 23 años, estudiante de Psicología de la Universidad Antonio Nariño, quien cuenta que inició su tránsito cuando estaba en el colegio y la discriminación por parte de sus compañeros lo afectó emocionalmente y perjudicó su ámbito académico. 

El rechazo y el bullying que viví en el colegio me afectó mucho, hasta el punto en el que ya no quería ir a estudiar y terminé perdiendo noveno grado, así que me salí de ese colegio y me gradué de un semestrializado. Otra razón por la que decidí salirme es que me bajaban nota por ir siempre en uniforme de educación física para evitar ponerme el de las chicas”, recuerda Felipe.

Esto sucede porque socialmente la idea de ser diferente no es aceptada, cualquier forma de ser que no se ajuste a lo que es “normal” es rechazada y recriminada. Así lo considera Leidy Katherine Albarracín, mujer trans de 48 años, estilista de profesión.

En el momento en el que uno decide hacer su transición se choca con absolutamente todo, vivimos en una sociedad heteronormativa que solo concibe dos géneros: masculino y femenino, entonces cuando uno tiene una identidad de género diferente, choca con la sociedad, la familia, los amigos, con todo el mundo. La sociedad no está preparada para enfrentar este tipo de situaciones y eso es lo que lleva a la discriminación, pues las personas trans aún somos vistas como seres raros, de otro planeta, como seres que no cabemos dentro de la sociedad y sus normas”, relata Leidy.

Según la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans (REDLACTRANS), una organización sin ánimo de lucro que lucha contra la discriminación hacia esta comunidad, el 77% de las personas trans son expulsadas de sus hogares durante la infancia, y una de cada cuatro personas no termina la secundaria por el hostigamiento propiciado por la comunidad escolar. También, las personas trans son constantemente rechazadas y vulneradas en ámbitos laborales y en centros de salud. 

¿Cómo está Colombia en materia de derechos?

Colombia está entre los países líderes de América Latina en materia de políticas de protección de los derechos de las personas trans, según La Comisión Internacional Gay y Lesbiana de Derechos Humanos (OutRight Action International). En el país, la Corte Constitucional protege los intereses de esta comunidad mediante el desarrollo de tres derechos principales: el derecho a la igualdad (establecido en el artículo 7); el derecho a la salud (establecido en el artículo 49); y el derecho al libre desarrollo de la personalidad (artículo 16). 

Este último, indica que las personas tienen el derecho de identificarse y realizarse individualmente sin ningún impedimento por parte del Estado, gracias al decreto 1227 del 2015, el cual agilizó el trámite de cambio de sexo en los documentos públicos ante notarios; esto quiere decir que las personas trans pueden acceder a este sin ningún problema, incluso si son menores de edad, siempre y cuando sus padres estén de acuerdo con la modificación en el registro civil.

En este orden de ideas, según el artículo 14 de la Constitución Política, “toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica”, lo que establece que todas las personas pueden solicitar la modificación de su nombre y sexo en su registro civil si consideran que estos no se ajustan a su identidad de género. De igual manera, las personas trans tienen derecho a ser nombradas acorde a su identidad de género así no hayan modificado su registro civil, pues el nombre identitario es de uso obligatorio para todas las entidades públicas y privadas.

Sin embargo, la realidad de las personas trans está llena de injusticias y dificultades que no son resueltas por parte del Estado. Entre ellas, el rechazo o no reconocimiento de su identidad a nivel social y una serie de barreras en el acceso a trabajo digno y a servicios de salud de calidad. Olga Materón, activista, defensora de los Derechos Humanos y co fundadora de la Asociación Plataforma LGTBIQ Santander, expresa que el actual sistema de salud presenta falencias que pueden poner en riesgo la integridad de las personas trans.

“El sistema de salud de este país está colapsando cada vez más, eso implica también un mayor grado de dificultad para las personas y las poblaciones que requieren una atención especial; por eso es un tema crucial para la comunidad, pues muchas personas trans infortunadamente no cuentan con acceso a salud digna. Esto es muy preocupante sobretodo en situaciones de alto riesgo, como cuando las mujeres trans se inyectan aceite de cocina en los glúteos, o cuando algunos chicos trans, al cubrirse los pechos, presentan dificultad para respirar o problemas cardiovasculares por la presión en las mamas”.  

Según las Recomendaciones para la garantía del derecho a la salud de las personas trans, publicado por el Ministerio de Interior en 2018, gran parte de dicha comunidad vive en condiciones de vulnerabilidad y violencia; esto se asocia directamente al no reconocimiento de su identidad, así como a la patologización y criminalización de sus identidades en ámbitos sociales, económicos y culturales. 

Incluso, el sistema de salud aún les exige un certificado psiquiátrico para poder acceder a tratamientos de transformación corporal. En la sentencia T-771 de 2013, la Corte Constitucional consideró que, con respecto a las personas trans, el diagnóstico de disforia de género (por el cual se determina que la persona tiene una desviación relacionada a su identidad de género), “permite el acceso a la atención médica adecuada para quienes buscan una correspondencia entre su cuerpo y su identidad sexual o de género mediante un proceso de reafirmación sexual”. 

Frente a esto, Vanessa Castro Rueda, médica psquiatra, comenta queel DSM-5, que es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, dice que para el diagnóstico de disforia de género se requiere de un criterio clínico básico, que es el deseo muy intenso por ser del otro sexo o una insistencia constante en querer ser del otro género, entre otros criterios clínicos adicionales, como el malestar frente a sus caracteres sexuales secundarios, entre otros”. 

Sin embargo, Vanessa hace énfasis en que “recientemente, en el 2018, se excluyó la caracterización de trastorno a esta condición, pues ésta realmente no es una enfermedad sino un estado en el cual ocurre una inconformidad con su sexo, género y exploración sexual.  De esta manera, existe otra clasificación que es la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE), en la que ya no se considera la disforia de género como uno de los trastornos de desarrollo sexual, sino hace mención a esto como una condición. Esto es un avance considerable para la comunidad LGTBIQ”.

Por otro lado, respecto al ámbito laboral, de acuerdo con los artículos 25 y 26 de la Constitución Política, el trabajo “es un derecho y una obligación social y goza, en todas sus modalidades, de la especial protección del Estado”. Esto se refiere a que todas las personas podrán elegir libremente profesión u oficio, y que tienen derecho a desempeñar su trabajo en condiciones dignas sin importar su orientación sexual ni su identidad de género.

Dentro de este aspecto, el Alto Tribunal, en la sentencia T-392 de 2017, reconoció a la población transgénero como sujeto de especial protección constitucional. Lo que implica que, ante cualquier comportamiento que afecte su integridad, opera una presunción de discriminación, la cual tiene como fundamento la prohibición de exclusión fundada en la identidad de género. Por esta razón, ninguna persona trans podrá ser despedida por su identidad de género.

No obstante, en Colombia la población trans sigue enfrentándose a múltiples barreras en su cotidianidad. Si bien se han incrementado políticas que han ampliado sus derechos, aún queda un camino largo por correr para garantizarle un futuro digno y sin discriminación en ninguna esfera de la sociedad.

Sensibilidad y empatía, una lucha contra la transfobia

Ser trans en Bucaramanga, y en general en Colombia, puede tornarse en una lucha diaria. En el país, gran parte de la población transgénero no tiene un empleo estable, lo que explica por qué la mayoría se dedica a la informalidad, según la cartilla Trans-formando Derechos, Derechos de las personas transgénero en Colombia realizado por la Defensoría del Pueblo.

La inseguridad puede convertirse en un sentimiento constante por el rechazo y la discriminación que muchas, muchos y muches han llegado a vivir, o incluso, por las situaciones lamentables de violencia que han pasado sus amigues y conocides. Victoria Fernández, mujer trans de 21 años, estudiante de Filosofía de la Universidad Industrial de Santander, expone que “lo complejo de este mundo machista es que hay horarios para que las mujeres salgan a la calle. Una mujer no está segura desde las 7-9 pm. Eso, por un lado, pero también está el susto de pasar por escenarios en los que, desde el prejuicio, siento que pueden violentarme, como talleres de mecánica, carpinterías, o pasar por un tomadero”. 

Según el informe La discriminación: una guerra que no termina de Colombia Diversa, las mujeres trans son las personas más vulnerables a la muerte de toda la comunidad LGTBIQ. Ante esto, Victoria analiza que una de las causas por las que las mujeres trans son más cuestionadas y vulneradas es por “la decisión de haber renunciado al poder masculino, a lo que significa ser hombre socialmente. A las mujeres trans se nos cuestiona por abandonar ese puesto privilegiado en la sociedad: ser hombres, para irnos a ocupar ese puesto en el que se ejerce el poder”. 

Leidy Katherine relata que la discriminación está en todas partes, “a nosotras nos miran como seres despreciables, como seres que no valemos nada, insignificantes, como si fuéramos lo peor de la sociedad. A muchas amigas las han asesinado aquí, en Bucaramanga, y lo peor del caso es que las autoridades no lo califican como crímenes de odio sino como crímenes pasionales para cerrar los casos. Para ellos, a nosotras nunca nos matan por la discriminación y la transfobia. También somos constantemente agredidas verbalmente en el cine, en los restaurantes, estadios y en cualquier evento social. Nosotras también merecemos una vida digna y que nos vean con otros ojos”.

Ante estas situaciones de injusticia, las personas trans muchas veces deciden quedarse en silencio por miedo. Iván Darío Prada, activista y director de Acción Prometea, una unidad de acción en pro de la defensa de los derechos humanos de las personas LGTBIQ en Santander, asegura que el primer paso para combatir la transfobia en el país es a través de la educación, “es importante partir desde la concientización y la reflexión. Cada quien debe cuestionarse acerca del lugar que le está dando al odio y cómo esto contribuye a la cultura de violencia. Desde aquí, se pueden cambiar los modelos de socialización y las herencias culturales. También las instituciones sociales, las que legitimamos, deben establecer acciones afirmativas, no quedarse en decir “acá respetamos” sino garantizar rutas de atención para hechos de violencia, crear y promover leyes y tratados que protejan y garanticen la vida de las personas trans”.

La educación debe ser intervenida, ya que es la herramienta que nos permitirá reconstruir socialmente los imaginarios culturales y, a través de ella, crear una cultura incluyente, donde la diversidad no sea una amenaza ni una causa de muerte, sino que sea reconocida y aceptada dentro de todas las esferas de la sociedad. Se debe modificar estructuralmente la visión de los bumangueses, y todos colombianos, para incluir realmente a la comunidad trans y abandonar el espectro binario, entender que no todo es blanco o negro, ni femenino o masculino, sino que hay diversas formas de expresar nuestras identidades y todas son válidas.