«Un monte”, así llama Ciro Rafael Quintero a lo que hoy en día es su casa. En el año 2005 junto a otras familias de bajos recursos que no tenían un techo para vivir, encontraron la oportunidad de iniciar de nuevo en este sector que estaba deshabitado.
“El día que llegamos a armar nuestras casitas llegó la policía y nos sacó, pero al otro día volvimos y nos metimos, de ahí en adelante no volvieron a molestarnos y yo ya llevo 14 años viviendo acá”, afirmó Quintero, habitante de este asentamiento. Hoy en día, no solo se encuentran radicadas cuatro o cinco familias, ahora este sitio está dividido en seis sectores establecidos del uno al seis, en donde el 90 por ciento de las casas están construidas por sus mismos residentes y hechas de madera, plástico y láminas de zinc.
Desde el pasado 9 de abril se presentaron las primeras afectaciones por el invierno en algunas de las casas de los sectores 5 y 6, ya que estos son los más cercanos a la montaña que está ubicada frente a este asentamiento. Debido a los deslizamientos estas familias han tenido pérdida total de sus viviendas, y otras están alerta porque el agua les llega hasta las piernas e inunda sus hogares. “Los árboles también se han caído dentro de las casas, en la mía cayó uno en el baño y nos tocó como por una semana utilizar el de una vecina”, indicó Lennys Ester Barrios, madre de un pequeño de tres años. Estas familias que se quedan sin su vivienda, duermen con sus hijos sobre plásticos que ellos tienden en el suelo para pasar la noche mientras vuelven a reconstruir su casa sin importar el peligro que corren por estos deslizamientos.

Las autoridades de Gestión del Riesgo de Floridablanca ya hicieron un llamado a todas las personas que están construyendo ilegalmente en terrenos no aptos para evitar emergencias y casos como el de Lennys Barrios, cuya casa está a punto de colapsar. La alcaldía de este municipio no puede realizar ninguna ayuda, ya que estos son asentamientos ilegales.
Contribución por parte de empresas privadas y fundaciones
Los menores de edad, quienes son los más afectados, reciben aportes de una organización internacional de desarrollo llamada ‘World Vision’, la cual es de carácter cristiano y ofrece ayuda humanitaria, cuyo enfoque está orientado al bienestar y la protección integral de niños en situación de vulnerabilidad.
Esta institución les brinda su colaboración siempre y cuando cumplan con todos los requisitos básicos como son: la educación, el sistema de salud. “Las personas que apadrinan no tienen contacto directo con estos pequeños, solo a través de cartas, fotos o vídeos y los de la organización sí vienen en las fechas especiales como en el mes del niño, inicio de clases y épocas decembrinas”, afirmó Jennifer Gómez Villamizar, mamá de uno de los beneficiarios.
Óscar Felipe Olave, un joven de 24 años de edad y estudiante de Derecho de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Unab, inició una fundación llamada ‘Ciudad más’, y hace tres años llegó a este sector viendo la necesidad por la que pasaba esta comunidad. Él, junto a diferentes empresas que se unen para solidarizarse con estas familias, las visitan aproximadamente cada tres meses, llevan regalos a los menores, y ahora, al ver la falta de oportunidades de trabajo con los adultos, les brindan diferentes tipos de capacitaciones para así adquirir conocimiento en las áreas de repostería, bisutería, manualidades, entre otros.
Con estas instrucciones, ellos tienen la posibilidad de emprender sus propios negocios y tal vez así conseguir un estilo de vida más digno para sí mismos y sus familias. “Debido a las visitas y ayudas que hemos hecho en esta zona, la comunidad ha mejorado ya que hay mayor comunicación y diálogo, las personas a pesar de su condición de vulnerabilidad se motivan a salir adelante con los saberes que la fundación les brinda”, añadió Olave, líder de esta organización.
Cada día llegan más personas a este asentamiento con la ilusión de mejorar su calidad de vida. “Nosotros por vivir en un sector ilegal estamos frecuentemente siendo señalados por la ciudadanía como personas delincuentes y vándalas, pero somos todo lo contrario, personas comunes y corrientes, muchos de los que viven aquí son deportistas, y otros trabajan honradamente en las escasas empresas que nos brindan la oportunidad de un trabajo digno”, indica Patricia Ayala Díaz, habitante de la zona.
Por María Camila Ordóñez Barbosa
mordonez753@unab.edu.co