La riqueza cultural de Colombia tiene como muestra la diversidad de manualidades hechas a partir de la naturaleza. Las historias que se tejen, se moldean o se lijan en cada rincón del país, muestran una herencia ancestral y el talento que a diario los artesanos desarrollan en cada creación. Estos accesorios se terminan convirtiendo en símbolos, un ejemplo de esto es el sombrero vueltiao, tejido por indígenas del resguardo Zenú, ubicado entre los departamentos de Córdoba y Sucre.

A 700 kilómetros de estos dos departamentos, en medio de la agreste montaña santandereana está Zapatoca, un pueblo conocido por su clima de seda, cuyos habitantes tienen una fama mal ganada de ser tacaños, característica conocida después de haber pasado por crisis económicas que los volvieron ahorrativos. Allí, en la provincia Yariguíes, existen quienes se destacan en el arte de tallar el corazón de un árbol.

La historia de la talla del pauche, según un documento de Artesanías de Colombia, se remonta a 1897, cuando los esposos Demetrio Gómez e Ismenia Quijano iniciaron trabajos con la médula blanda de un árbol nativo de la región llamado Arboloco, familia del girasol y la manzanilla, pero que es conocido en Santander como ‘Pauche’, debido a la facilidad con la que se puede moldear. Esta especie crecía en la finca de los esposos, quienes después de cortar y pelar la madera encontraron que era fácil de moldear.

La pareja empezó haciendo corchos para tapar las botellas, y siguieron con la elaboración de figuras talladas. Las hijas de este matrimonio, Bárbara y Camila Gómez Quijano siguieron la tradición y se dedicaron por completo a este oficio; por ello fueron apodadas como ‘Las Pájaras’ debido a que esa era la figura que más esculpían.

Ubicada a dos horas y 30 minutos de Bucaramanga, la carretera que conduce hacia Zapatoca permite evidenciar la fertilidad de sus tierras; tabaco, piña, pimentón, frijol y tomate, representan el primer piso térmico, hasta que se cruza por el puente del río Sogamoso donde empieza la escalada a la cordillera. Ya en el casco urbano se mantiene una temperatura promedio de 20 grados centígrados, este es el ambiente ideal para el pauche, cuya especie alcanza una altura de máximo 15 metros; identificable de otros árboles similares por su copa de forma triangular.

En el punto de información al turista, se pueden apreciar y comprar los diferentes objetos y accesorios elaborados por los zapatocas. / FOTO EDNA CATALINA PORRAS.

El crecimiento del Arboloco se da en la parte media de la montaña, entre 1.300 y 2.700 metros sobre el nivel del mar. La flexibilidad de sus tallos se debe a la poca edad, siendo podados apenas a los 18 meses de haber sido sembrados, y cada cuatro meses después del primer corte, ya que después esta madera se hace más fuerte. Cuando se endurece su centro, esta ya es usada con otros intereses, como vigas y postes para cerca.

Un corazón de pauche

Las delicadas manos que cortan, moldean la madera no reflejan el paso del tiempo, aplican los conocimientos y las técnicas de quienes iniciaron con este arte y siguen el legado. Nohema Cadena de Bueno adquirió la destreza de tallar la madera porque sus padres suministraban la materia prima y lijaban las artesanías de ‘Las Pájaras’. Los progenitores dejaron que su hija viera el ritmo y pasión que se requiere para la fabricación de las artesanías en pauche, y eso le definió su modo de vida.

Como quien sigue el proceso de elaboración de las artesanías, así se puede seguir la trayectoria de Nohema, quién en 2009 fue galardonada como Patrimonio Cultural Viviente de Santander. Ella comenta que “la artesanía, desde que uno le ponga amor, le da para comer”, ganándose entre 3 mil y 200 mil pesos, cuando por encargo piden un artículo de gran tamaño. A través de la observación, el “bobear” como ella misma lo menciona, se inició en esta labor que sigue inundando su corazón, pues para ella “solamente Dios y el pauche”.

Nohema hace parte de los siete millones de personas que sufrieron desplazamiento forzado en Colombia, según datos de la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur), por ese motivo tuvo que dejar su finca, cerca al Carmen de Chucurí, y radicarse con su familia en Zapatoca, donde además de hacer las obras, se dedicó durante 40 años a ser partera, a lavar y planchar ropa, con lo que pudo sacar sus seis hijos adelante.

La casa de Nohema tiene un letrero que la acredita como ‘La casa del Pauche’, su residencia se encuentra en la zona alta del pueblo, hasta donde llegan las personas que desean comprar pájaros, frutas y tabacos tallados en la madera que moldea, no solo las manos ya cansadas del trabajo por los años que ha realizado Nohema, sino sus hijas y familiares, que han dispuesto en su terruño para cortar, quitar la corteza, calentar, tallar, lijar y pulir, para terminar pintando las artesanías con mezclas a partir de vegetales como la remolacha, hoja de café y cúrcuma.

Conservar la tradición

La alcaldía con apoyo del Servicio Nacional de Aprendizaje, (Sena) ha ofrecido cursos que fomentan la creación de artesanías con materia prima propia de la región. Ana Paula Quijano, coordinadora de cultura y turismo, mencionó que además de las capacitaciones, la administración municipal, Isagen, (empresa constructora de la represa Hidrosogamoso) y el Sena dieron una laminadora y desfibradora para la producción y realización de las artesanías.

En la mediateca de Zapatoca, han dispuesto un lugar para la exposición y venta al público, de todos los objetos, figuras y demás creaciones, ofreciendo un espacio no solo a los artesanos sino también a los turistas, ya que allí se recopilan las mejores obras de las manos de los zapatocas.

Además del centro de exhibición, cerca al parque principal se inauguró en mayo de este año un punto de información turística, en el que se puede apreciar las artesanías más representativas de Zapatoca, articulándose y siendo más visible el trabajo que realizan las artesanas.

Por Edna Catalina Porras Pico

eporras595@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga