El 22 de agosto se realizó el lanzamiento de la obra “El año del sol negro” del chucureño Daniel Ferreira. La novela transcurre en el año 1900, entre los albores de la Guerra de los Mil días y cuenta la historia de una pareja que se separa debido a este suceso. El libro hace parte de su proyecto titulado ‘Pentalogía (Infame) de Colombia’, conformado por “La balada de los bandoleros baladíes” (2011), “Viaje al interior de una gota de sangre” (2011) y “Rebelión de los oficios inútiles” (2014).
A diferencia de sus anteriores novelas, esta se sitúa en una época histórica para Colombia como lo fue la Guerra de los Mil Días, ¿qué le llamó la atención de este hecho?
Esta es la cuarta novela que me publican, cada una ha sido una secuencia que aborda una época distinta del siglo XX en el país. Mi interés no es crear una saga donde una novela lleve a la otra, sino crear una especie de coro de voces que atraviese un siglo. Y en el caso de “El año del sol negro”, que es la última novela, el tema no es de fondo la Guerra de los Mil Días, sino es una historia de una pareja que se separa por esa guerra y que ocurre entre los finales de ese siglo.
¿Qué textos le ayudaron en la escritura de su última novela?
No es exactamente una novela histórica, el relato histórico está como una suerte de indicios disgregados durante todo el relato de la novela, pero no son las grandes fuentes. Creo que el lenguaje es una manera de reconstruir ese mundo que es insabible, que ocurrió hace 100 años.
Lo más interesante para mí son las microhistorias, aquellas que se alejan de los grandes personajes y que empiezan a recuperar una memoria más territorial y ancestral. Y son los relatos que escribió Aída Martínez Carreño, una santandereana que analizó las costumbres, los trajes y las formas de mercadeo de la época. Un testigo histórico importante también fue Enrique Otero D’Costa, el santandereano que se vinculó a la guerra desde jovencito y, pasados los años, se volvió historiador e hizo una historia de Cartagena y escribió algunos cuentos que se volvieron clave en la memoria de la Guerra de los Mil Días. Y hay otros relatos que no están situados en lo histórico, pero contienen una cierta realidad, interiorizada, que le permite a un novelista construir la narración con unas reglas propias. Por ejemplo, los diarios del comerciante bumangués Bartolomé Rugeles, un hombre que surtía almacenes y que tenía la pasión por llevar unos dietarios, unos cuadernos donde él iba anotando las cuentas, pero además, fue poniéndole información de la época, de cómo los ejércitos empezaron a rodear esta comunidad y cómo era la vida.
¿Recurrió a relatos orales?
Ya la novela estaba terminada, la estábamos puliendo con trabajo editorial e hice una entrevista a un señor en Armenia que está en un asilo, que tenía 97 años según su cédula, y él era de Santander. Y en los intersticios de su memoria me contó algunas cosas de su abuelo que peleó en la Guerra de los Mil Días. Entonces, lo que hizo fue confirmar ciertas cosas que ya estaban en los relatos históricos. Y algunas ideas del bipartidismo que el lector no necesita saber qué es ni cómo fue, ni necesita saber las coordenadas de la Guerra de los Mil Días para poder disfrutar la historia y compenetrarse con los personajes. El relato hace que usted no tenga que saber que Miguel Antonio Caro era el Álvaro Uribe de la época, que tenía un títere de presidente y que a ese títere que se le sale de las manos, le van a hacer un golpe de Estado y vamos a entrar a una radicalización de los movimientos que se oponían, lo que crea una especie de espejo del tiempo con la realidad actual.

¿Cómo fue el proceso de construcción de los personajes? ¿Se identificó con alguno?
Trato de hacer un coro de voces a lo largo de un siglo, cada personaje tiene una voz propia dentro de su época, son novelas polifónicas, que tienen multitud de personajes que hablan de unas maneras distintas unos de otros, en retóricas distintas. El método para crear estos personajes básicamente es el mismo. Están construidos por los momentos en el que deciden sus vidas y sus acciones, que es un método clásico, casi que dramatúrgico, de construir personajes a partir de conflictos dramáticos. Esta novela es distinta por lenguaje, por estilo, por la misma naturaleza de la historia a las tres anteriores. También le da un giro, una vuelta de tuerca a la manera de hacer literatura porque yo sentía que había una especie de vacío sobre la novela épica en Colombia.
¿Por qué cree que es importante escribir sobre la violencia?
William Faulkner (poeta estadounidense) decía que la violencia era un martillo, yo lo digo pensando al escritor como un carpintero que tiene varias herramientas que utiliza. Digamos que no hay un sentido profundo por la violencia porque aparece de una forma tangencial y lo que crea es un efecto. Lo que me interesa es cuáles son los aspectos dramáticos, qué sucede con los personajes que se aproximan a la violencia y esto qué modifica o altera en sus vidas y la vida de la gente con la que están. Pero básicamente escribo sobre disidentes, derrotados, perseguidos, desaparecidos, son personajes arquetípicos, es así como los concibo, pero no están marcados solo por un rasgo y mucho menos podrían reducirse a que son las circunstancias violentas las que los convierte en lo que son.
¿Cuál hecho de la infancia cree que más lo marcó?
Mi infancia está despedazada en todos estos relatos, pero también mis sueños, también las relaciones que he tenido con la gente, mis amigos, mis amores, mi propia memoria, mi familia, con la historia de mi familia y con la historia de los demás, y de esa mezcolanza, se va cristalizando una esencia, y eso es como yo veo el mundo y es con lo que trato de hacer mis relatos.
¿Cuál es su posición frente al nuevo gobierno?
Pienso que el presidente no existe, que es un personaje orwelliano y que es increíble que en el sainete nacional haya un ministro de Hacienda diciendo que le va a subir los impuestos a los pobres y le va a bajar a los ricos para que a partir de ese recaudo se reinvierta en los pobres. Esto es una incongruencia absurda, y sin embargo, esas incongruencias ganaron la presidencia.
Estamos en un estado de tusa pos electoral, pero siento que la paz tampoco la van a echar para atrás, el retroceso del país sería inmenso y económicamente tampoco funciona. Todo eso está por verse, de todos modos no creo que el gobierno a tiene fácil, hay una gran oposición, pese a que estén matando a los líderes y que haya una ‘mano negra’ que tenga un modus operandi que nos haga recordar los peores periodos de violencia en Colombia. Va a ser muy difícil que nos invisibilicen a todos. Uribe con su títere es otro Miguel Antonio Caro, pero como desconocemos el pasado no nos acordamos de esos títeres que se pusieron. Y sobre todo, la gran expectativa que tengo es con el efecto de la paz. La paz va a hacer que esta sociedad se reconcilie porque sin el perdón ninguna sociedad va a progresar.
Por Laura Fernanda Bohórquez
Lbohorquez197@unab.edu.co