En la pasada edición 71 del concurso “College Photographer of the Year” (CPOY), organizado por la Universidad de Misuri (Estado Unidos), en la categoría de documental, Gabriel Corredor, de 25 años, filósofo de la Universidad Nacional y estudiante de último semestre de maestría de periodismo de Los Andes, recibió el premio de excelencia.

¿Quién es Gabriel Corredor?

Nací en Villavicencio y crecí en una vereda sacando yuca, bajando mangos y viendo aviones destartalados disparar a los guerrilleros que caminaban las montañas. Estudié filosofía porque ajá. En marzo me gradúo de una maestría en periodismo, pero lo único que sé es que quiero hacer fotografía y viajar contando historias.

¿Por qué estudiar filosofía y dedicarse a la fotografía?

Yo veo mi pregrado como un período de transición. Entré a filosofía porque tenía ciertas dudas que no sabía cómo resolver, pero durante mis años en la Nacional esas dudas desaparecieron y se transformaron en otros intereses más concretos que ya no tenían que ver con la filosofía. Llegué al periodismo porque me había dejado de preocupar la teoría y quería explorar la narrativa. Al final encontré que mi lenguaje era la imagen, no el texto.

¿Qué relación tiene la filosofía con la fotografía?

En mi caso, poca o ninguna. Supongo que hay mucho campo para analizar el lenguaje visual y el discurso de la fotografía. ‘Sobre la fotografía’, de Susan Sontag, es un ejemplo de eso. La proliferación de imágenes que ha generado la fotografía digital renueva muchas de esas preguntas y abre otras nuevas. Y, aunque en Colombia no se hace ‘filosofía de la fotografía’ —por decirle de alguna manera—, seguramente las posibilidades de abordar la fotografía desde la filosofía y la filosofía desde la fotografía son infinitas.

Sin embargo, ese no es el lugar que quiero ocupar. No me interesa ser quien plantea o responde esas preguntas, ni quien deconstruye los discursos de la fotografía. Entré al periodismo porque me interesaban las historias y estaba cansado de las discusiones filosóficas. Después me concentré en la fotografía porque me di cuenta que mi lenguaje es visual y que no me llevo bien con la palabra. Así que por ahora prefiero evitar ese tipo de preguntas y concentrarme más en tratar de desarrollar una voz propia en la fotografía.

¿De qué manera llegó al mundo del periodismo y este cómo le aporta en sus estudios?

En mi último año de filosofía conseguí una práctica en El Tiempo y cuando me gradué entré a trabajar en Pulzo. Quería estudiar periodismo para contar historias e investigar el poder, así que entré a la Maestría en Periodismo de Los Andes y me conseguí una beca que me permitió dedicarme de tiempo completo a estudiar. Inicialmente me interesaba mucho escribir crónica y hacer visualización de datos, pero también exploré el vídeo y el audio. Creo que lo más importante que me pasó en la maestría fue encontrar la fotografía. Los otros lenguajes me siguen interesando, pero desde afuera. No quiero que sean el centro de mi vida.

¿De qué manera la fotografía cambia el paradigma del reportaje tradicional escrito?

Pues… es muy difícil responder eso en términos tan generales. La pregunta da para una tesis de doctorado y no podría enumerar una serie de efectos concretos que la aparición de la fotografía haya generado en la prensa.

Ahora, yo creo que la imagen se ha hecho indispensable, pero que no tiene el lugar que se merece como un lenguaje autónomo capaz de crear sus propios relatos más allá del lenguaje escrito.

En países industrializados la narrativa visual está muy presente y ha existido en sus medios desde hace un siglo, cuando aparecieron las primeras cámaras portables (Rolleiflex, Leica…). La imagen lleva mucho tiempo existiendo junto al texto y se ha mantenido en una lucha por tener un lugar equivalente al texto — o por lo menos por no estar subordinada a este. En Colombia la fotografía sigue estando muy coja. El fotorreportaje y los ensayos fotográficos prácticamente no existen en los medios y la fotografía solo aparece para ilustrar los textos o para cubrir eventos. Hay muchas galerías de fotos bonitas, pero poca narrativa. Eso hace que haya muy poca exploración del lenguaje visual, poco mercado para la narrativa fotográfica y poco espacio para los fotógrafos documentales.

Contemporáneamente la entrada de la fotografía digital, primero, y después de los smartphones, vuelve a afectar esa relación imagen-texto. Ahora los contenidos digitales suelen ser multimedia y tener más vídeo y fotografía que textos. Aunque los medios colombianos siguen crudos en este campo, creo que hacia allá va el periodismo.

¿Cómo pueden los periodistas abordar ciertas problemáticas sociales que ya la crónica y otros textos periodísticos han trabajado para concienciar a las personas de los mismos? ¿Y cómo hacer que las instituciones tomen medidas?

El impacto del periodismo en la realidad política es generalmente muy limitado. En el mejor de los casos puede ayudar a generar consciencia o presionar al establecimiento. Algunas (pocas, muy pocas) veces ha tumbado gobernantes, pero en la mayoría de los casos el impacto es difícil de ver.

Ahora, creo que los periodistas tienen que preocuparse por hacer buen periodismo, relatos que perduren en el tiempo e investigaciones rigurosas. Hay que aprender a contar buenas historias, tratar de hacer periodismo por fuera de los medios masivos que producen contenidos como si estuvieran haciendo salchichas. El punto no es que una problemática social ya se haya tocado, sino cómo se investiga y se narra.

¿Cómo pueden los periodistas combatir los procesos de racismo que ocurren en el país y los sucesos de violencia?

Primero, yo creo que es fundamental que los medios de comunicación aborden conscientemente esas problemáticas. Es importante que los medios tengan una agenda en la que se reconoce y se discute el racismo (o la homofobia, o el machismo) más allá de reportar hechos aislados. Mientras esos debates —bien informados, con datos y contexto— no existan en el periodismo, difícilmente pueden darse en el país. También creo que los medios tienen que revisar la clase de representaciones que crean y tienen que dejar de reproducir una cantidad de estereotipos que son muy dañinos.

En ese marco, historias como la de Cazucá son importantes para mostrar realidades duras que el país no acaba de reconocer ni se preocupa por entender. Pero también es importante ir más allá de mostrar los ciclos de violencia o la victimización de estas comunidades, y mostrar también su trabajo diario, su liderazgo y capacidad de generar iniciativas y proyectos.

¿Cómo pueden los periodistas influenciar y tener voz ante una gran cantidad de masas, respecto a ciertos hechos que no salen normalmente a la luz pública, que son silenciados o invisibilizados y que solo suelen tratar medios alternativos de información?

Los medios que tienen mayor público no hacen buen periodismo ni se esfuerzan por contar bien las historias, y los medios que hacen buen periodismo tienen un público pequeño. Eso es un problema real y la solución no se ha inventado.

Supongo que la respuesta pasa en parte por tener mejores audiencias, personas más informadas y mejor educadas que rechacen el mal periodismo, pero eso es difícil en este país analfabeta. También creo que hay que ser capaz de generar alternativas periodísticas y proyectos sostenibles que lleguen a nuevas audiencias y que hagan el buen periodismo que los medios masivos no hacen.

¿Cómo pueden los periodistas crear conciencia crítica en los lectores a través del nuevo periodismo y ayudar a movimientos sociales, subculturas y minorías étnicas que sufren de procesos de exclusión o son víctimas de discursos racistas?

Esto está muy ligado a la pregunta anterior. Creo que es fundamental crear nuevos proyectos periodísticos en donde estos grupos (‘minorías’) no son solo parte de los contenidos. Es decir, necesitamos un país donde los grupos históricamente invisibilizados no solo sean representados, sino también sean los creadores de las representaciones: fotógrafos, periodistas, editores, emprendedores, dueños de medios, inversores…

 ¿De qué manera se pueden enfrentar los retos del posconflicto en Colombia desde el periodismo, y sobre todo desde la dimensión estética y discursiva que usted propone? ¿Y qué implicaciones éticas hay de por medio; cómo se puede contribuir a construir una sociedad más democrática e incluyente?

Hay que contar historias, desde muchos ángulos y desde todos los medios existentes (foto, audiovisual, texto, podcast). Hay que tratar de ir más allá de las historias que están directamente relacionadas con los acuerdos de paz o con las guerrillas. Yo creo que parte de lo que hay que hacer en el postconflicto es ser capaz de ir más allá del conflicto armado y visibilizar todos los otros conflictos que existen en el país.

Por Ekatherine Garavito Shtefan
Egaravito240@unab.edu.co

 

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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