Un par de gallos finos de combate se encuentran en el redondel, un escenario de seis metros de diámetro. Los dos ejemplares listos para atacarse y en manos de los jueces son ‘Fenaguay’, con un peso de tres libras, y ‘El Chulo’, de 3,2 libras. Antes de la pelea se les desinfectan las espuelas, los picos y las plumas para remover cualquier tipo de sustancia venenosa que sus entrenadores les hayan aplicado, con la finalidad de causar la muerte inmediata del contrincante.
Los jueces inician la pelea golpeando los gallos entre sí, ambos se alcanzan a arrancar algunas plumas del cuello y alas. Suena la campana y en cuestión de segundos las aves caen, abren sus alas y empiezan el combate.
Los movimientos son rápidos, solo se logra percibir el aleteo y cacareo de los animales. Los comentarios eufóricos de los apostadores se amenizan con la canción ´La mesera´ del grupo de música norteña, los Tigres del Norte. Tres minutos después de haber empezado la riña, ‘El Chulo’ tiene un ala rota y cuatro perforaciones, mientras que ‘Fenaguay’ solo tiene una en el pulmón. A ambos les corren gotas de sangre en medio de las patas. Se escucha a la multitud decir: “Dele, dele rojito, dele duro”, “sáquele los ojos”, “le tiene que chuzar la cabeza”.
“Algunos gallos llegan, pegan el primer chuzazo y vuelan o se ponen a correr ahí en el patio. Ese es un pollo malo a esos hay que cogerlos y matarlos, no se les puede sacar cría tampoco porque son pollos cobardes que no sirven”, cuenta Luis Ernesto Álvarez, un gallero de 57 años oriundo de Málaga, Santander, descendiente de familia gallera que se interesó por el oficio desde la niñez.
En el minuto cinco, ‘El Chulo’ es tomado por el juez para desenterrar la espuela de ‘Fenaguay’ del costado derecho. Al ser separados, vuelven a ubicarlos en el centro del patio para el segundo intento de pelea. Suena la campana por segunda vez. “A uno hasta se le llenan los ojos de lágrimas cuando los ve sufrir y vemos que le están dando chuzo; a esos animales sí se les tiene amor y cariño, no como a las mujeres, a ellas se les tiene es costumbre”, comenta Orlando, uno de los participantes en la gallera.

Después de ocho minutos ‘Fenaguay’ se encuentra sin fuerzas en el suelo; ‘El Chulo’ aprovecha el momento para sacarle los ojos a picotazos. Los dos están aturdidos, el gallo herido y ciego se levanta. Todos piensan que responderá, pero se estrella en repetidas ocasiones con los muros que rodean la pista. ‘El Chulo’ por instinto sigue picoteándolo y perforándolo con sus espuelas.
“Un gallo ciego es un peligro y donde sienta el ruido lanza la espuela, y si ellos ciegos siguen peleando es porque son buenos gallos, a esos hay que sacarles cría rápido porque son buenos, luego hay que ´pensionarlos´ porque como quedaron ciegos no sirven para nada más”, recalcó el entrenador Álvarez.
‘Fenaguay’ finalmente pierde sus fuerzas en el minuto 10 y queda tendido en el redondel. ‘El Chulo’ respeta su posición y se detiene, los espectadores se emocionan y gritan más fuerte “acábelo, termínelo”. El juez interviene y toma a ‘Fenaguay’ para volverlo a poner de pie, y el gallo herido tambalea. Suena la campana por tercera vez, ‘El Chulo’ da su golpe final y lo mata con una “puñalada huevera”, es decir, una perforación en el abdomen bajo.
Los espectadores y jueces se ponen de pie para empezar a cobrar y pagar los montos de las apuestas. Orlando recoge a ‘Fenaguay’ por las patas y se lo enseña a los espectadores para que puedan apreciar las heridas comprometedoras o tomarle fotos.
Esto ocurre a las 9 de la noche en la Gallera Puerto Nuevo, ubicada en la vía Guatiguará, en el municipio de Piedecuesta. El lugar ofrece servicio de consumo de bebidas alcohólicas y el escenario gallístico con capacidad para 150 personas. La entrada tiene un costo de $20.000 en primera fila, $10.000 en la segunda y $5.000 en la última.
Memorias
Las peleas de gallos iniciaron en Asia según el periódico Mediterráneo de España. Esta práctica tiene su origen aproximadamente hace 3.500 años en la India, mil años después los chinos adoptaron esta celebración y la dieron a conocer en Europa, posteriormente los conquistadores españoles trajeron el ejercicio a América.
Actualmente, las peleas de gallos se encuentran fuera del marco legal debido a que el Código Civil colombiano expresa en el artículo 339A que “el que, por cualquier medio o procedimiento maltrate a un animal doméstico, amansado, silvestre vertebrado o exótico vertebrado, causándole la muerte o lesiones que menoscaben gravemente su salud o integridad física, incurrirá en pena de prisión de doce a treinta y seis meses, e inhabilidad especial de uno a tres años para el ejercicio de profesión, oficio, comercio o tenencia que tenga relación con los animales y multa de cinco a sesenta salarios mínimos mensuales legales vigentes”.
Alfredo Parra, sargento primero mayor de la Policía Metropolitana de Bucaramanga (Mebuc), explica que las peleas de gallos están prohibidas, de acuerdo con el Código de Policía. “Si se llegan a evidenciar a los gallos en actuación de pelea inmediatamente, se le decomisan los animales y se sanciona tanto a la persona que los tiene en riña como al dueño del establecimiento con multas o penalizaciones”.

Entrenamiento
‘Fenaguay’ es un gallo Giro Hatch, cuya raza se caracteriza por tener los colores negro, blanco y marrón. Fue incubado durante una época en la que la gallina y el gallo estaban en ‘buena pluma’, es decir, que ninguno de los dos animales se hallaba en proceso de cambio del plumaje, ya que cuando se encuentran en esta etapa, están más débiles y no es recomendable sacarles cría.
Además, el pollo al igual que el ser humano, podría llegar a tener degeneración en el ADN si sus padres tienen algún vínculo familiar.
Como a la mayoría de los gallos finos de pelea, desde que salió del cascarón lo empezaron a alimentar con maíz, huevo y millo (cereal sin gluten), alimentos que le aportan hidratos de carbono, fibra, magnesio, vitaminas, ácidos grasos poliinsaturados, hierro y zinc. Sus entrenadores se cohíben de alimentarlos con purina o sobras del alimento de las personas debido a que contienen gran cantidad de grasa, sal y hormonas que engordan al animal.
El sostenimiento mensual de un gallo puede costar hasta 100.000 pesos incluyendo las tres comidas e inyecciones de Potenay, un medicamento que les favorece en crecimiento, defensas y reducción de dolor crónico, entre otros. “Uno no necesita pollos gordos, uno necesita pollos de fibra y músculo”, afirmó Álvarez.
Cuando a ‘Fenaguay’ le salió la cresta y la barbilla, su dueño dio comienzo al entrenamiento de gallo fino de pelea. Con una ‘mona’ (gallina de peluche) utilizada para familiarizarlos con roces y acercamientos de otros gallos, con el fin de estimularlo para obtener reacciones agresivas de su parte.
Al cumplir los ocho meses de edad el entrenamiento se tornó más serio. El gallero comenzó a carearlo como mínimo media hora diaria con otros gallos de su edad. Este proceso consiste en que el entrenador toma a un gallo entre sus manos y lo utiliza para golpear al otro. En la mayoría de las ocasiones se les cubre la espuela con ‘boticas’ para evitar que se hagan heridas que comprometan su vida antes de un combate real.
Para que obtengan fuerza en los muslos, los galleros instalan palos de forma horizontal en bases, prosiguen a ubicar los gallos encima y agitan fuertemente el palo con el fin de que el gallo se sostenga y de esta forma fortalezca sus extremidades.
Álvarez expresa que “un buen gallo puede resistir como 20 peleas, pero debe ser una cada mes, un tiempo prudente para que al gallo se le sequen las heridas y luego ya si se retiran de las peleas”.

Preparación
A los 15 meses de edad, ‘Fenaguay’ fue considerado apto para pelear; sin embargo, esa también es la edad mínima para que él pueda hacerlo. 15 días antes de su primer enfrentamiento fue peluqueado, el gallero cortó desde la raíz todas las plumas del dorso, pecho y muslos, con el objetivo de que el espectador y los entrenadores pudieran ver bien las heridas causadas por el otro gallo y para que pueda sanar eficazmente si sobreviven al combate.
Al quedar los muslos descubiertos estos se tornan de un color rojo con el pasar de los días, también le mutilaron la cresta y la barbilla sin anestesia, se hace con el fin de que el contrincante no se las arranque con el pico durante la riña.
Una semana después ‘Fenaguay’ fue apartado de las gallinas para evitar apareamientos que le quiten la energía y el día de la riña no lo alimentaron. “Ese día toca con hambre para que pelee bien”, afirmó Álvarez.
Diez minutos antes de la pelea fue ‘armado’, le pusieron las espuelas (garra de punta filosa hecha de carey), El par costó 50.000 pesos; tienen cuatro centímetros de largo y son sujetados a las espuelas reales del gallo con esparadrapo. Los entrenadores tratan de ser muy precisos en la instalación de estas, dado que si no quedan bien ajustadas el animal puede herirse y no alcanzaría penetrar al otro.
Las reglas del combate
El peso de los gallos debe ser casi el mismo, frecuentemente es entre tres libras y tres libras y media. Según los entrenadores que asisten a la Gallera Puerto Nuevo, el combate puede durar hasta 30 minutos, mientras los dos animales continúen respirando, la riña se acaba solo cuando alguno de los luchadores muere o si un entrenador interviene el ruedo y recoge a su gallo antes de que muera. Luis Álvarez comentó: “Puedo meterme a agarrar mi gallo si veo que está muy mal y no quiero que se me muera, pero automáticamente pierdo la pelea”.
Normalmente los gallos pueden combatir una sola vez por día, sin embargo, el entrenador de gallos Orlando, contó que existen galleros que los hacen pelear más de una vez durante la noche, pero son discriminados por el gremio ya que se considera un ´abuso animal´.
El juez debe evitar los errores y ser transparente “lo que es, es, y él sabe que tiene que hacer bien las cosas porque hay cientos de ojos mirándolo y si hace algo raro se mete en problemas, ahí hay mucha plata de por medio y no dejan que hagan trampa, porque lo matan”, afirmó Yefer Díaz.
Las apuestas
Estas se abren desde los 5.000 pesos en adelante. Los dos galleros deciden con qué monto permiten que se haga la pelea, en la mayoría de los casos no son menores a 500.000 pesos. Si el entrenador no posee la cantidad completa, solicita a los espectadores la apuesta.
El entrenador que gane la riña con su gallo recibe el monto que jugó por parte del contrincante: los espectadores que apostaron por el mismo gallo ganan el 80 % debido a que el 20 % restante también va dirigido al gallero ganador. “A los gallos se les juega lo que sea, 10 mil, 1 millón, 5, 10, 20 millones, a veces apuestan carros, camionetas, casas, esta práctica mueve mucha plata”, declaró Álvarez.
Esa noche el entrenador de ‘Fenaguay’ perdió su apuesta y perdió su gallo. Probablemente el próximo domingo volverá a presentarse a la Gallera Puerto Nuevo con otro gallo dispuesto a ganar el combate.
Legalidad o ilegalidad
En Colombia los combates gallísticos son una práctica legal validada por la Corte Constitucional en 2010, ya que se considera como manifestación cultural del país, es decir, que la norma del Código Civil que pretende proteger a los animales de maltrato no es válida en dichos casos; la policía no podría intervenir en los escenarios de peleas que tengan licencia por las alcaldías municipales.
“Si los escenarios donde se presentan estos actos son clandestinos, la policía puede interponerse porque es maltrato animal, ya no es una manifestación cultural, como sí lo serían las corralejas de las alcaldías o las ferias de ciertos municipios”, manifestó la abogada asociada de la escuela de derecho de la Universidad Industrial de Santander, Rocío Serrano Gómez.
Sin embargo, la Asociación Nacional de criadores de Gallos de Pelea en Colombia calcula que existen alrededor de 5.600 galleras y menos de 50 de ellas están legalizadas. Yefer Díaz, espectador de los combates de gallos, comentó que a pesar de la existencia de estas leyes, las luchas gallísticas se siguen presentando, “acá a las peleas vienen policías, gente con plata, gente del gobierno y no pasa nada, esto es prácticamente legal”.
Por Karen Gualdrón
kgualdron840@unab.edu.co