Por Gimena Katherine Velandia Rincón
gvelandia418@unab.edu.co
Para Marlon Pérez Quesada el servicio social es “algo natural”. Apenas terminó el bachillerato en 2005 decidió apoyar a la comunidad del norte de Bucaramanga donde, según Marlon, están sus raíces. Con un grupo de amigos se tomaron la tarea de liderar proyectos a nivel municipal en colectivos universitarios; por medio de música, atención y compañía se propusieron cambiar la vida de toda persona que pudiesen ayudar.

No conforme con eso, él sentía la necesidad de expandir su servicio social, por ello ofrecía su ayuda a las organizaciones comunitarias que se topaba en el camino. Una de ellas fue la fundación Comando Activista de Derecho Animal y Ambiental (Cadaa), a cargo de Jenny Suárez, de Piedecuesta. Realizaron varios rescates de animales del Área Metropolitana de Bucaramanga y jornadas de recolección de comida para estos seres que no tienen voz.
El altruismo que caracteriza a Marlon no llegó hasta ahí, una vez terminó sus estudios en Derecho en la Universidad Santo Tomás en 2017, inició S.O.S Misión Rescate, un colectivo que buscaba echar una mano a los animales en condición de maltrato o abandono por parte de otros humanos y, en paralelo, preservar la naturaleza del segundo departamento más biodiverso de Colombia, Santander, de acuerdo con los datos del proyecto Santander Bio. En repetidas ocasiones realizaron limpiezas a quebradas como Vijagual y a las calles de la ciudad bonita.
Voces del silencio
Su profesión como abogado es una de sus herramientas más valiosas. Hace aproximadamente un año se unió a la fundación Voces del Silencio, creada para apoyar a las víctimas del conflicto armado en Santander. Marlon asegura que las entidades públicas vulneran los derechos de las personas, y como los procesos de indemnización son largos y tediosos, “las personas se cansan, dejan pasar el tiempo y no sucede nada”. Por ello la fundación acompaña el proceso de reivindicación con el Gobierno a través de asesoramientos jurídicos, pasan acciones constitucionales para defender los derechos de los campesinos que poco o nada saben de leyes.
En cuanto comenzó a trabajar con Yairid Velásquez, fundadora de Voces del Silencio, entendió que esta sería la base para implementar procesos como los que llevaba con S.O.S Misión Rescate. Con la aprobación de Velásquez articularon la defensa de los animales, medio ambiente y, sin miedo al sobrecargo, abrieron sus puertas a los niños, jóvenes y adultos mayores vulnerables para hacerlos sentir parte de la comunidad y enseñarles que todavía tienen la oportunidad de soñar y cumplir sus metas.

En cuanto al medio ambiente, el rápido deterioro de las fuentes hídricas en Santander ha llevado a Marlon a gestionar un comité alterno del agua para que distintas comunidades defiendan el páramo de Santurbán y un comité jurídico alterno para que, con otros profesionales, tomen acciones legales a favor de los nichos ambientales afectados por los humanos.
Velásquez asegura que Marlon “se pone la 10” cuando se trata de servicio social. Aunque la fundación actualmente no cuente con los recursos monetarios para atender los casos de abandono animal, él busca medicinas, atención médico-veterinaria y hogares de paso para los casos que conoce. Ella sostiene que trabajar con él es una carrera de tiempo completo, pues es “puntual en exceso”, su constancia, responsabilidad, amor y sobre todo pasión demuestran que tiene claro que su compromiso de vida es servir y apoyar a los demás.
Los jóvenes son el presente
Para Marlon la frase “los jóvenes son el futuro del país” es un cliché que está mandado a recoger, asevera que ellos deben estar en primera fila portando la bandera del cambio, por ello, está en la búsqueda de jóvenes de todo Santander entre los 15 y 30 años para formarlos como agentes de cambio. Una de sus metas es capacitarlos en proyectos de liderazgo, que conozcan de acciones legales para defender los derechos de los ciudadanos, animales y entornos naturales para “convertirse en referentes de sus comunidades”.
Él no teme a los retos, en las comunas del norte de Bucaramanga pretende librar a los niños y jóvenes de la posibilidad de caer en las drogas y la delincuencia. Por medio de música, deporte y artes les pregunta: “¿Qué le apasiona en la vida?”, quiere mostrarles que hay muchos espacios en los que pueden participar y cambiar su mundo.
Con tristeza acepta que en ocasiones han perdido la batalla. En un barrio cuyo nombre omite por la confidencialidad de los casos, intentaron acabar con la venta de estupefacientes que llevaba una banda delincuencial. Con percusiones les enseñaron a llevar el ritmo de las arengas que cantan los barristas del Atlético Bucaramanga y los instruyeron en el estampado y venta de camisetas para empezar un emprendimiento, pero “la delincuencia fue más grande”, asegura Marlon. Aun así, no piensan dejar de luchar para ganar la guerra a punta de paz.
Marlon reconoce que son varias las personas que trabajan en la fundación, pero tampoco se atreve a mencionar solo cinco o seis porque no le parece justo. En parte es algo positivo, pues esa red de apoyo ha crecido tanto que para él es difícil contar el número de voluntarios que están al servicio de la comunidad. Este altruista incansable no solo pretende hacer parte de la revolución social, sino dejar el legado de la tenacidad por la vida.