Encontrar parques en Bucaramanga y su área metropolitana es una tarea bastante sencilla. Con cientos de zonas verdes públicas, este territorio de Santander tiene mucho para ofrecer en materia de naturaleza.
Aunque estos lugares no son realmente bien aprovechados y constantemente el gobierno debe realizar inversiones para poder brindarles a estos espacios un aspecto presentable, limpio y libre de daños que puedan herir a quienes gozan de estos, existe un lugar que entre una ola de tonos verdes aún es muy visitado por turistas y ciudadanos de la región.
Espacio para salir de la rutina
El Jardín Botánico de Floridablanca, ‘Eloy Valenzuela’, con más de 7,5 hectáreas logra aún cautivar a quienes deciden entrar a visitarlo en su horario de 8:00 am a 4:00 pm.
Para llegar a este lugar situado en la Avenida Bucarica, vía antigua a Floridablanca, se puede ir en carro particular, pues cuenta con un parqueadero sin costo adicional. Caminando, si se vive cerca, o en un bus de servicio público con ruta Caracolí, Florida.
Doña Gloria Méndez, una mujer de pelo grisáceo lleno de rizos de unos 52 años, espera sentada en la caseta ubicada en la entrada de este jardín. Luego de pagar el costo de $5.000, es posible seguir para disfrutar del lugar.
Inicia el recorrido
Martes, 1:56pm. Entra una familia conformada por cinco personas. Don Luis Figueroa de 43 años con su madre de 64, su tía de 70, su hija mayor, Sofía, de 16 y las dos pequeñas con gorra y overoles del mismo color, Mariana y Gabriela, caminan sonrientes por el parqueadero hasta llegar a una tortuga marroquí con quien sonríen las menores del grupo mientras su padre les toma una fotografía que más adelante subirá a Facebook compartiendo el día en el parque.
Mientras la familia sigue caminando y comienza a pasar el puente de base de cemento con barandas amarillas y verdes en forma de ‘u’ invertida que dirige a lo que es el recorrido en sí, se empieza a hacer fuerte el sonido relajante de la quebrada Aguablanca que corre por debajo de este puente. Entre rocas de gran tamaño y cientos de ramas de árbol de bambú, el ambiente urbano empieza a hacerse lejano y pensar dentro de un ambiente verde y puro comienza a ser real.
Una vez se cruzan los 10 metros de longitud de este enlace, José y manuel, padre e hijo de 55 y 16 años pasan de izquierda a derecha por la pequeña plazoleta donde se encuentra una placa en una base de 1,30m de alto hecha en cemento pintada en color verde con la siguiente leyenda:
“Remodelación y adecuación
Jardín Botánico Eloy Valenzuela
Elvia Hercilia Páez Gómez
Directora central CDMB
Año 2012
Diseño y dirección de la obra
Pedro Pablo Santamaría”.
Unos 30 grados centígrados a la derecha está un herbario cerrado, 20 pasos a la derecha más adelante, un auditorio que posee 88 sillas frente a una pequeña tarima que está siendo barrido por doña María, una bumanguesa de 37 años que lleva trabajando en el aseo del jardín por más de 5 años. Afuera este pequeño auditorio de paredes de ladrillos y color amarillo encendido, se ven cuatro ventanas cubiertas por “blackouts” blancos.
No todo es pasto y “matas”
Pasando esta zona común inicia el recorrido por grandes árboles y vegetación. Un sendero con varios caminos alternos hechos de cemento y baldosas que han sido cuarteadas por la fuerza con la que crecen las raíces de árboles y algunas plantas, empiezan a hacer sentir la edad que tiene cada uno de los elementos que componen este parque.
El señor Ismael Gutiérrez, celador del jardín pasa por lo que sería la parte trasera del auditorio mientras habla por teléfono celular mientras asume que nadie lo ve. Una de las tortugas pasa de lado a lado el sendero dirigiéndose a un Polyscias Scutellaria, conocida popularmente como ‘Pestaña’’, una planta procedente de zonas tropicales y subtropicales, integrada por pequeños arbustos y árboles que son capaces de conseguir tamaños muy variables.
- “Mira papi, otra tortuga”, grita una pequeña mientras corre hacia un “Florito” con gran cantidad de flores color rosa encendido.
A mitad de camino para llegar a un pequeño quiosco, las raíces de un gran árbol interrumpen las formas geométricas que conforman el suelo. Sin letrero que indique su nombre, su tallo logra medir más de 10 metros de altura, dotando de sombra sus ramas y unas cuantas “Bayonetas” y “Cueros de culebra” que se encuentran a su lado.
Antes de llegar a las Guaduas, una mujer alta, con cabello liso color castaño claro junto con un pequeño que lleva el uniforme de fútbol de la Selección Colombia, pasan mientras el menor emocionado le grita:
- “El primero que llegue a esa fuente de los deseos gana”.
Mientras la mujer que parece ser su madre finge iniciar una carrera que tendrá por ganador el niño.
Al lado del pozo lleno de monedas de diferente denominación, se ve un gran invernadero a unos 10 metros de distancia. En frente, una estructura cilíndrica de color blanco con texturas y techo de madera color café encendido, llamada “Capullo Guane” llama la atención de dos adultos mayores que se le quedan viendo.
Historia
Siguiendo por el camino se aprecian algunas de las 235 especies de “Palmetum” que posee Colombia. Palmas de gran altitud con troncos firmes hacen parte de la ‘’colección’’ que posee este jardín botánico.
- “Hasta a las matas les ponen nombres relacionados con política, vea”, le dice en voz alta un hombre canoso a su esposa que lleva gorra y se acerca a ver el llamado “ciruelo del gobernador”, mientras se ríe del comentario.
Fundado el 20 de enero de 1982, este jardín posee más de 400 especies de plantas vivas. Los nombres comunes con los que se conocen en la región llegan a ser graciosos y de gran atracción para quienes se detienen a leerlos. Este lugar es todo un centro de investigación científica de la flora nativa del departamento, donde también se busca conservar la genética de las especies vegetales, desarrollando investigación en métodos y técnicas de propagación de especies, restauración de ecosistemas degradados y potencialidad de uso de especies promisoras a cargo de la BGCI (Botanical Garden Conservation International), entidad de la que es miembro el Jardín.

Llegando a una curva que rodea una pequeña glorieta con “Heliconias”, pasa otro pequeño corriendo mientras les dice a sus dos padres que vienen detrás:
- “Aquí era donde hacíamos los picnics”.
Su madre le recuerda en voz baja a su pareja que el lugar no había sido el ‘Eloy Valenzuela’, sino el Parque la Flora situado en Bucaramanga.
Cinco minutos de camino más adelante, llenos de vegetación con historia, grandes ramificaciones, flores de colores vivos e infinitos tonos de verdes y marrones, es posible bajar 31 escalones con tres pequeños descansos que rodean Aguablanca con fuerte sonido que se ve en lo alto cuando se cruza el puente de barandas verdes y amarillas.
“Palo de agua” 100 % natural
Mientras el agua golpea las rocas a una velocidad considerable y el ruido logra relajar el cuerpo y dispone a la mente para pensamientos cómodos o de desahogo, uno de los jardineros del lugar, pasa afanado cortando un poco con la vibra del sitio mientras pregunta a un hombre de un metro con 70 centímetros si ha visto a otro de sus compañeros allí.
El gran “Higuerón” situado en esta parte del parque llama la atención de una joven que posa junto a él mientras su madre con un celular inteligente, le toma una fotografía para las historias de Instagram de la muchacha.
El calor empieza a disiparse con la brisa que sigue produciendo el agua al pasar, las libélulas rojas y demás insectos llamativos o comunes empiezan a acompañar la travesía hasta el lago donde alrededor de 12 patos de colores blancos, café y negro descansan o caminan en sus dos patas sobre un terreno construido a orillas de una pequeña casa con techo de tejas terracota y paredes de ladrillo. A lo lejos, tres patos nadan entre los peces que se encuentran en el agua color verde oscuro.
Pasando el pequeño círculo de agua rodeado de barandas verdes para impedir que alguien pueda caer en ella, se deben bajar 20 escaleras de piedras de formas irregulares para poder llegar a una ‘y’ que permite transitar otros lugares a la izquierda o volver al punto inicial a la derecha.
Tomando el camino de la derecha, dos señoras de aproximadamente 60 y 70 años, dialogan sobre lo refrescante que ha sido la salida. Mencionan la importancia que tienen lugares así y se ríen mientras se toman una “selfie” recordando la foto que se tomaron allí con una cámara Kodak de rollo cuando tenían 40 años y visitaban este jardín botánico por primera vez.
Por Yessica Espinel Burgos
yespinel116@unab.edu.co
*Estudiante de quinto semestre del curso Textos Especializados del programa de Comunicación Social de la Unab.