La auriverde pinta cada año las tumbas del Cementerio Central Católico Arquidiocesano. Un promedio de 150 lápidas correspondientes a hinchas de la Fortaleza Leoparda Sur resaltan por sus colores verde y amarillo, el escudo y su inscripción conmemorativa a la vida. “El día que dejen de recordarme, ese día moriré”, dice una de las frases que se encuentra en la mayoría de las tumbas.
Luciendo la camiseta del leopardo luego del partido Bucaramanga- Águilas de Pereira, en el que se dio un empate 2-2, Andrés Fernando Pabón, integrante de la barra desde el 2012, recuerda la muerte de su compañero Michael Tarazona, “Ñañel”, como le decían en Colorados, barrio del norte de Bucaramanga, donde se encuentran uno de los ‘parches de la Fortaleza Leoparda.
“Representa una pérdida profunda porque era un hermano de calle, un hermano de fútbol. Es como perder un familiar, pero no de sangre”, dice Andrés Pabón tras recordar la muerte de “Ñañel”, luego de ser arrollado por un tractocamión persiguiendo la ilusión de ver a su equipo del alma. Así como Michael Tarazona, 15 hinchas de este equipo han perdido la vida en hechos similares, cuenta Miguel Rueda, líder de la barra.
Pabón inicia su relato recordando el ritual que hay tras la muerte de un “hermano de fútbol”. Se realiza una colecta para alquilar el bus que los llevará a todos al cementerio, “pero por ‘parche’, porque a veces los de los otras partes no sienten lo mismo que uno siente”, expresa Pabón.
Se escucha el “El último adiós”, una de las cumbias de Javier Martínez, que da pie para la entrada del féretro donde se resguarda el cuerpo de aquel hincha leopardo que durante años alentó a su equipo del alma. Con bombos, trompetas y trapos, banderas que identifican a la hinchada, los pertenecientes al ‘parche’ hacen el recorrido por el cementerio hasta llegar al panteón correspondiente.
Luego de una hora de serenata y con los trapos al aire, se mete el cuerpo a la bóveda. “Todos quieren verlo y son demasiados, entonces buscan la forma de observarlo y se hacen donde sea, hasta encima de los panteones”, cuenta Andrés Pabón. Igualmente resalta la canción que ellos mismos le hicieron a “Ñañel”.
“Para él que desde el cielo alienta conmigo, ya no lo ves, no lo tocas, pero está presente…”- canta una estrofa de la canción.
Mientras hacen la respectiva sepultura unos lloran, otros ríen y la mayoría según Belarmino Pabón, sepulturero desde hace 16 años del Cementerio Central, se encuentran “trabados” y hablando de las experiencias que tuvieron con el “ñero”.
“He enterrado jóvenes desde los 14 años y como hasta los 25 años. He escuchado que han muerto por balas o por las pandillas”, señala Belarmino. Luego de ser enterrado, entre todos recolectan plata para hacer el trapo representativo, “ya sea con el rostro de la persona o una frase y cada vez que juega el leopardo “Ñañel” alienta desde la tribuna más grande, el cielo”, dice Andrés Pabón.
Un trapo es una identificación
Para un hincha de un equipo de fútbol no hay nada más sagrado que su bandera o su camiseta. Ese objeto no es solo tejido de hilos que se entrelazan, es un ícono que simboliza un caudal de emoción hasta llegar al delirio.
“Es como quitarle un bebé a una mamá, representa lo que nosotros somos. Somos barra, somos nuestro barrio. Si nos quitan un trapo, nos quitan nuestro nombre”, manifiesta el hincha. El trapo en las manos representa el sentimiento más noble, como si fuera la madre, la dignidad, el orgullo, que se porta con un ardor hecho llama, que es imposible dejar de profanar.
Por él se entrega la vida misma para defenderla, no importa que se tenga que derramar sangre, sudor y lágrimas. Es por eso que nadie se la deja arrebatar, y es una deshonra para quien permite que le quiten de sus manos el estandarte.
“Bucaramanga es mi tierra”
La Fortaleza Leoparda Sur, la barra brava del Club Atlético Bucaramanga, se creó en 1998 y hoy cuenta con más de 3.000 jóvenes que por costumbre y pasión acompañan al equipo. Andrés Fernando Pabón hace parte de la barra desde el 2 de febrero del 2012. Con tan solo 15 años, empezó a ver este pasatiempo como un orgullo y un sentimiento a seguir, “yo me siento identificado con el Bucaramanga porque es mi tierra, es el equipo que saca todos esos sentimientos que tengo adentro”.
Como él, continuamente jóvenes y líderes se reúnen semanalmente para hacer las respectivas reuniones de barrios o de ‘parche’, que se realizan con el fin de organizar los respectivos cánticos y todo lo que se lleva a cabo antes y durante el partido.
Igualmente resalta que ellos también trabajan para la comunidad. “En navidad, por ejemplo, nos vamos a los barrios marginados de la ciudad, entregamos detalles a los niños y les damos alegría así sea por un día.

En el Cementerio Central resaltan las lapidas pertenecientes a los hinchas del Bucaramanga, resaltan por sus características decoraciones. / FOTO FRANCIA ANGARITA
Siempre tenemos las ganas de ayudar”. Tras la previa, antes de empezar el partido, la hinchada recibe a los jugadores con canciones y alientos que, como Miguel Rueda, líder de la barra, cantan con todo el sentimiento. Para muchos, acompañar al equipo y portar el ‘trapo bendito’ es confundir el espíritu y el alma infinita, sumergidas en mares de triunfo, de victorias extremas sin control.
En ese momento el mundo de los 3000 hinchas pertenecientes a la Fortaleza Leoparda, está en esos noventa minutos de estremecimiento, excitación, agitación y locura. “Cuando cantamos el himno, esa sensación no tiene explicación, pero se siente bien, es de lo que yo estoy enamorado de ese equipo. Darle ánimo para que ganen y sientan lo que uno siente, el amor hacia nuestra tierra”, concluye Rueda.
Francia Helena Angarita
Fangarita881@unab.edu.co