Por Pastor Virviescas Gómez
pavirgom@unab.edu.co
En estos tiempos de redes sociales, memes, noticias falsas y anónimas, intermediarios de la fe y abanderados del positivismo, las fuentes periodísticas no pueden ser San Malaquías o Nostradamus.
Recordemos lo que nos dijo en la Universidad Autónoma de Bucaramanga por allá en 2011, con motivo de su visita a la Feria del Libro, el economista chileno Manfred Max Neef: “Lo único que nos diferencia de los animales es la estupidez”. Lo expresaba un curtido investigador e intelectual que en 1983 recibió el Premio Nobel Alternativo de Economía Right Livelihood Award y quien hasta el último día de sus 87 años de existencia fue un permanente crítico del modelo neoliberal que prioriza al sector financiero y los grandes capitales, por encima de la sociedad y del medio ambiente. “La economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía”, subrayaba.
Por lo tanto, medios de comunicación y periodistas estamos en la obligación de consultar fuentes oficiales como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). A expertos epidemiólogos y científicos como Moisés Wasserman Lerner, exdirector del Instituto Nacional de Salud (INS) y exrector de la Universidad Nacional, quien tiene el conocimiento y la experticia para poder afirmar que el promedio de personas que contagia un infectado está en cerca de 2,5.
Nuestra obligación detrás de una cámara o un micrófono es no ir soltando olímpicamente titulares como lo hizo ese periódico amarillista al anunciar con la falta de rigor que lo caracteriza, que cuatro millones de colombianos pueden morir por la pandemia del coronavirus, sin citar fuentes y confundiendo asintomáticos, casos positivos, pacientes en aislamiento o en cuidados intensivos y fallecidos.
Ante la pasmosa ignorancia de considerables sectores de esta sociedad santandereana -sin distingo de estrato-, a la que se suma la falta de conciencia, la irresponsabilidad y el ‘importaculismo’, los medios tienen que servir para algo más que para hablar de farándula, deportes y música.
Les sigo escuchando a colegas jóvenes y veteranos, que pasaron por una universidad y empíricos, que esta es una gripa como las demás o que detrás de toda esta crisis sanitaria global lo que hay es una conspiración en la que –inspirados en series de televisión- mezclan servicios secretos, laboratorios intereses siniestros.
Pues hasta sí la hay, pero de periodistas irresponsables que no están informando adecuadamente para que la comunidad extreme las precauciones, empezando por el aseo personal, el lavado de manos y de ropa, quedándose en casa, acatando el toque de queda y el aislamiento obligatorio para no poner en riesgo su vida, las de sus familiares y las de los demás vecinos o extraños que no tienen por qué pagar los platos rotos.
Miren cómo Italia ya superó en número de fallecidos a China, mientras que en España la situación adquiere ribetes escalofriantes.
No es para que la gente entre en pánico, pero con la experiencia de haber estado dos años al frente del asunto en el Ministerio de Salud de Colombia, encarando catástrofes como el terremoto del Eje Cafetero y la incesante crisis hospitalaria, puedo recalcar que los medios de comunicación tienen la función ineludible de hacer tomar conciencia con información veraz. Y por ningún motivo caer en el juego de las especulaciones.
De un tiempo para acá no dependemos solamente de periódicos, emisoras y canales de televisión. Por fortuna contamos con las redes sociales, así que utilicémoslas adecuadamente. Este virus y la enfermedad que produce, el Covid-19, son producto de la evolución biológica, no le echemos la culpa a las divinidades.
La Ciencia ya conoce el genoma completo del virus, pero mientras llega la vacuna tenemos que estar al día en información. Tenemos que estar a la altura de la misión que nos confían los ciudadanos y documentarnos. De otra manera, el camino nos llevará colectivamente al desbarrancadero.