Este año, la Federación Internacional de Atletismo Aficionado (IAAF) escogió a los 60 mejores jueces del mundo, para someterlos a una evaluación y dejar a los 34 más aptos para juzgar a nivel mundial y ser juez nivel tres, es decir, oficial técnico, el encargado de decidir sobre lo que no está escrito o no se entiende, y queda a decisión de dicho juez.

Entrar dentro del grupo de 34 es la aspiración del charaleño Jaime Enrique Santos Rodríguez, reconocido en el ámbito nacional como el mejor juez de atletismo de Colombia y el mejor juez hombre en Sudamérica.

Pasó la primera prueba de la IAAF, una entrevista vía Skype, en donde convenció a los evaluadores de su dominio del inglés, y logró un tiquete rumbo a Londres (Inglaterra), el 18 de este mes. El 23 de octubre sabrá si quedó entre los elegidos.

Para convertirse en oficial técnico, debe alcanzar mínimo 80 de los 100 puntos que vale la prueba, que consiste en: una prueba escrita sobre análisis de casos y juzgamientos (79 puntos) y otra oral, en la que debe responder tres preguntas, donde cada una vale siete puntos, en las que debe demostrar el dominio de la lengua extranjera y la resolución de un caso.

Pero esto es lo técnico, lo que en el mundo del atletismo se necesita para convertirse en un profesional en la materia. Detrás de Santos Rodríguez hay una historia de superación personal, momentos que han marcado no solo su carácter, sino su estilo de vida y que lo han llevado a convencer a la élite de este deporte: el día que lo nombraron juez de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Brasil, en 2016, la tarde que vio “volar” a Caterine Ibargüen y ganar la primera medalla de oro en la pista del João Havelange, y su batalla por no dejarse vencer por la poliomielitis.

Un recorrido por el pasado

Su inicio como juez local se remonta a 1978, cuando tan solo tenía 15 años. Su debut fue en el estadio Alfonso López de Bucaramanga, cuya pista de atletismo era de carbonilla asfalto.
Dos años después empezó su ascenso y consigo la llegada a torneos en distintas regiones del país. Uno de los que más recuerda fue la Copa de las Américas, en 1989, cuando fue juez árbitro en la prueba de salto alto y el atleta cubano Javier Sotomayor intentó batir el récord mundial. Años más tarde, el deportista de Matanzas (Cuba) fue reconocido como ganador de una medalla olímpica, dos campeonatos mundiales y tres títulos panamericanos.

“Para mí hubiera sido un lío empezar a medir que no se hubiera pasado ni un milímetro, había un montón de cosas que para la situación del estadio y el torneo hubiera generado un problema tanto a nosotros como jueces, e inclusive, para la Federación Colombiana de Atletismo. El atleta no logró el récord mundial, pero es una de las grandes experiencias de mi vida”, recuerda Jaime Santos.

En 1999, la Federación organizó el primer curso nivel 1 para ser oficial técnico nacional. Ese mismo año, en el Campeonato Sudamericano de Bogotá, siendo juez árbitro de la prueba de martillo, recibe un golpe en su pierna derecha con el implemento de 7,250 kilos. Se reventó el cable en las manos del argentino Juan Cerra (campeón suramericano en nueve oportunidades y de forma consecutiva) y rompió la malla, por razones desconocidas.
El impacto lo recibió en la pierna afectada por la poliomielitis. Se rompió la tibia. Fue llevado a una clínica. Al día siguiente con el yeso puesto desde el tobillo hasta la cadera, regresó a la pista a seguir juzgando.

“Es una enfermedad que siempre estará presente en mi vida, nunca dejaré que afecte mi entorno profesional. Me acepto como soy, me enorgullece ser diferente”, comenta sentado en el jardín de su casa, en el barrio Paragüitas, en Floridablanca.
“Me enfoqué en el atletismo, una parte muy importante en mi vida. Después de mi familia está este deporte. Como le digo a mi esposa, tengo más tiempo comprometido con el atletismo que en 15 años de matrimonio”, afirma el juez.

En los Juegos Olímpicos Río de Janeiro de 2016

En 2016, Santos se presenta como voluntario en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Al llegar a Brasil la IAAF decide sacarlo de la lista de voluntarios y ubicarlos como juez adjunto en la cámara de llamado, un cargo de responsabilidad, en el que se debe estar atento del horario del evento, entre otras actividades.
Esto le permitió vivir una de las experiencias más emocionantes de su vida, el día que la atleta de salto triple, Caterine Ibargüen Mena, saltó 15.17 metros, convirtiéndose en la primera deportista que trajo a Colombia una medalla de oro olímpica. Fue el 14 de agosto de 2016. El charaleño recuerda que junto a la esbelta morena hicieron una oración, se abrazaron y se despidieron.
“En ese momento tomé la decisión de ir a cantar el himno de Colombia, dejé mi puesto de trabajo para acompañar a la vencedora colombiana. Fue inolvidable”, menciona el juez.
Más que un oficial técnico

Más que un oficial técnico

Este año la IAAF le designó al colombiano el cargo de técnico para el Primer Sudamericano Sub 20 en Guyana, lo que además significa que la Federación Internacional le ha asignado un cargo mayor sin haber completado el curso de oficial técnico. Por otra parte, el delegado técnico es el juez que maneja la parte administrativa y técnica del torneo, siendo la autoridad deportiva que va por encima del oficial técnico.

“La IAAF me mira con otros ojos, no solo por la experiencia y el conocimiento adquirido, también observan mi bagaje académico. En mi caso soy ingeniero mecánico, especializado, con 39 años de experiencia en el juzgamiento”, asevera Santos Rodríguez.

Por Keiller Manuel Solano Matamoros

Ksolano30@unab.edu.co

 

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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