Alguna vez el químico francés Louis Pasteur dijo que “la suerte favorece a las mentes preparadas”. Y es que así se refiere Jorge Reynolds Pombo a la invención del primer marcapaso externo en 1958, donde todo se dio en condiciones en las que fue más suerte que otra cosa, como lo recuerda el bogotano que aún conserva el acento ‘cachaco’ de otras épocas.
Tiene 79 años y hoy funciona como él lo llama, a “propulsión cocacólica”, porque lo que más disfruta es una Coca-Cola helada. Proviene de una familia que incluye al escritor colombiano Rafael Pombo y Oswald Reynolds, uno de los médicos que contribuyó a la creación del primer equipo de rayos x, en compañía de Marie Curie, científica polaca ganadora del Premio Nobel de Física en 1903 y de Química en 1911.
Estudió dos años ingeniería civil, luego se cambió a ingeniería eléctrica y posteriormente realizó sus estudios universitarios en Trinity Collage, en Cambridge (Inglaterra), donde se graduó como ingeniero electrónico. Hizo parte de la primera generación en salir de esta carrera en todo Europa, y contó con profesores como Albert Einstein, físico alemán de origen judío ganador del premio Nobel de física en 1921.
Regresó a Colombia donde trabajó simultáneamente en la Universidad Nacional y en la recién inaugurada Clínica Shaio. Fue en este lugar donde se inició su interés por el corazón, “al ver la cantidad de personas que morían a causa de bloqueos auriculoventriculares y que no existía ninguna solución, me vi impulsado a crear un sistema artificial que pudiera dar alguna solución”, expresó durante la conversación.
El corazón
Este tipo de arritmias cardiacas, también conocidas como bloqueos AV, son una falla eléctrica producida en las aurículas y ventrículos del corazón, que generan trastornos en los impulsos producidos por este ‘motor’ del cuerpo, que bombea la sangre a todo el organismo.
La función del marcapaso es regular por medio de impulsos eléctricos, la estimulación cardiaca dependiendo de las exigencias y necesidades, de cada momento en la vida diaria. El primer prototipo lo desarrollaron con un tocadiscos, de acuerdo con Reynolds Pombo, “tenía un cono de aluminio, al girar el disco, unas escobillas de cobre donde estaba la aguja, generaban un impulso eléctrico”.
El marcapaso pesaba 50 kilos y debía ser llevado en uno de los carros en los que se cargan las balas de oxígeno. Jorge Reynolds con apenas 21 años, y el médico Alberto Vejarano Laverde, ya habían estado experimentando el aparato en perros obteniendo buenos resultados, aunque también habían dejado una gran mortandad de estos animales.
La patente
El ingeniero estadounidense Wilson Dreatbatch patentó como invento suyo el marcapaso en 1962. Sin embargo, el primer marcapaso externo se implantó en Bogotá, con tecnología colombiana, en una cirugía de aproximadamente nueve horas y que necesitó de ocho médicos. “En muchos casos las patentes son necesarias, permiten el desarrollo tecnológico, pero considero que por lo general las patentes son un sistema egoísta, solo buscan beneficios económicos totales y restringen el uso del sistema que se ha creado”, comenta Reynolds.
Este colombiano ha publicado más de 240 artículos en revistas científicas, pero su interés por entender el corazón humano lo llevó a embarcarse en el Calypso, el mítico barco del novelista y cineasta francés Jean Cocteau, en las Islas Galápagos, para estudiar el corazón de las iguanas marinas, debido a la capacidad que tienen de detener su corazón hasta por 45 minutos, para protegerse de los depredadores, y volver a retomar voluntariamente el ritmo cardiaco. “Cada día me sorprendo, aprendo y me doy cuenta de que se menos”, asegura Reynolds Pombo.
También estuvo en el pacífico conociendo el corazón de las ballenas jorobadas, que es cuatro mil quinientas veces más grande que el del hombre, y permite entender a mayor escala el funcionamiento del ser humano, usando nada más que los submarinos que tenía destinado el Gobierno colombiano para conflictos bélicos.
Pese a esto, la colaboración que ha recibido del gobierno colombiano para realizar investigaciones ha sido escasa. “Hay una historia que habla de la época de la colonia, en que un sabio que iba a ser fusilado le pide clemencia al rey y este le responde: ‘España no necesita de sabios, necesita guerreros’. Actualmente, el país tiene un Colciencias inoperante que no sirve de nada, fuera de hacer propaganda y quizás preparar un par de doctores, que regresan al país sin recursos para poder trabajar, se van desesperados y no quieren volver. De aquí se sale totalmente frustrado. Un país que no invierte en ciencia y tecnología, es un país que no puede salir del subdesarrollo”, comentó Reynolds Pombo.
El sacerdote, Gerardo Flórez llegó de Guayaquil (Ecuador), había tenido tres paros cardiacos ese día, se quedaba sin ninguna esperanza y no había nada qué hacer por salvar su vida, excepto el uso de un aparato que estaba por esos años, todavía en experimentación. Reynolds Pombo se opuso a realizar la implantación del marcapaso en el sacerdote ecuatoriano, pues asegura que no tenía ninguna referencia, era un procedimiento peligroso. Sin embargo, “me lograron convencer y el sacerdote por su parte me aseguró que si no sobrevivía a la cirugía y moría, yo no me iba a ir al infierno”. Flórez vivió 18 años más luego de ese día. Recibió todas las actualizaciones del marcapaso que existieron en los años siguientes y falleció a los 104 años.
Por Lina Marcela Montes Espinal.
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