Por Jesús Andrés Núñez Parada
jnunez701@unab.edu.co
La pandemia ha dejado para algunas personas pérdidas económicas que tuvieron que solventar con diferentes estrategias; para otros, fue un proceso de adaptación de sus labores cotidianas, incluso, ha representado para algunos una oportunidad. Para aquellos que no tenían nada, solo ha incrementado su condición de vulnerabilidad. Sin embargo, esta población no es invisible para todos, hay quienes se dieron cuenta de esa situación y se pusieron al servicio de los más afectados.
Daniel Hernández Díaz es un bumangués de 21 años que, conmovido por la necesidad que muchos habitantes de calle estaban pasando a causa de la coyuntura actual del país, decidió aportar desde sus medios, para llevar alimentos semanalmente a estas personas, brindando una ayuda para esta población que se encuentra desfavorecida.
Este joven, estudiante de la tecnología en Turismo Sostenible de las Unidades Tecnológicas de Santander, es el hijo menor de María Díaz, docente de la Institución Educativa San Pedro de la Tigra, en El Playón. Él y sus hermanos, Fabián y Maryuri Hernández, pasaron gran parte de su infancia y adolescencia en El Carmen de Chucuri.
El detonante
“Cuando empezó el aislamiento, la ciudad quedó completamente desolada, solo se veían domiciliarios, personal médico y autoridades, en esos momentos me di cuenta de la cantidad de personas que se albergan en las calles”. De esta manera, nace la preocupación de Daniel, y de su compañero de labor, Jean Carlos Rivera, quienes más adelante fundarían la organización sin fines de lucro, Hágalo con fe.
Recuerda que la intención de servir nació a inicios de la cuarentena, cuando vio en redes sociales el caso de una anciana que solicitaba ayuda, pues había perdido su trabajo: “Saqué de mis ahorros y le di un mercado pequeño”, afirma Hernández, sin saber que esto se convertiría en el inicio de un proyecto social más grande. Al publicarla en sus redes sociales, su compañero Jean Carlos, le comentó su interés por este tipo de acciones.
Después de aquella publicación en Facebook, estos dos jóvenes se detuvieron a pensar en la situación que estaban viviendo las personas en condición de calle. Pues según el Censo de Habitante de Calle, publicado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), en Bucaramanga y su área metropolitana son 1.960 habitantes en esta condición. Al ver la cantidad de personas que estaban pasando necesidad, una semana después salieron a llevarles comida.
Hágalo con fe
Desde el inicio tenían claro que sus ayudas irían destinadas a indigentes, migrantes y recicladores, pues como él lo plantea, “dependen de las personas que les dan monedas, de la comida que encuentran en la basura de restaurantes”, y a causa de las medidas de aislamiento que regían en ese momento, el flujo de gente en las calles no era mucho y los restaurantes permanecían cerrados, así que las ayudas se redujeron.

Fue así como el martes 14 abril nació el proyecto social que Daniel lideraría, junto a su compañero Jean Carlos. “Nos reunimos, recogimos dinero, hicimos sándwiches y unas bebidas, las amarramos en la moto y salimos”, Menciona Hernández, recordando el primer día de su labor.
Hacia las 7 de la noche, salieron de la casa de Rivera, lugar donde inicialmente preparaban los alimentos, y que está ubicada en el barrio Hacienda San Juan. Con 60 refrigerios amarrados a la moto, recorrieron la carrera 33 repartiendo a todo aquel que encontraran en condiciones vulnerables. Esa noche, su recorrido culminó en la Avenida Quebradaseca con carrera 15. Al día siguiente, crearon un grupo de Whatsapp con otras siete personas que se interesaron en la iniciativa.
El compromiso de servir
Seis meses después, al grupo se han unido cerca de 15 personas, que se reúnen cada martes, para entregar entre 140 y 160 refrigerios por las zonas donde hay mayor concentración de esta población. Incluso, con el tiempo, y al darse a conocer dentro de la comunidad, el restaurante La Barra, ubicado en San Alonso, les permitió utilizar su cocina para preparar los alimentos, convirtiéndose en un apoyo para la organización.

La mayor dificultad para estos jóvenes ha sido buscar los recursos para preparar la comida, pues estos salen de donaciones que los mismos integrantes buscan mediante la promoción de su labor. “Es complejo conseguir los recursos para hacer esto semanalmente, cada uno se encarga de hacer llegar la información, pero no siempre las personas están dispuestas a ayudar”, sostiene Daniel. Sin embargo, destaca que gracias al compromiso del grupo, “han sacado a flote esta linda causa”.
Aún con dificultades, y con el tiempo y el trabajo que esta labor exige, este joven se mantiene firme en su causa, motivado por la gratitud que le demuestran aquellos a quienes han servido, “para ellos es mucho, todos lo reciben y se alegran al ver el grupo, por esa sencilla razón, cada semana sacamos tiempo y colocamos un granito de arena para seguir”.