Por: Samuel Caballero/scaballero240@unab.edu.co y Santiago Vásquez/svasquez592@unab.edu.co

Estamos en un salón amplio y oscuro. Las luces de colores rebotan en los murales pintados alrededor del sitio. En la pared del lado izquierdo hay un escenario que parece salido de una colaboración entre Magritte y Dalí: un tigre violeta repleto de ojos fosforescentes cruza de un salto una puerta hacia algún universo diferente. Somos alrededor de 30 personas. En eso se escucha una voz que grita “¡música!”, y le da paso a una canción de reggaetón. Después, esa misma voz repite “Cámara rodando… ¡Acción!”, y empieza a bailar un grupo de jóvenes. Al frente de ellos, sosteniendo una Sony Alpha, vestido con un overol negro y mirando la pantalla con los mismos ojos que el tigre pintado en la pared, está Kike. Analiza cualquier detalle, en lo más mínimo, y procura capturarlos. “Se me hace muy raro, y muy loco, que hayan pasado tantas cosas y en tan poquito tiempo”, dice cuando reflexiona sobre el 2021, y lo que ha sido apenas el último mes.

Hay un refrán en inglés bien conocido que dice “Work hard, play hard”, que, por encima de su traducción literal, se refiere a trabajar y relajarse de la misma manera. Kike es la personificación de esa frase. Es martes 29 de marzo y está en la discoteca La Poderosa desde las 8 de la mañana. Durmió 4 horas. Se acostó en la madrugada del martes y tenía que estar despierto temprano para grabar el video en la discoteca/restaurante, para la que también trabaja como community manager. El fin de semana salió de fiesta todas las noches, desde el viernes, y estuvo editando y tomando fotos en lo que salía el sol. Toda esa semana estuvo creando contenido para redes sociales, y eso que llegó el martes al mediodía de Bogotá. Estaba en el concierto de Miley Cyrus, una de sus cantantes favoritas, al mismo tiempo que fue a la Academia Show Models Agency a dar una pequeña clase, conocer modelos y conectarse con más personas que trabajan en ese ámbito. Todo el tiempo usó su cámara.

De hecho, tuvo una sesión el lunes 21 en el centro de Bogotá, justo en la mañana, antes de ir al Movistar Arena a hacer fila para entrar al concierto. Al mismo tiempo, cuando comenzaba la primera canción del show de la cantante estadounidense, Kike estaba en una reunión por meet con las personas de la agencia de community management en la que trabaja. A principios de mes estuvo en la costa caribe. La noche que iba viajando el ELN iniciaba el paro armado que duró un fin de semana, y volaron un puente que quedaba en la ruta por la que tenía que pasar el bus en el que iba. Les tocó tomar una ruta alterna con la inquietud de si podía pasar algo más. Pero llegó, junto con su mejor amigo Sebastián, después de 4 horas más de viaje, al hostal Costeño Beach a descansar y al mismo tiempo trabajar desde la distancia. En Bucaramanga, después de grabar el video, va a seguir en un sinnúmero de sesiones, ediciones y publicaciones, hasta el mes de mayo, donde va a viajar a Manchester a ver a Little Mix, su girlband favorita, y a seguir tomando fotos.

Talento joven

Jorge Enrique Becaría Pineda tiene 22 años. Mide 1,73 metros, es de tez morena, lleva el pelo liso, que naturalmente es negro, hacia el lado y es de contextura media. Su rostro refleja la buena energía que siempre carga, y cada que puede sonríe de una forma que hace que cualquiera que esté compartiendo con él se sienta seguro y en confianza. Entró a estudiar Comunicación Social en la Universidad Autónoma de Bucaramanga cuando tenía 16 años. Ahora, cuando mira atrás, después de haberse graduado, y al darse cuenta de que vive de las fotos que captura, dice “Lo más chistoso es que yo nunca lo contemplé”. Fue la vida, el destino, o como se llame esa entidad encargada de mover los hilos de la existencia, que puso la fotografía en su camino. “Literalmente la primera clase que vi en toda la carrera, un lunes, fue fotografía”. Desde ahí quedó amarrado, y ahora la cámara es prácticamente una extremidad más para él. En los siguientes semestres hacía pequeñas reuniones con sus compañeros de carrera, donde les tomaba fotos y empezaba a experimentar. Fue creciendo su habilidad, y al pasar el tiempo fue conociendo más personas con las que hacía pequeñas sesiones y se daba a conocer.

“Yo no sé cómo conoce a tanta gente”, es una frase que se escucha seguido cuando las personas hablan de él. De hecho, el video musical que están grabando en la discoteca fue precisamente una idea de Kike. El artista, Mathius Valencia, es amigo suyo. En esas charlas que Enrique tiene con sus amigos, salió el tema de la canción “Prohibido” y la posibilidad de hacerle un video. Es bastante agotador. En lo que pasa el tiempo se ve el cansancio en las demás personas y, más que todo, en el joven de 22 años que está vestido con un overol negro y una camiseta blanca de rayas negras y tiene una Sony Alpha en sus manos. Ya a las 3 de la tarde se ve en sus ojos esa mezcla extraña entre el cansancio y la felicidad de alguien que hace lo que le gusta. Pero igual y con todo, a pesar de estar disfrutándolo, el medio artístico consume.

Kike grabando el video musical de la canción “Prohibido” en la discoteca La Poderosa de Bucaramanga. Foto de Santiago Vásquez.

“Hay qué comer mucha mierda y arrastrarse para darse a conocer”, le responde Kike a uno de los amigos que asistieron a la grabación del video musical, cuando este le preguntó por qué hacían el video gratis, aprovechando que era el trabajo para una clase, y no cobraban. Él es consciente, y por eso no se le niega a nada. Su hermana, Cindy Paola, lo dice seguido y lo resalta como una cualidad que lo hace una persona excepcional. La sorprende el hecho de que tenga una edad tan corta y sea tan maduro. Destaca la forma en la que lucha por sus sueños, y el hecho de que, a ella, siendo 9 años mayor que él, le ha enseñado mucho sobre amor propio y fortaleza.

Esa fortaleza, que precisamente proviene del amor, es la que lo sostiene a las 4 de la tarde al lado de la columna que soporta el segundo piso de la discoteca. Su cuerpo no da más. “Llego a mi casa a llorar”, dice. Y ese amor, es el que Kike les transmite a las personas que lo rodean. Alrededor de él se respira un ambiente de paz y armonía, incluso en contextos caóticos como los de un rodaje. Por eso en el set se escucha su nombre repetidas veces, como si fuera él el centro de la grabación, y no el artista al que le están grabando el video. “Yo creo que es porque le dije a los demás que no me hicieran ninguna pregunta sobre el guion que estamos grabando, porque se supone que ellos ya deben saber eso. Pero Kike no es así. Él tiene don de gente”, lo justifica su compañero Julián Liévano, que tiene el cargo de director en la grabación, y es compañero de estudio de Kike en el Columbia College. 

Nobleza a veces y a veces dureza

A pesar de ser la representación física de la ternura y la nobleza, Jorge Enrique también es duro. “Es muy duro y directo. Ser parte de la vida de él significa que tienes qué acostumbrarte a esto”, dice su hermana. Por eso no se deja afanar en el trajín del rodaje. Evita levantar la voz, y si alguien lo hace con él, no duda en responder de la misma manera. Su orientación sexual, y su forma de actuar, pueden ser tomadas por gran parte de personas como una excusa para pasar por encima de él. Pero ya pasó mucho como para dejar que ese tipo de experiencias se repitan.

“Alguien me sacó del closet”, recuerda bien. No fue de la manera que quiso, pero le tocó adaptarse a la circunstancia. Bien dicen las personas eso de que un pueblo pequeño es un infierno grande. Así lo experimentó Kike a los 14 años. Un compañero de clase, que, según él, “no vale la pena mencionar su nombre”, empezó a escribirle seguido, y en un tono diferente. En una de esas conversaciones, le preguntó si quería ver algo y le mandó una foto desnudo. Kike quedó confundido, y le preguntó el porqué de esa foto. Su compañero respondió: “¿Usted no es gay?”, a lo que Kike aclaró que sí, pero no significaba que le gustaran todos los hombres. La respuesta quedó en leído, y al otro día estaba la captura de pantalla de la presentación en ask.fm, una red social que estuvo de moda a mediados de los 2010.

Aunque se rumoreaba sobre su gusto por los hombres, y aunque ya lo había hablado con sus amigas, no fue hasta ese momento que se hizo oficial. Tuvo que soportar chistes ofensivos. Aguantó rechazo por parte de personas desconocidas, e incluso golpes de compañeros de colegio. “Yo lo pasé horrible allá”. Pero, a pesar de que la mayoría de las personas en Barbosa tenían su nombre en boca para hacer comentarios, su familia y principalmente su padre, lo apoyaron. El día que se enteró, llegó a buscarlo al colegio. “Él nunca hacía eso”. Lo invitó a comer una ensalada de frutas. “Eso también era muy raro que lo hiciera”. Y le dijo que a él solo le importaba verlo feliz. 

Por eso fue tan difícil junio del 2021, cuando Jorge Horacio Becaría, su padre, murió. Él era el eje de la familia. Era el puente de comunicación entre su hermana y su mamá. Desde que una bacteria, sumada a las secuelas del Covid, arrebató su vida, se dio cuenta que solo estaban él y a su hermana. Ahí ambos decidieron mejorar su relación y dejar al lado sus diferencias. Cindy dice que es por el hecho de que siempre fue muy consentido, por ser el menor de 4 hermanas, y la brecha generacional hizo mella. “Ya yo dejé mi etapa de querer salir de fiesta. Él está en eso aún”, y está bien. Todo cambió desde que ambos quisieron entenderse más. 


Kike haciendo el video musical del artista Mathius Valencia en la discoteca La Poderosa.

A pesar de todo lo que ha pasado, es una persona que respira y transpira amor, comprensión y ternura. Todos hablan de su nivel de compromiso y dedicación. Dicen que es muy bueno en lo que hace, y no sabe cómo se le han abierto tantas puertas. Aunque, eso sí, él mismo afirma que le gustaría empezar a poner más límites, para no verse envuelto en tantos compromisos como en los que estuvo a principio de año, donde era community manager de otras 4 empresas más, y, en las noches, “hasta a Morfeo le tomaba fotos”. 

Mirando el futuro

Cuando piensa en el futuro lo hace con optimismo y expectativa, porque si ha logrado tanto hasta ahora, no sabe qué hará después. “Yo nunca me imaginé poder participar en ferias de moda como fotógrafo de cabecera, o que mis fotos salieran en medios de comunicación nacionales”. Dice que estaría muy feliz viviendo en un país con un ambiente más fotográfico, como México o Reino Unido, a pesar de que Colombia tiene muy buenos profesionales. Le encantaría trabajar en alguna revista y ser fotógrafo de artistas musicales: “Sé que voy a estar en alguna alfombra roja. No sé cómo, pero va a pasar”, sueña con los pies en la tierra. Pero mucho más, se ve inspirando a las personas a que sean ellas mismas e impulsarlas a creer y crear.

A pesar de que haya malos momentos, Kike sabe que van a venir cosas mejores. Tiene ese presentimiento dentro de sí, que se mueve por esa vena sensible que heredaron de su abuela paterna. “Ella sabía leer las cartas, así como Kike, y nos las leía a los nietos cuando queríamos preguntarle cualquier cosa”, dice Cindy. Cuando estaba más pequeña, cuenta que quería un hermano y les decía a sus papás, pero don Jorge solo respondía diciéndole que recortara cualquiera que le gustara de las revistas, que él se lo compraba. Ella no aguantó, y le preguntó a su abuela si al fin iba a tener un hermanito, y ella le respondió que sí. “Me dijo que iba a ser varón, moreno y alto. Cuando le conté a mis papás se rieron, porque aparte mi mamá planificaba, y al mes salió embarazada”. Desde pequeño siempre fue una prueba de que, cuando las cosas tienen qué ser, la vida se encarga de llevarlas a cabo, sin importar obstáculos. 

No solo es diferente en su familia por su fenotipo, porque la gran mayoría es blanca y de ojos claros, sino también en su esencia. Siempre fue el diferente. “Él se salió del molde. Todos somos muy lógicos. Acá somos ingenieros, administradores, o hasta médicos, pero él es el único que tomó ese camino creativo”, dice su hermana. Y sí. Él mismo lo reconoce, y quiere usar esa condición de diferencia con la que la vida marca a aquellos que están destinados a hacer cosas grandes, para elevar más a las personas. Nació para eso, y se da sin que lo busque. Ya en Barbosa empiezan a hablar teniéndolo a él como centro. Se habla de “La hermana de Kike, o la casa de Kike”, acota su hermana. Y así fue como él, del desprecio y la crudeza que sufrió al salir del closet, hizo su propia fortaleza. Hoy él es el eje de la familia y ya en Barbosa, los inquisidores del pasado aprendieron del valor humano.

Universidad Autónoma de Bucaramanga