Inicio Floridablanca La Cachapa, embajadora venezolana en Colombia

La Cachapa, embajadora venezolana en Colombia

Para los venezolanxs que abandonaron su primera patria y llegaron a esta segunda con el mismo tricolor, la memoria gustativa que surge con cada bocado de Cachapa es una forma de volver al terruño desde Floridawhite.       

Por: Camila Del Vecchio/cdel213@unab.edu.co

“La gastronomía venezolana es superior” afirma Gabriel Martínez, venezolano de Carabobo que decidió traer un pedazo de su nación consigo y plantarlo en el barrio La Cumbre de Floridawhite. Hace siete años, Martínez, al igual que muchos de sus compatriotxs, tomó la decisión de migrar en búsqueda de una mejor calidad de vida, más oportunidades laborales y un sistema de salud funcional. Así es, como en 2017, llega a Bucaramanga con ayuda de un paisano.

La Cumbre fue el barrio que le abrió las puertas y le ayudó a establecerse en el país. Viviendo entre tanto comercio, a los dos años de estar lejos de su tierra, se le ocurrió traer un poquito de ella: la comida y en especial el emblemático plato de las Cachapas budare.

Para los indígenas amerindios venezolanos Kachapa o Tetekua. Cachapa para el indígena de ciudad. El ingrediente estrella en ellas es el maíz (jojoto) tierno. Este era el cultivo principal de los aborígenes del centro de Venezuela, hasta el punto en el que los españoles lo consideraron divino, asociándolo con la religión cristiana; e instauraron la siembra del maíz en el 15 de mayo, día de San Isidro Labrador, patrón de los agricultores.

La mezcla del jojoto, con papelón o azúcar, leche, “queso e mano” y un budare (plancha de hierro) bien caliente, da la cachapa clásica, la preferida por Gabriel Martínez. Él, en 2018, comenzó a elaborar el plan de crear Cachapas La Cumbre, una esquina de Venezuela en Santander. Su consigna es casi una tiraera entre las dos naciones: “La arepa de Choclo no es una Cachapa”. Mismos creadores de: “Los deditos de queso no son tequeños”. Sí, no tenemos sino el sabor y el orgullo nacional para afirmar esto, pero dinos que son lo mismo para vernos arder en ira desde la patria real de Bolívar.

Construir esta pequeña Venezuela tomó todo un año. Estudiar el mercado, encontrar la mejor locación, y, en palabras del dueño, “Fue un tema conseguir los ingredientes para que quedaran como una auténtica cachapa”. Los ingredientes principales los consigue en las plazas de mercado, pero el queso e mano, las chucherías y bebidas venezolanas son otra odisea. El queso se lo proporciona un venezolano que habita en la Mesa de los Santos y su único cliente es Cachapas la Cumbre.  “Las chucherías las pasamos como sea, por la frontera o por la trocha”, menciona Martínez.

El debut

El 4 de marzo de 2019 abrió Cachapas La Cumbre, con solo cuatro mesas de madera, un pequeño espacio para la cocina y Gabriel Martínez al mando del budare y dirección, porque “El que tiene su tienda, que la atienda”.

A tan solo un año de apertura llegó el COVID-19, todo quedó en pausa, los negocios debieron cerrar su Santa María y rebuscárselas para no quebrar. El domicilio fue una especie de superhéroe que permitió que estas cachapas recién salidas del budare sobrevivieran y, por su exquisitez, lograran fama en los paladares hambrientos.

Al llegar al restaurante te recibe Cachapo, el perro criollo que, por excelencia, debe estar presente en todo establecimiento de comida típica venezolana que se respete. Después conoces a Gabriel, quien, con su acento encantador de “sss” ausentes; chistes de doble sentido y gran sonrisa te hace sentir en casa, chamo.  

Las dos meseras nos hablan. Nicol Obregón de Caracas declara: “la cachapa mano carne es brutal” te sientan en una mesa, te entregan la carta y quedan a tu disposición; “siempre a su orden”, para cuando la necesites. Leoscarlis García, de Sucre, quien tan solo llevaba un día y medio trabajando cuando la conocí, es mesera y auxiliar de cocina; hasta ahora su plato favorito, y el que más recomienda, ha sido la cachapa sencilla, para ella no hay que fastidiar tanto y comer sabroso con sencillez, “sin ladilla, pana”.

En la cocina están dos venezolanos y un “costeño” del lado caribe colombiano, quien se mimetiza por lo parecido de su acento y cultura. Ellos son los que hacen las cachapas, con queso, jamón, cochino, como las pidas; los pepitos, un sándwich relleno con un poco de todo; las arepas venezolanas, como la catira, reina pepiada y pelua; y los tequeños bien fritos, símbolo patrio venezolano.

El deleite

Llegó la majestuosa cachapa que llevaba cinco años sin comer: amarillita, con marcas marrones por estar tostada, el queso bien derretido, cubierta con queso rallado, suero y mantequilla por encima. Olía a maíz y sabía a gloria, como que después de todo, sí proviene de una divinidad. Y aquí debemos recordar que el maíz, para los más veteranos habitantes de este continente era su deidad, de ahí venimos todxs, somos hijxs del maíz.

El 4 de marzo fue el cuarto aniversario de este rincón venezolano. La celebración incluyó la inauguración de una nueva sede, ubicada la carrera 9E #31-27 de La Cumbre. Lo celebraron con nuevos platos en el menú, como el pabellón; más chucherías venezolanas y música llanera.

En esta última visita me pasó, tal vez, mi primera frustración como periodista. En sus redes especificaron que la parranda comenzaba a las 9:00 a.m., por lo que toda mi familia y yo vimos la oportunidad de un buen desayuno típico ese sábado. A las 10:00 a.m., por fin, logramos montarnos en el carro y conducir por las calles empinadas de La Cumbre, El carrto se me apagó entre tres y doscientas veces, no sé cómo la gente logra que el carro no se les apague. Al llegar al nuevo sitio, vimos todas las Santa Marías cerradas y la calle sola.

Esperamos cinco minutos, observamos si nos daban alguna señal de que el restaurante estuviese abierto. De repente vemos a Martínez llegando a abrir. Nos dijo que el día anterior se acostaron tarde haciendo pedidos e iban empezar a las 11:30 a.m. Nosotros, hambrientos, le dijimos que si podía vendernos chuches, a lo que respondió abriendo la puerta y dejándonos escoger entre Ovomaltinas, chocolates Savoy, galletas Dani, Palitos y Pepitos.

En fin, nos quedamos con los crespos hechos, aunque por lo menos devoramos las delicias que conforman una parte de nuestra identidad. Este ambiente de amigos, familia, alegría, acento colombiano y venezolano es lo más cercano que he visto a mi país inventado hacerse realidad. Gracias, Cachapas La Cumbre, por permitirnos viajar sin pagar un pasaje, por hacernos sentir en casa y por compartir nuestra comida con Colombia. Por cierto, de pana que son buenas y desde ahí podemos tener esa hermandad que tanto nos cuesta por pendejadas.

Universidad Autónoma de Bucaramanga