Por: Emmanuel Sánchez Prieto / esanchez381@unab.edu.co
Así empezó la cosa. El abuelo de don David Puyana era un inmigrante irlandés de apellido O’Farrell que llegó a Colombia a principios del siglo XVIII. Al llegar, le recomendaron modificar su apellido por cuestiones políticas. La familia Puyana, de origen español, lo ayudó a adoptar el apellido.
A principios del siglo XIX, el ahora Puyana se radicó en Girón y, desde ahí, ya era conocido por sus habilidades para los negocios; lo cual, le permitió acumular miles de hectáreas. Gracias a ese reconocimiento, se decía que tenía “un espíritu empresarial”. Empezó su emporio desde Girón moviéndose poco a poco a Bucaramanga. Para la época, Santander no era uno de los 32 departamentos de Colombia, era el Estado Soberano de Santander y su capital era El Socorro.
Este hombre de negocios dio apertura económica a la ciudad y a la región. Y la sotana lo ayudó. El cura Romero en Bucaramanga obligaba, como castigo a los fieles, a sembrar café en sus tierras. Por esto, las laderas del municipio se llenaron de cafetales. Uno de los puntos estratégicos era Cabecera del Llano, donde don David tenía una gran extensión de tierras y tenía su casona en lo alto de la colina. Esta casona empezó su construcción en 1850 y para 1860 era el centro residencial de la familia Puyana. Tanto éxito económico en tan poco tiempo se hizo inexplicable para la lógica del común. Entonces, la única explicación que quedó fue la de responsabilizar al más allá. Como ninguna familia había alcanzado ese poderío de forma tan vertiginosa, entonces eso debía ser cosa del demonio, “fijo tenían pacto con el Diablo”.
Leyendas del Diablo Bumangués
La mula de don David fue la primera. Uno de los relatos que alimentaban aquel “pacto con el diablo” era que don David Puyana tenía una mula que echaba llamas cada vez que galopaba, algo que causaba un esplendor a cualquier lugar que visitaba. En la época, comentaban los trabajadores, que esa mula era extrañamente veloz sin importar la carga que llevara. Un día, la mula no quiso pasar por un puente de madera y don David la mató de un solo golpe. Esto reforzó la leyenda del supuesto pacto.
El motivo de las chispas era por las herraduras que utilizaba para su mula. Además, don David alimentaba la leyenda raspando algunas herraduras durante el camino para producir esa estela que desprendían las chispas. Al estar tan alejado era imperceptible que se tratara de él raspándolas. Por otra parte, la muerte del animal fue producto de un golpe en la sien, que, mezclado con el cansancio de la bestia por las grandes distancias que recorría a gran velocidad, le dio la muerte como veredicto. Pero matar de un solo golpe a un animal de carga, también alimentó las habladurías y se dijo que “el pacto con el Diablo le había dado fuerza sobrehumana”.
El ojo que todo lo ve
Sin duda, la leyenda más sonada entre los trabajadores de don David, era que su jefe gozaba de omnipresencia. Pues, ¿cómo sabía todo lo que hacían o dejaban de hacer? Cada que los trabajadores reclamaban su paga, don David tenía anotado las horas en las que no habían trabajado. Uno de los detalles que más aterraba a los trabajadores era que don David sabía quién había ganado en un juego de cartas y le pedía al ganador, en privado, que devolviera el dinero a sus compañeros. Incluso, algunos de los trabajadores metían piedras en los sacos de café, por lo que les reducía el salario a sus trabajadores con una precisión casi celestial… o ¿demoníaca?

Esta omnipresencia era producto de un catalejo traído de Curazao que le permitía, desde la ventana de la casona ubicada en la colina, ver cada una de las actividades que estaban realizando sus trabajadores. Un catalejo y una libreta eran los responsables de esta precisión “demoníaca”. Su historia fue inmortalizada por una de las plumas más importantes de las letras colombianas. Pedro Gómez Valderrama escribió: “cuentan que lo ven subir en un caballo (…) que una vez al año va hasta la Mesa de las Tempestades, solo en su caballo negro, a recibir instrucciones de Buziraco (…) los que lo defienden, cuentan que trajo de Curazao un potente catalejo marino, con el cual desde la cabecera vigila a los peones y sabe por ello qué hacen”.
La ventana sin marco
Por años, la ventana por la que vigilaba don David a sus trabajadores estaba sin marco. Cada vez que un carpintero era contratado para la labor dejaban la ventana arreglada, y horas o días después el marco volvía a caerse. En varias oportunidades, los carpinteros, por su tradicional e incontrovertible incumplimiento, no terminaban el trabajo, pero ellos daban otra razón: que los asustaban cuando estaban cumpliendo su labor.
Alberto Montoya Puyana acredita esta leyenda al primer carpintero que hizo tan mal la ventana que ninguna persona podía arreglar ese problema. Actualmente, la ventana sí cuenta con un marco y se construyó en esa habitación una capilla para los residentes del conjunto Casa don David.
La muerte de don David
La gente decía que, al morir don David Puyana, el Diablo se llevaría su cuerpo. Al fallecer, la familia vistió a un chivo de manera formal para que, cuando el amo del infierno llegara a llevarse el alma de don David, se encontrara con el animal y no su cuerpo. Lo que la cultura popular reseñó fue que el hombre, incluso después de su muerte, seguía burlando al diablo.

La familia Puyana
La familia Puyana reconoce que esta leyenda es más de la gente que de ellos. “De todas maneras es de gran importancia que tengamos en pie un monumento de 1850 en la ciudad y lo hemos logrado mantener como está”, afirmó orgulloso Fernando Villamizar Puyana.
Incluso, Isabela Puyana, tataranieta de don David, comentó que en su labor como periodista cuando se cruza con algún santandereano le preguntan del tema. Se convirtió en una constante que la persigue: “la leyenda termina siendo parte de las personas y de la ciudad, pero siempre me pasa, cada persona tiene su versión”.
Armando Pereira vivió un tiempo en la casona y cuenta que nunca llegó a escuchar algunos de los ruidos extraños de los que la gente hablaba. Él se dedicaba a gastar bromas a diferentes personas que visitaban la afamada Casa del Diablo. Se disfrazaba de esqueleto como si de Halloween se tratara, o se escondía y botaba monedas por la escalera alimentando la leyenda de que la casa estaba maldita y embrujada. Armando recuerda que, una de las anécdotas más divertidas, fue la visita de Acelina Díaz, candidata a señorita Santander. Cuando Acelina entró, por encima del muro le lanzó algunas monedas y Acelina del susto se desmayó. La broma/conjuro tuvo dos resultados. Primero, tuvieron que llevar a Acelina a la casa de la mamá de Armando a darle agua con azúcar para que se le pasara el susto. Y, segundo, se ratificó la leyenda popular del Diablo y los Puyana. Todavía hoy, en octubre de 2022, las habladurías de Bucaramanga certifican el histórico pacto con el Diablo.