La búsqueda del campeón de la Vuelta a Colombia 2017 lo lleva a uno a la calle sexta con carrera séptima, en el local de Bicimotos Judith, propiedad de Fredy Ardila Chacón, en Curití, Santander. En este lugar vive Aristóbulo Cala, recientemente coronado campeón de la edición 67 del giro nacional. Allí, luego de terminar la temporada de este año, que para Cala comenzó desde diciembre de 2016 –larga y agotadora–, se dedica a la reparación y ensamblaje de bicicletas, junto con las rutinas de entrenamiento para el año que viene.

–¿Dónde está el campeón? – Pregunto con ávido interés. –Venga le muestro qué es lo que hace el campeón de la Vuelta a Colombia en este momento. – Dice, Fredy, su padrino, mentor y apoyo en su carrera deportiva desde 2007, cuando lo descubrió. Se dirige al fondo del almacén, en donde se encuentra el taller de bicicletas. Y ahí está, sin ínfulas, sin dorsal, sin uniforme, vestido con una camisa de manga corta a cuadros, bluyín, tenis y una gorra con la visera hacia atrás, terminando de armar una bicicleta.

No está en ningún pedestal, no está derrochando ningún premio (que este año fue de 30 millones de pesos, los cuales se reparten entre todos los compañeros del equipo), y dice que aún no termina de asimilar eso que se llama “la gloria”. “Hoy, saber que soy el campeón de la Vuelta a Colombia me hace una persona más responsable. ¡Aún no me la creo que soy el campeón de la Vuelta a Colombia!”, dice el ciclista de 26 años de edad, con ese tono pausado y sobrio de alguien que hace diez años se dedicaba al jornal en la vereda El Páramo, de Hato, Santander, en las labores que salieran: cortar caña, sembrar, recoger café, arar y todas las tareas del campo.

“Yo montaba bicicleta porque lo necesitaba para irme a trabajar. Mi mentalidad en ese entonces era diferente a la que tengo hoy en día, y en eso mi padrino ha sido parte importante para mi carrera deportiva”. Fredy Ardila vivió en Hato entre 2004 y 2007, debido a que su esposa, Olga Lucía López, trabajaba en la Administración Municipal. Para pasar las tardes, Fredy Ardila organizó un club de ciclismo juvenil e infantil. Allí conoció a Aristóbulo, vio su talento y decidió ayudarlo a sacar adelante una carrera deportiva.

¿Su motivación para hacer esto? Desde joven quiso ser ciclista, pero no lo concretó, y cuando vio el talento del hateño lo invitó a su casa a iniciar un programa de entrenamiento… Y de vida. “Al principio es duro. Yo le decía a Aristóbulo ‘toca que le haga caso a mi mujer en orden y aseo’. Aprendió a lavar su ropa, a ordenar todo a estar siempre limpio. Hoy le agradece a la madrina que lo formó”, es lo que recuerda Ardila Chacón de esos días en que llevó a su nuevo hijo a casa, cuando tenía 17 años de edad.

Aprendieron juntos. El ciclista a seguir planes y rutinas de entrenamiento y el padrino a diseñarlas para lograr resultados. En ese aprendizaje hubo jornadas en que el novel ciclista tenía que hacer recorridos desde Curití hasta Barbosa, ida y vuelta, que suman 240 kilómetros. “Esos trabajos que hacíamos me sirvieron mucho para ser el Aristóbulo de hoy. Uno no se hace campeón en un día”, señala con precoz sabiduría el ciclista. Cuando se proclamó campeón de la Vuelta a Colombia, el 13 de agosto, Aristóbulo Cala pasó de ser un gregario a un nuevo jefe a quien vigilar en el grupo. “El lugar que me gané ha sido importante. Ahora me miran diferente. En el clásico RCN (celebrado del 22 de septiembre al 15 de octubre) tuve poca libertad. Me marcaban demasiado”, dice.

Recuerda la quinta etapa de la Vuelta, con llegada a Barichara, en la que sintió que vivía las duras y las maduras para mantener el liderato, y lo consiguió pese a los insistentes ataques de Álex Cano (Coldeportes-Zenú). “Yo salí de Bucaramanga con la ilusión de llegar de líder a Barichara, porque allá estaba toda mi familia”. En la meta lo esperaban, felices y orgullosos, sus padres José Antonio y Ana Belén; sus hermanos Anacleto, Rosa María, Antonio José, Filemón y Nilson, y, claro, Fredy Ardila. La carretera entre Bucaramanga y Barichara estaba llena de mensajes pintados en letra blanca sobre el pavimento con el apellido “Cala”.

Detrás de él está una gran vitrina en la que se exhiben sus medallas y camisetas distintivas. El producto de casi diez años de pedaleo incansable y terco, y allí se destaca entre todos la camiseta amarilla de líder de la Vuelta a Colombia. –¿La puede bajar? –Le consulto tan embelesado como el niño que ve su juguete favorito en la vitrina del almacén–.

–Claro. Imagínese que es la única que me quedó. Las demás se fueron entre gente que me las iba pidiendo. –Señala el ciclista, con sonrisas, mientras se estira para alcanzar la camiseta talla S que lució durante ocho de las doce etapas de la competencia. La ganó en la cuarta, entre Barrancabermeja y el alto de El Picacho, y la vistió hasta el final, en Pereira. Esa camiseta es un símbolo del camino que ahora empieza.

Para él, el reto de demostrar que esta victoria no fue un acto de suerte; para su padrino Fredy, el de ganar otra más, y si se puede, otra… y otra. –Hijo, le falta ganar seis más para superar a Rafael Antonio Niño –Sentencia Ardila Chacón, un poco en serio, un poco en broma–.

Otro que celebra esta victoria en la Vuelta a Colombia es el exciclista Félix Cárdenas Ravelo, ganador en dos ocasiones del giro nacional. Hace unos siete años, recuerda Cárdenas, lo conoció por recomendaciones y lo tuvo en su club para jóvenes ciclistas, Sauna Las Palmeras. “Cuando comenzó su carrera deportiva le faltaba un 70 % de trabajo. Fue difícil, pero él tenía deseos de ganar. Es producto de un buen asesoramiento y mucho trabajo”, subraya el exciclista, quien le augura el futuro de un campeón, “en el que prima el profesionalismo que le ponga para ratificar el nombre que ha ganado”.

Como siempre que se presentan victorias como esta, llega el momento de reflexionar acerca del presente y futuro del ciclismo santandereano. Para Cala este es un buen momento, Ana Cristina Sanabria ganó (el 14 de octubre) por cuarta vez el Tour Femenino y por segunda vez la Vuelta Femenina a Colombia (el 29 de octubre). Un año redondo para el departamento. “Y con esos resultados es triste que tengamos que ir a otros lugares a buscar apoyo”, señala Cala Cala.

Con la camiseta en las manos accede a unas fotos, y luce la marca de su patrocinador, Bicicletas Strongman, mientras recuerda que aún está pendiente la firma de un año más con la escuadra bogotana –preferiblemente–, en la que dice sentirse a gusto y con deseos de continuar. “Ahora la responsabilidad es mayor. Tengo que dar más del 100 por ciento”.

Atrás quedan los recuerdos de los 14 meses de suspensión que pagó hace dos años por no presentarse a una prueba antidopaje, y el día en que le robaron la bicicleta y tuvo que hacer una rifa para una nueva, mientras algunas personas le decían que mejor dejara ese jueguito y se pusiera a trabajar en algo serio.

Ahora, como dice el protocolo, quiere agradecer a los que siempre han creído en él: “A mi padrino, a mi madrina, al Club Ciclosangil, al cual pertenezco; a don Norberto Sierra (patrocinador del ciclismo en Santander), a Félix Cárdenas, a tanta gente que me ha apoyado. Me siento muy orgulloso de representar a mi provincia Comunera. Hoy les digo ‘muchas gracias por ayudarme a realizar este sueño de ser un campeón’”.

Luego de la entrevista hay que volver al taller. Queda una bicicleta por ensamblar y aunque dedicó buena parte de su tarde de sábado a atender una entrevista, unas fotos y un video, la responsabilidad lo llama. Siempre sonriente y algo tímido regresa la camiseta amarilla a su sitio de honor, y su figura de un metro con setenta y cuatro centímetros, y 64 kilos de peso se va desvaneciendo por el pasillo que lleva al fondo de la bicicletería.

 

 

Por Javier Ferreira

jferreira4@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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