Por: Valeria Almeyda
Desde 2015, Laura llegó a Barranquilla para consolidar el equipo de La Silla Caribe. Dentro de sus compromisos, estaba cubrir ese espeso círculo con tintes mafiosos, tan propio de la clase política en Colombia, entre los clanes locales y el centro. “A mí me gusta hablar del poder porque desnuda el alma. A través de él, las personas muestran todos sus matices. Las luces, pero también las sombras del ser humano”. Según Ardila, con ese principio periodístico comenzaron los trazos investigativos para descifrar al clan más poderoso del Caribe, los Char. Tras cinco años siguiéndoles la pista a los actos de la familia del “Milagro Barranquillero”, en 2019 decidió dedicar su curso a la creación del libro. Extrañamente, una editorial poco comprometida con la crítica política a los poderosos en América Latina, como Planeta, decidió dar el sí a la publicación.
El proyecto, entonces, arrancó fuerte y el manuscrito estaba casi listo. Laura, desde su periodismo ético, claro y justo, realizó una revisión jurídica de su libro con la fundación Veinte -empresa que trabaja en defensa por la libertad de expresión-. Con detalles y recomendaciones ajustadas, Veinte había dado el visto bueno para que esta historia, a pesar de su riesgo potencial de litigio, llegara a lxs lectorxs. Laura, así lo precisó: “el riesgo, no provenía de la inconsistencia. Ellos sabían que al ser la historia de personas tan poderosas podrían demandar. Están dispuestos a defender mi investigación”.
La investigación fue rigurosa y profunda sobre el tufo de corrupción y nexos del poder Caribe con Colombia. Laura sabía que se enfrentaba a una famiglia que tiene tolerancia cero ante la crítica del periodismo independiente. Con su dedicación de dos años y medio siguiéndole la pista a los dueños del Club Tiburón, socios de la Ventana al Mundo, La Aleta y más cemento con vidrio, la historia tomó forma. La periodista desentrañó los secretos -no tan secretos, pero poco evidentes ante la sociedad- del clan. Para entonces, Laura trataba a pie, lápiz y libreta de revelar lo que el clan se había empeñado en que no saliera a la luz.
A pesar de tapar los problemas con los goles del Junior, Laura desenmascaró y desmitificó acontecimientos como la razón de la negación de visa de Fuad Char por presunta relación con el lavado de activos. En 1996, el CTI de la Fiscalía de Barranquilla determinó que la familia Char Abdala estaba relacionada con el narcotráfico. Para 2022, La Liga Contra el Silencio documentó que la familia Char Abdala había tenido relación con los Nasser, “destacados miembros de la sociedad barranquillera de la época, que le habían “metido” a los gringos alrededor de veinticinco mil kilos de cocaína y un millón cuatrocientos mil kilos de marihuana. Confirmando que Fuad Char había respaldado políticamente esta estructura”, relata Laura en su libro.
Del mismo modo, la administración de Álex Char en la Alcaldía de Barranquilla, logró dar anti-cátedra de la forma oscura en la que se construye una cortina de humo cuando se requiere un cambio de frente en la esfera pública. En 2017, Barranquilla registraba en un mes las cifras más altas de homicidios en diez años y esto se olvidó muy pronto por la contratación más grande del fútbol colombiano: Yimmi Chará. Por 4.5 millones de dólares, su cortina le quitó el volumen a las voces críticas y de ñapa vendió camisetas, entradas y más. Negocio redondo. Pan y circo versión arepa e’ huevo y Junior.
Pero la historia del clan todopoderoso sigue. Un año después, Álex Char le hacía mimos a Aída Merlano (recuérdese aquí el famoso trino “pensándote as always”). “La reina del ajedrez” de los Gerlein, primero, se atrevió a desafiar a los tiburones por la Gobernación. Minutos más tarde, dice el comentarista de este extraño partido amoroso, llegó el gol de la coquetería con gorra puesta. En la investigación, Aída le comentó a Laura: “Álex Char decía que podía ayudarme a ser gobernadora” y con esta proposición mafiosa e indecorosa, se ratificó la compra de votos que se gestiona entre los mercaderes de mocasín, si medias, y camisa blanca con cocodrilo. Ellos ocupan las sillas del Country Club de la socialité local desde donde fraguan, con whisky en mano, sus macabros movimientos.
El libro es esto, pero también es mucho más. Y tiene ese tinte de la escritura en la que es evidente que la autora se esforzó toneladas por escribir, pues cuando uno arranca la lectura, no puede parar. E incluso, la disfruta aunque lo que se diga es crudo y ese, ese es justamente el resultado del trabajo dedicado. La Costa Nostra es una especie de conciencia social sobre el verdadero “Milagro Barranquillero”, que tiene muchas sombras y podredumbres, mismas que ellos siempre han querido esconder, pues les interesa permanecer como titiriteros del poder. Es, además, como dice Laura: “una historia protagonizada por hombres, pero definida en gran parte por mujeres” y que abre los ojos sobre las pésimas prácticas sistemáticas del Caribe colombiano.
A Laura intentaron silenciarla, a la vieja usanza de las famiglias. Planeta se echó pa’ atrás y censuró, pero la solidaridad periodística elevó su voz y dijo con acento cachaco-costeño: ¡vamos pa’ lante! Quién lo creyera, el periodismo desde la capital colombiana tomó el manuscrito y hace semanas lo envía a cada región de Colombia que lo pida. La solidaridad del gremio logró que esta voz fundamental no se la llevara la fuerza pútrida de los arroyos. Gracias, por eso, a todos los que aquí se sumaron: La Silla Vacía, La Liga Contra El Silencio, La Flip, El Veinte, Rey Naranjo Editores y cómo no, a Laura Ardila Arrieta. La Costa Nostra, a días de su publicación, ya está en las bibliotecas y librerías al lado de nombres que son escuela de pensamiento, lucha y letras: Olga Salcedo, Meira del Mar, Marvel Moreno, Fanny Buitrago y el resto de plumas comprometidas y antológicas del Caribe colombiano. Su lugar allí, se lo ganó dictando cátedra sobre periodismo comprometido.