El 28 de julio llegará a salas de cine La defensa del dragón, ópera prima de Natalia Santa, guionista y directora colombiana que ha trabajado durante varios años en esta producción. El estreno mundial de la película fue en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes de este año.

En palabras de Santa, la historia surgió a partir de una serie fotográfica de Iván Herrera, su esposo, trabajo que documenta algunos de los espacios del centro de Bogotá y los personajes que por allí circulan. Una de estas series se tituló Ventana, y consistía en registrar desde el interior de un viejo café a los personajes que caminaban por la calle y se detenían a observar a través del vidrio. Eran sujetos con expresiones profundas y a veces tristes, que evidenciaban todo un universo detrás de ellos.

Uno de los personajes que más le atrajo de la serie fotográfica fue un hombre arreglando relojes sobre un mostrador y detrás de un cristal, a partir de este personaje, el relojero, comienza la escritura del guion de su primera película.

Santa, que pasó parte de su vida en esa zona de Bogotá, da cuenta de los lugares que se resisten al paso de los años, aunque son espacios que han sobrevivido, están a punto de desaparecer, como cafés, billares, boleras y bingos, que el frenesí de la vida cotidiana los hace imperceptibles para la mayoría de los transeúntes. Son lugares con atmósferas desconocidas que albergan personajes singulares, con historias de vida particulares, patéticas y absurdas, que demuestran la dificultad de algunos hombres al tratar de adaptarse y sobrevivir en el mundo.

El club de ajedrez Lasker fue seleccionado para narrar la historia. Funciona en el tercer piso de un viejo edificio en la carrera 7 entre calles 21 y 22, y cuyo nombre rinde homenaje a Emanuel Lasker, filósofo y matemático alemán, campeón mundial de ajedrez entre 1894 y 1921. En este espacio actualmente se desarrollan torneos de esta disciplina durante algunos sábados.

El personaje de Samuel (interpretado por Gonzalo Sagarminaga) es un ajedrecista con experiencia que sobrevive de pequeñas apuestas frente a incautos rivales. Su mejor amigo Joaquín (Hernán Méndez) es relojero, quien está a punto de perder el pequeño negocio que heredó de su padre. Y Marcos (Manuel Navarro) es un homeópata español que está obsesionado por encontrar una fórmula para ganar en el póker.

La cómoda cotidianidad de estos es quebrantada por diferentes circunstancias que los obliga a replantearse el sentido de sus vidas. A pesar de basarse en personajes extraídos del mundo cotidiano del centro de Bogotá, la película no construye una mirada triste o dramática, tampoco pretende ser intelectual, es un relato que busca generar una cierta reflexión desde el humor negro de tres amigos se burlan entre sí de su propia condición y de sus fracasos.

En este sentido, el cine de Santa guarda ciertas semejanzas con el de la argentina Lucrecia Martel, la directora de La ciénaga y Zama, quien ha sido crítica con la forma mercantil y superflua en que se ha convertido el cine y todo lo que lo rodea, incluso, en los festivales y convocatorias de cine independiente o de autor, en donde las ideas deben venderse a partir de un pitch o un teaser (fragmento del filme), lo cual va en detrimento del cine de autor, en el que la impronta y perspectiva del director no deben medirse o evaluarse a partir de instrumentos propios del mercadeo y la publicidad.

Al igual que Santa, las historias de Martel parten de lo cotidiano y del mundo que el director conoce y domina. Desde ahí sus relatos crecen y se transforman, como es el caso La defensa del dragón, película que nos sumergirá en espacios tan cercanos y lejanos a la vez.

René Alexander Palomino R.
rpalomino@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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