Cuatro años atrás los estudiantes ingresaban a las universidades con el anhelo de estudiar la carrera de sus sueños. Ahora, al tener el diploma o ‘cartón’ en sus manos, la vida laboral y la realidad se torna vertiginosa.

Así le ocurrió a Didier Saúl Niño, quien estudió ingeniería de sistemas en la Universitaria de Investigación y Desarrollo, UDI. Al graduarse, esperaba que su título le brindara una mejor calidad de vida, además de aplicar sus conocimientos, pero transcurrido un año de haber egresado y de aplicar en cien vacantes, asegura sentirse decepcionado.

El primer obstáculo, expresa, es cuando preguntan “¿tiene experiencia laboral?”. No obstante, afirma que también estudió para formarse como persona y que no se arrepiente porque tiene la certeza de que algún día ejercerá su profesión.

Al igual que Niño, Jairo Andrés Franco Torres, egresado de la facultad de derecho en la Universidad Autónoma de Bucaramanga, se graduó en diciembre de 2016, asevera que no encuentra posibilidades laborales en la ciudad y que se siente en la obligación de ir a probar suerte en la capital del país, ya que, sumado a la falta de experiencia (casi siempre debe ser superior a dos años), el salario que le ofrecen es desalentador. “Pagan 1’300.000, que no es ni la mitad del valor que cancelaba por semestre”, explica el profesional.

Dicho valor, incluso, es inferior al que según el estudio del Observatorio Laboral para la Educación (OLE) recibe en promedio un recién graduado de pregrado (técnicos profesionales, tecnólogos y universitarios) que alcanza el $1’512.629, y con  maestrías y doctorado, $3’370.059.

Hoy día, no se puede desconocer que los jóvenes cuentan con más facilidad de acceso a la educación superior, ya que pueden obtener subsidios económicos, becas y una diversa oferta educativa como cursos de idiomas y pasantías en empresas, incluso, fuera del país. Esto se traduciría en que además, pueden estar mejor formados y capacitados para enfrentar el mundo laboral y las exigencias de los empresarios.

Sin embargo, como lo señala la economista, Sonia Consuelo Mantilla, “las universidades están vendiendo un estatus de profesional que está en una oficina con aire acondicionado”, sin pensar o conocer la capacidad económica que tiene el sector empresarial no solo de generar empleo sino de pagar los salarios que corresponden. El seguimiento realizado en 2015, reflejó que el 9,2 % de los recién graduados de postgrado se vincularon formalmente al mercado laboral, esta cifra está 15,2 puntos porcentuales por encima de la tasa de vinculación de los graduados de pregrado.

Edwin Jovanny Cancino, estudió ingeniería electrónica en la Universidad Industrial de Santander, se graduó en 2013 y desde entonces no ha podido ejercer su profesión. En la actualidad tiene una especialización en control e instrumentación. Un postgrado que pensaba que le brindaría más posibilidades de empleo, pero las circunstancias hicieron que cediera a trabajar como maestro de matemáticas en la Institución Educativa La Ceiba, allí su salario es de 1’900.000 pesos.

El Observatorio Laboral para la Educación afirma que el 4,3 % de los recién graduados encontraron trabajo con la ayuda de familiares, amigos y conocidos. / FOTO MICHELL REYES.
El Observatorio Laboral para la Educación afirma que el 4,3 % de los recién graduados encontraron trabajo con la ayuda de familiares, amigos y conocidos. / FOTO MICHELL REYES.

Juan Carlos Rodríguez, docente del programa de economía de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, menciona que la sobre-educación es una de las causas del desempleo en los jóvenes egresados, de igual forma, indica que “las competencias con las que sale un estudiante de pregrado son más altas que las exigencias en las actividades que deben realizar en los trabajos. Ya que, Bucaramanga llega hasta el nivel de la mediana empresa”. Además, afirma que “las compañías no contratan por la profesión, sino por las habilidades que este tenga, esto se ve evidenciado en los bajos salarios que ofrece el mercado laboral de la ciudad”.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) alude, que el panorama de los jóvenes recién egresados es aún más complejo teniendo en cuenta que, si finalmente se consigue un empleo, deben enfrentarse a “malas condiciones laborales, la inestabilidad, los bajos salarios, sin protección ni derechos”.

¿Para qué experiencia sino se encuentra empleo?

La experiencia es la principal razón por la cual los egresados tienen dificultad para ingresar a un empleo. El Ministerio de Educación Nacional (MEN) afirma que menos de un tercio de los recién graduados encuentran trabajo en los primeros seis meses y que la falta de habilidades empresariales es una de las causas. El último informe sobre la “Brecha de Competencias en Nuestros Jóvenes”, de la Fundación Corona, enuncia que las competencias que más valoran los empresarios son: formación en valores, principios éticos, capacidad para trabajar en equipo, capacidad para adaptarse a los cambios, disposición para aprender, mantenerse actualizado y capacidad para utilizar herramientas informáticas. El informe señala que la falta de competencias transversales justifica el 17 % de los obstáculos para cubrir un puesto de trabajo. Es por ello, que el 57 % de las empresas colombianas no encuentran el personal con las competencias que requieren.

Como menciona el Observatorio Laboral para la Educación de 2016, se puede constatar  que el 43,3 % de los recién graduados encontraron trabajo con la ayuda de familiares, amigos y conocidos, y que sólo el 13,2 % lo lograron con iniciativa propia (visitando y llevando hojas de vida).

A esto se suma una preocupación más, y es que de acuerdo con el Departamento Nacional de Estadística (Dane), el desempleo juvenil en el segundo trimestre de 2016 fue del 57,3 %, en 2015 fue del 58, 1 %.

La delgada línea para atravesar a la informalidad

De acuerdo con la OIT, la informalidad en el empleo juvenil es cada vez más alta en los países de América Latina y el Caribe. Estadísticas recopiladas a 2015 revelan que “alrededor de 108 millones de personas entre 15 y 24 años habitan en la región y que poco más de la mitad forman parte de la fuerza laboral”. Además, el 13 % de los jóvenes están en situación de desempleo, y el 55,7 % de los ocupados realizan trabajos informales.

Frente a este porcentaje, Colombia ocupa un lugar particular, ya que la informalidad en la población juvenil alcanza el 78 %, por encima de países como: El Salvador, Honduras y Guatemala, que llega al 60 %.

Brindar nuevas fuentes de trabajo a esta población y que de paso sean atractivas para que los profesionales no emigren hacia otros países, es una tarea que este organismo y los gobiernos vienen analizando en los últimos años.

La OIT habla de “garantizar que el mercado laboral reúna los atributos de un trabajo decente”, lo que se traduce, entre otras cosas, en “la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para las familias (…) libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos, mujeres y hombres”.

Pero, ¿qué tan cerca está la región en lograrlo? De acuerdo con el informe de Empleo Informal y Seguridad Social, del Dane, por cada 100 trabajadores que hay en la capital santandereana y su área metropolitana, aproximadamente 55 de ellos ejercen trabajos informales.

Según Sonia Consuelo Mantilla, la capacidad económica empresarial de esta ciudad “no cumple con la demanda salarial que merece un profesional”. Además, añade que Bucaramanga tiene el 99,7 % en micro y mediana empresa, esta pequeña y mediana empresa un 70 % son comerciales y de servicios.

El Informe de Dinámica Empresarial en Colombia menciona que en 2016 se crearon 16 mil empresas en Santander. La mayor concentración se encuentra en el sector del comercio con 7.641 empresas; en el de servicios hay registradas 3.147, y en la industria 1.588. También muestra el documento que en Santander el emprendimiento es la nueva alternativa que sostiene el sector empresarial y que un 80,8 % de las nuevas empresas creadas son de personas naturales.

Fortalecer el potencial de Bucaramanga

El desafío consiste en modificar ciertas visiones por parte y parte, tanto del estudiante como de las instituciones académicas. La práctica de cambio principal debe ser articular el sector de formación y el sector laboral. “Ya nadie quiere untarse de su profesión y producir, esto que conjunto con el conocimiento y la capacidad pueden fomentar más productividad”, afirma Sonia Mantilla. Por otra parte, no se pueden pasar desapercibidas las carreras profesionales que ofrecen las instituciones educativas actualmente, ya que ofertan programas que no tienen relación alguna con lo que demanda el mercado a nivel local. La economista insiste en que “este país tiene grandes riquezas y la acción más apropiada por parte de las universidades es incentivar a que el joven conozca esos patrimonios para que de esa forma logre innovarlos y  evolucionarlos, para generar más productividad”.

Pero, ¿qué es lo que le falta al profesional de ahora? El empresario Javier Reyes Hernández, de la empresa Producajas S.A.S, afirma que “el llamado es para las universidades que los están formando. Es claro que están sacando volúmenes de universitarios al mercado laboral, los cuales no son pertinentes con los perfiles que las empresas están pidiendo. Hoy los jóvenes son más avanzados pero muy poco aterrizados con la práctica cuando ejercen esos conocimientos”.

Por Michell Reyes
mreyes803@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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