Por Stefanny Supelano Alfonso / ssupelano@unab.edu.co
El Sistema Integrado de Transporte Masivo del Área Metropolitana de Bucaramanga, Metrolínea, se ha convertido en más que un vehículo para los bumangueses. En la ruta P8 convergen historias en extensos recorridos. Es por esto que cada pasajero vive diversas experiencias: algunos se suben con angustia, otros con miedo, a veces con felicidad y estrés. Se dan diferentes situaciones y una de las más conmovedoras es la de dos mujeres que viven su día a día en este trayecto.
Estefany Yaletzi Peña Gómez nació el 21 de junio de 1995 en Caracas, Venezuela. Estudió enfermería, pero debido a su situación económica no pudo terminar la carrera. Tomó algunos cursos y empezó a trabajar como asesora de responsabilidad civil de vehículos y certificados médicos viales en su país, donde su trabajo era bien remunerado y laboraba en una oficina con todas las comodidades.
Tenía una vida tranquila, no pasaba necesidades y su mamá, quien siempre ha sido su mano derecha, la apoyaba en todo. Su familia se vio afectada debido a la dura situación de su país, la comida se volvió difícil de conseguir, los empleos empezaron a escasear y el dinero no alcanzaba ni para una libra de arroz. Por esta razón, tomó la decisión de migrar a Perú con la ayuda de algunos familiares que le costearon el viaje hasta Bucaramanga.
El 21 de julio de 2018 arribó a su destino. Con el paso de los días no conseguía empleo y decidió vender dulces, cigarrillos, tinto, limonada y “chucherías” mientras conseguía un trabajo estable. Fue en ese momento que conoció a Leonela Olivera, una mujer que le cambió la vida.

Una segunda voz
Leonela José Olivera Rojas nació el 7 de mayo de 1992 en Guanare, capital del Estado Portuguesa, en Venezuela. Es mamá de tres niñas, Valeria, Fabiana y Bianca. Tenía un trabajo estable como esteticista integral, se encargaba de la belleza corporal y facial de sus clientes. También tenía una pasión por la música, componía sus propios temas y le encantaba cantar. En 2017 tuvo a Bianca, su última hija, y la crisis de su país aumentó. Satisfacer sus necesidades básicas, comprar comida, tener luz y agua era todo un desafío, incluso, teniendo dinero disponible para estos fines. “El día en que tus hijas te dicen, ‘mamá tengo hambre’ y tú no sabes qué darles de comer, es cuando uno se responde ‘tengo que hacer algo’”, explica.
El 15 de abril de 2018 pisó Cúcuta, con tan solo 12 mil pesos en sus bolsillos y con la ilusión de lograr un trabajo estable. Debido a la falta de documentación, conseguirlo fue imposible. Se encontró con un amigo que se dedicaba a cantar en los buses, él la animó y le dijo que tal vez eso podría ser una salida. Tres meses después viajó a Bucaramanga. Emprendió su camino a pie hasta el peaje Los Acacios, de ahí un bus hasta Pamplona, el cual la llevó en el piso, pues no tenía cómo pagar un pasaje, y luego caminó seis horas hasta que encontró al conductor de un camión que la dejó más cerca de su destino. En la capital santandereana decidió seguir el camino de la música. Estefany Yaletzi se convertiría en su aliada musical.
El 28 de diciembre de 2018, en un puesto de perros calientes y gracias a una amiga en común, estas dos mujeres se conocieron y se volvieron inseparables. Tiempo después, Estefany decidió dejar su negocio y con lo ahorrado compró un parlante para empezar a trabajar junto a Leonela, quien le enseñó canciones e incluso, le brindó consejos para hacerlo mejor. “El cambio de una oficina a la calle fue fuerte, pero uno por la familia hace todo lo que esté al alcance de las manos”, asegura Estefany Yelitza.
El repertorio
Leonela ama componer desde que era una pequeña, pero en sus pensamientos no estaba que aquello que hacía por diversión se fuera a convertir en su trabajo de tiempo completo. La primera canción que cantó con Estefany fue Vida del emigrante, la única que no es de su autoría, pues la compuso Víctor Alejandro Agüero Pérez, un amigo cercano, el cual se encuentra radicado en Perú. Las demás sí son suyas y dos de ellas se titulan: Extrañando y Hoy vuelvo a ver el horizonte, canciones que reflejan sus sentimientos, las escribe con su corazón para transmitir el mensaje correcto a cada persona que la escucha.
Las demás composiciones son algo personales para ella y aún no se anima a cantarlas en público. Aunque Estefany no compone, es la mano derecha de Leonela en este proceso que se ve y reflejado en cada una de sus presentaciones. Actualmente las dos trabajan en una balada que aún no tiene nombre y de la que dicen será un éxito.
La música como sustento
Su día comienza a las 6 a.m. y termina a las 9 p.m. sin descanso, ellas trabajan todos los días de la semana. Su lugar favorito para hacerlo es el Metrolínea, pues allí los conductores no tienen cómo decirles que no se suban, pero cada vez que las encuentra la policía las hacen salir de la estación. Son respetuosas y acatan el llamado.
El primer escenario es la avenida Quebradaseca, ya que es la más cercana a sus hogares. Allí toman la ruta T1 hasta la estación Lagos, después, su ruta más frecuentada, porque es donde pueden cantar sin ser interrumpidas por las autoridades, la P8, desde Lagos hasta Piedecuesta. También cantan en restaurantes y en algunos buses cuando se los permiten.
Esto con el objetivo de ayudar a su familia, pagar un arriendo y alimentarse. Estefany vive sola, pero cada dos días realiza una consignación a su mamá que está en Caracas para ayudarla con comida, agua y velas. Por otra parte, hace tres meses las hijas de Leonela llegaron a Bucaramanga junto con su papá y ella se encuentra viviendo en un hotel que debe pagar todos los días y, asimismo, alimentar a sus pequeñas. Mientras ella trabaja, su pareja las cuida. Sus ganancias diarias y con las que cubren sus gastos, se encuentran entre 30.000 y 50.000 pesos.
A lo largo del camino han afrontado momentos incómodos, la xenofobia (rechazo a los ex- tranjeros) es una realidad latente. Hace dos meses, una señora en el Metrolínea las culpó de robo solo por ser venezolanas, lo cual fue humillante para las dos.
“En esta ruta (P8) se suben jóvenes talentosas como ellas todos los días para ganarse la vida y prefiero eso, que verlas por el camino equivocado. No siempre son de Venezuela, a veces son de este país, por lo que nadie debería juzgarlas”, dijo María Esguerra, pasajera de la flota verde.
En el futuro
Son conscientes de que la situación en Venezuela puede tardar un largo tiempo en arreglarse. Por este motivo, siempre ponen su mejor sonrisa y cantan con todo el sentimiento para sobre- vivir. “Me veo en Venezuela, no acá, con mi familia luchando y saliendo adelante todos los días”, asegura Estefany. Por otro lado, Leonela afirma: “Veo a mis hijas ya muy grandes, en Venezuela, recuperando mi carrera como esteticista y tal vez haciendo música y creando conciencia a través de melodías”.