“El fútbol fue gran parte de mi vida. Viví momentos felices y otros un tanto tristes, pero hoy tenemos el orgullo de poder contar a nuestros hijos y el día de mañana a nuestros nietos, que fuimos campeones”.
Con estas palabras el antiguo líbero, Víctor Santos, define lo que significó el primer mundial de futsal ganado por Colombia. Un recuerdo que sigue vigente y que con el acento golpeado que caracteriza a los santandereanos, se sigue contando en la carrera 35 con 116 del barrio Zapamanga, de Floridablanca, donde en la antigua cancha de cemento surgió un jugador polifuncional que de tiro libre empataría 3-3 el partido frente a Bolivia para respirar y luego con un contundente 3-1 coronarse campeones por penales.
Santos debutó mundialmente en 1994, año en el que perderían la final 2-1 con el local, Argentina fue el escenario en el que comenzaría el proceso con Manuel Sánchez, su mentor, quien ahora es presidente de la Federación Colombiana de Fútbol de Salón, técnico que para Bolivia 2000, le echó el ojo a los santandereanos convocando a Jhon Pinilla, Engel Vergel, Álvaro Moa, Giovanni Hernández y a ‘Pipitoria’, como conocían a Santos en el mundo del fútbol, apodo que al principio le molestaba: “Todo comenzó con decirle en vez de Víctor, Victoria, luego en burla le dije ‘Pipitoria’ y así se quedó”, asegura Nelson Santos, su hermano.
El talentoso defensor de 1,77 metros de estatura se sumaba fácilmente al ataque, pasó por selecciones juveniles de Santander que después lo llevarían a asegurar su puesto en la selección nacional, y en sus inicios como jugador profesional, formar parte de clubes venezolanos como Caciques de Monagas y Caimanes del Orinoco, en compañía del ‘Mago’ Hernández.
“Defino a Víctor como un jugador con condiciones técnicas especiales, de mucha habilidad y visión en el terreno de juego, podía jugar en cualquier posición, se adecuaba al esquema que el técnico requería”, describe Hernández al jugador que como todo santandereano, llevaba la verraquera al terreno de juego.
A 3.735 metros de altura en Oruro, Bolivia, Colombia obtiene su primer título de microfútbol derrotando por penales a la selección anfitriona y consagrando como goleador al jovencito Jhon Jairo Pinilla, quien en ese entonces con solo 17 años se hizo un lugar en la titular. “Supuestamente solo iba a adquirir experiencia, tocó enseñarle a marcar, porque no le gustaba, estaba acostumbrado a ser la estrella en los juveniles, y aquí tenía de técnico a todos los compañeros”, cuenta Santos.
Colombia brilló a buen fútbol, dejando en el camino a fuertes contrincantes como Brasil y Argentina. Uno de los destacados de esa noche fue ‘Pipitoria’, el del dorsal 14 entró al minuto 17 de la primera mitad y con una exquisita definición calentaría al coliseo Julio Borelli Viterito que estaba a 9 grados centígrados y a 200 metros más alto que La Paz. Allí Santos dio movilidad a un equipo que se había entrenado dos meses en Rusia, en preparación previa al mundial.
El microfútbol es quizás el deporte más masivo de todo el país, cada barrio donde hay una cancha de micro es sinónimo de niños jugando y adultos corriendo con la redonda como Santos, quien al día de hoy sigue viviendo del fútbol, ahora desde el banquillo dirigiendo juveniles, que según él: “tienen mucho talento, pero no tienen una liga profesional”, nada distinto a su carrera entre 1993 y 2003, año en el que decidió colgar las zapatillas de micro tras las lesiones en sus tobillos, y así dedicarle más tiempo a su esposa Zuley Stella Sandoval, y sus hijos Víctor Manuel, Nicole Dayana y Dana Sofía, quienes ahora son sus victorias más importantes, afirma con una sonrisa nostálgica a sus 42 años.
Por: David Flórez Villamizar
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