Por: María Camila Ladino/mladino202@unab.edu.co y Laura Nathalia Quintero/lquintero103@unab.edu.co

Sobre un ataúd color marrón descansa una bandera que, con los siete colores del arcoíris, viste la tristeza. Exclama diversidad y libertad. Sin embargo, la escena es del funeral de una mujer trans asesinada violentamente. El domingo 13 de marzo de 2022, en el Cementerio Central Católico, sus seres queridos, familiares, amigos, amigas y amigues despedían a Andrea Rozo Rolón, mejor conocida en Bucaramanga, desde hace más de 25 años, como La Leona.

En el transcurso de la tarde, sus amigas hacen el mismo recorrido que ella realizaba para ir a rezarle a las ánimas todos los lunes. Partía desde su peluquería, ubicada en la carrera 18 #30 junto al Parque Centenario, hacia el Cementerio Central. Ahora sus compañeras van a rezarle a ella. El ambiente del funeral se distingue por la tranquilidad que caracterizaba a La Leona cuando aún vivía, según comentan quienes la conocían.

Frente al Cementerio, desde su puesto de flores, la señora Miriam, una mujer que lleva trabajando 42 años en el Parque Romero, dice que el entierro se desarrolló de forma normal: “con poca gente y sin escándalos. No fue como a veces que toca llamar a la policía, ni pólvora echaron”. A pesar de ello, Reinaldo, mejor conocido como Tana, el celador que lleva 10 años cuidando motos frente a la catedral, dijo que la calma no duró mucho: “había un montón de gays y me parece que fue por algo que dijo el padre porque hubo un alboroto dentro”.

La discordia llegó. El escándalo del siglo se armó cuando el discurso del padre cambió. Al principio de su intervención, el sacerdote Fabian Cárdenas mencionaba el nombre de Andrea. Esto incomodó a su familia. Por eso, le pasaron un papel con un mensaje lapidario que no respetó su identidad de género: “no se llama Andrea, es Henry”.

El discurso del cura dio un giro esperado. Una de las asistentes al velorio, Lady Katherine Albarracín, recuerda con exactitud sus palabras: “empezó con un discurso homofóbico terrible, ¡yo en toda mi vida, en 50 años, nunca había estado en una misa así! Había como 20 mujeres trans, todas nos salimos. Porque de verdad no nos aguantamos, hasta salió con el tema de Sodoma y Gomorra, que los homosexuales éramos pecadores que no subimos al cielo”.

Lady Katherine hacía memoria de esa tarde. Recuerda que estaba exaltada porque irrespetaron la identidad de La Leona. Ese día ella pasó a ser un número que sumaba en el horror de los asesinatos a las mujeres trans. Una más de las 7 que han sido asesinadas en el 2022, según datos de la fundación “Grupo de Acción y Apoyo Trans”. También, hay que señalar que, según la Defensoría del Pueblo, en 2021 se perpetraron 35 asesinatos a mujeres trans en Colombia. Todas, mujeres que como La Leona han sido olvidadas, discriminadas e irrespetadas por gran parte del país.

“Las vidas nuestras no importan. Por ser mujeres trans no valemos nada”, dice Lady con impotencia. Ella es una mujer que se autoidentifica como trans, aunque no siente que sea una aclaración necesaria: “el término trans lo utilizo por un tema político, para identificarme como mujer trans y visibilizarme a mí y a mi población, pero yo pienso que no debería usarlo. Con el solo hecho de decir ‘Lady’, ya se sabe que soy una mujer y punto”.

Mientras hablaba, Lady estaba sentada dentro de las rejas firmes que protegen su peluquería en el barrio Ciudad Bolívar de Bucaramanga. La escenografía era similar a cuando conoció a La Leona hace 22 años cuando ella llegó a la «Ciudad Bonita». En ese tiempo ella trabajaba en otro salón de belleza y La Leona vendía productos de limpieza para ahorrar y arrendar su propio local. Quería convertirse en estilista.

La Leona descansa en el Cementerio Central en el Panteón San Cristóbal” /Foto tomada por Laura Nathalia Quintero.

Bajo otra piel  

La Leona nació en Cúcuta en 1967 en la clínica del Seguro Social. Ahí vivió 29 años, según recuerda su hermana Margarita Rozo Rolón. Era 1996 cuando arribó a Bucaramanga. Esta mujer, a quien antes de su llegada a la ciudad conocían como Henry Antonio, aún no era la estilista reconocida por su cabellera larga, dorada y ondulada, tal cual la melena de un león. Ahí, apenas comenzaba su transición. La misma Leona lo contó en el especial “Atrapados en cuerpos ajenos” que en 2012 presentó el canal TRO: “yo me transformé poco a poco. Uno empieza lentamente. Primero me dejé crecer el cabello natural. Trabajaba vendiendo productos de limpieza en las calles de Bucaramanga. La gente me colaboró a pesar de que iban notando el cambio en mí. Entonces como querer es poder, yo decía: ‘¡no, yo debo ser una travesti bien plantada!’”.

Se lo tomó en serio. Cinco años después de su llegada, como narra su familia, estaba maquillada a su gusto, con las uñas arregladas, las pestañas casi igual de largas a su cabello, acompañada de unos prominentes senos y un trasero gigante. Era tan alta que rozaba los ciento ochenta centímetros.  

La Leona no le dijo a su familia de su transición, sino hasta que se volvieron a ver. Su hermana, Margarita, se mantenía en contacto por teléfono, pero no la había visto ya que vivía en San Cristóbal, Venezuela. Hoy, varía entre el pronombre “él” y “ella” y comenta: “cuando lo volví a ver ya era una mujer, con senos, pelo largo mono y ¡Dios mío!, pues ya, ahí seguí. Yo la vi y me pareció hermosa, bella [Silencio] … Nosotros la aceptamos, pues nos queremos y somos unidos…pero le decíamos Henry, ella siempre me corregía, no le gustaba que yo le dijera así o que era él. En el mundo de ella le decían La Leona, en el mundo de ellos, de los travestis. Ella se identificaba como Andrea”.

En el calor del infierno

La Leona partió de Cúcuta. Se fue de lo que consideró un hogar y al mismo tiempo, el “infierno”. Esto lo dejó escrito en 2016 en el libro Una oportunidad para contar, el cual fue realizado por la Universidad Pontificia Bolivariana en conjunto con la Corporación Consentidos. Ella decía que declararse o ser transgénero significaba ser el comodín de los abusos e intolerancia de los cucuteños. “¡Un infierno!”. Después de todo, según su hermana mayor, ella se fue por el “calor”. De su puño y letra quedó escrito: “me daba miedo ser transgénero en Cúcuta, era muy difícil”.

Su vida en Cúcuta transcurrió en las calles del barrio Guaimaral. Fue la menor de cinco hermanos y la favorita de su mamá, Ana Dolores Rolón de Rozo, una enfermera que crio sola a sus hijos: Rafael Antonio, José de Jesús, Yolanda, Ana Margarita y, como llamaban a La Leona en esa época, Henry Antonio. Ana Dolores murió a los 56 años de un paro respiratorio por un edema pulmonar, edad muy similar a la de su hija menor cuando fue asesinada. Cuando Ana Murió, La Leona no existía, Henry Antonio solo tenía 15 años.

“Eso le dio muy duro, lo puso más callado”, menciona Margarita. También, menciona que a Henry le gustaba jugar con las muñecas de su hermana mayor, Yolanda, en especial una: “recuerdo que a él le gustaba mucho una muñeca que le decían ‘La culona’ porque tenía muchas nalgas. Y mire que se terminó pareciendo a esa. Desde niño ya estaba como… [Silencio]”.

Después de la muerte de su mamá, La Leona se dejó crecer el cabello, las uñas y se arregló las cejas. Algunas veces, se ponía ropa que no correspondía a su “género” impuesto al nacer. “Nos parecían cosas normales, en esas épocas no teníamos malicia. Ahora como el tiempo ha pasado, uno si lo ve como rarito, pero no”, dice Margarita.

La exclusividad de las calles

La Leona llegó a vivir a Bucaramanga, pero no a conocerla. Ella era desconfiada, no salía casi y mucho menos les abría la puerta a extraños, su reja se mantenía con candado, como recuerdan sus allegados y vecinos. Su amiga Lady la invitaba a salir, pero casi siempre cancelaba, llegaba tarde o tenían que ir a buscarla: “a esa tocaba localizarla con GPS”, comenta.

Llevaba más de 15 años en la peluquería ubicada a la vuelta del Parque Centenario. Era una sala pequeña con una habitación extra que tenía baño y cocina, ella la arrendaba para vivir y trabajar al tiempo. Había implementos de peluquería y esculturas de santos católicos, que, como menciona Lady: “por su tamaño eran dignas de cualquier catedral, eran enormes, exagerados para un espacio pequeñito”. Fue su hogar, ahí vivió y fue asesinada.

Ella era callada, reservada y trabajaba en compañía de su “bebesote”, Valentino, un perro blanco que solía pintar de rosado y, en ocasiones, también de azul.

“La Leona fue fotografiada en la marcha del Pride de 2018 por Fabian Hernández para Vanguardia. Fue sepultada con el mismo vestido azul”.

Tenía una rutina que pocas veces incumplía. Abría su local a las 8 am, salía a desayunar a la vuelta, volvía y trabajaba hasta las doce del día con clientes fijos. “A veces llegaban 5 o 6 personas al día”, mencionó su amigo y vecino Cruz Antonio Fernández, conserje en el “Hospedaje Jaramillo”, situado junto a su local. Sacaba dos veces al día a su perro para hacer sus necesidades enfrente a su puerta. No salía en las noches y algunas veces iba a tomar tinto con sus compañeras, quienes tienen peluquerías en la calle 31. Todas las noches compraba un pan de mil y un jugo Hit. Luego volvía a encerrarse.

La única excepción eran los lunes. Iba al Cementerio Central a rezarle a las ánimas en compañía de Valentino. Su familia reitera que era muy religiosa, aunque no le gustaba hacer presencia en la iglesia. Veía la misa todas las tardes desde su televisor.

“Algunas van de sus peluquerías a la casa y ya. No tienen vida social. Entre ellas estaba La Leona”: explica Lady Katherine. También comenta: “no se los critico, es por consecuencia de la estigmatización que una vive en la calle. Es que es tan feo ir caminando o en transporte público y que la gente lo empiece a mirar o a cuchichear. Eso es fastidioso, se empieza a crear una coraza. Ellas por evitar conflictos son así y me atrevo a decir que el 98% son poco sociables”.

Ana Margarita, su hermana, experimentó alguno de esos momentos de discriminación junto a la Leona cuando iba a visitarla a Bucaramanga o ella iba a Cúcuta: “intentaba darle ánimo y eso que su temperamento era fuerte y a veces gritaba: ‘¡que nunca han visto un travesti, un marica!’. Ella peleaba porque no le gustaba que lo miraran. Pero yo le echaba muchos piropos y se quedaba callada. Yo le decía: ‘¡mejor!, la están mirando por ser bonita, linda, alta, mona, con pelo hermoso, toda elegante’. Él solo decía ‘mmmmm’”.

A pesar de la exclusividad en las calles, había espacios o fechas en las que La Leona se sentía segura. Desde principios del 2000, y como si fuera una festividad, el 28 de junio las calles de Bucaramanga se pintan de colores. Todas las marginadas, olvidados y rechazades por la sociedad pueden salir a las calles sin sentir la inquisición social. La Leona, digna representante de la comunidad, nunca se lo perdía. Tampoco pasaba desapercibida. Desfilaba con orgullo trajes de fantasía, pero no como princesa con carroza, ella iba a pie.

En las cenizas del olvido

El 11 de marzo los medios regionales se llenaron de titulares compartiendo la noticia: “La Leona fue asesinada en Bucaramanga”, un nuevo crimen en contra de una mujer trans.

El hecho se presentó el jueves 10 de marzo sobre las cinco de la tarde en su salón de belleza. Sus vecinos notaron que su reja estaba abierta, un hecho inusual. Nadie escuchó nada, pero su salón mostraba lo contrario. Según medios como Caracol Radio, el local estaba desordenado, daba la impresión de que buscaban dinero. Sus esculturas terminaron en el suelo y las cosas revueltas. La Leona tenía heridas de arma blanca a la altura del cuello y sus dedos cortados para robarle las joyas.

Sus amigas piensan que hubo un forcejeo. Para ellas, La Leona se defendió hasta el último momento, su cuerpo lo indica. German Jaimes, el dueño del Hospedaje Jaramillo, fue quien la encontró sin vida sobre su cama.

La Leona tenía una meta: quería irse a un sector seguro a montar su peluquería. Por eso ahorraba lo que podía. Quería comprar una propiedad ya que arrendar era difícil. “En las trans no confían para estos negocios, ella intentaba desde hace 3 años irse de ahí”, explica Lady.

Los bancos no eran una opción, sentía que el dinero estaba más seguro dentro de las rejas de su casa. Se equivocó, el candado en su puerta no la protegió. A la semana siguiente de que fuera degollada, su local estaba vacío. No quedó rastro de nada. Ahora el lugar será ocupado por alguien más. Como si nunca hubiese estado allí, todo desapareció, pero su memoria no se irá nunca.  

*Nota: El viernes 1 de abril, gracias a investigaciones de la Sijin y la Fiscalía, fue capturado el presunto asesino de La Leona en el municipio de El Playón.

Universidad Autónoma de Bucaramanga