La esperanza de encontrar una mejor vida tanto para su hija de tres años como para el bebé que venía en camino, fueron las razones principales por las que Tania Colmenares Sulvaran, con seis meses de embarazo, decidió salir de su natal Valencia, estado de Carabobo, en Venezuela. Según un informe de Migración Colombia como ella, 8.200 venezolanas embarazadas han entrado al país en el primer semestre de 2018.
Llegó a Bucaramanga a pie con un grupo de connacionales que conoció durante su estadía en Cúcuta, después de llegar de Valencia a San Antonio y cruzar el Puente Internacional Simón Bolívar. “Estuve pagando un arriendo de cinco mil pesos la noche, gracias a un señor que me dio aviso. Buscaba qué hacer para conseguir dinero, por lo menos para el arriendo y la comida”, recuerda al relatar su historia. Tras dos semanas de trabajo informal, junto con el grupo emprendieron el camino, “ellos me decían, no, tú estás loca cómo te vas a ir caminando en ese estado y yo solo les respondía vamos que eso alguien nos lleva por el camino”.
El trayecto a pie que tarda una semana o más, para ellos duró tres días. En el sector conocido como ‘La Nevera’, en inmediaciones del corregimiento de Berlín, encontraron un camión que los llevó hasta la entrada de la capital santandereana, Desde allí un bus los transportó por cuatro mil pesos hasta el Parque del Agua, en Bucaramanga.
Dos días después de dormir en los improvisados cambuches de los alrededores del parque, su estado de salud empezó a deteriorarse a tal punto que tuvieron que llamar una ambulancia para llevarla al hospital, “aparecieron las molestias, vomitaba y no toleraba la comida”. Estuvo internada durante tres días en el Hospital Local del Norte.
El nacimiento
La mañana del 3 de septiembre luego de ser dada de alta del hospital caminaba en cercanías del Parque del Agua hacia la casa de unas compañeras venezolanas Geraldin y Jennifer, quienes ya llevaban un tiempo en la ciudad, cuando rompió fuente. Continuó dudosa su camino, ya que no sentía dolor, llegó a la casa y se acostó hasta el mediodía. Debido al malestar producido por las contracciones se trasladó al Hospital Universitario de Santander
(HUS).

Con tan solo siete meses de gestación, los médicos le ordenaron una cesárea de emergencia. La niña tenía pérdida de los signos cardiacos y el líquido amniótico estaba infectado, lo cual afectó también la salud de la madre, quien estuvo internada durante ocho días, tiempo necesario para terminar el tratamiento contra la infección. Mientras Tania estaba en el hospital, sus amigas informaron de la situación en la que se encontraba a Wilson Barrios, un colombiano quien con un grupo de voluntarios brinda ayuda a los venezolanos, y en este caso le ofreció un lugar en su casa para que viviera junto con su bebé.
Debido al nacimiento prematuro la niña pasó 20 días en cuidados neonatales. Necesitaba asistencia respiratoria y no había desarrollado el reflejo de succión que le permitiría comer, “la veía tan chiquita y le decía a la enfermera, pero usted cómo quiere que mi hija aprenda a comer, con esa sonda en la boca”. Durante el tiempo de hospitalización de Isabel Sofia, Tania tenía que ir al lactario del hospital tres veces al día para dejar la leche materna con la que las enfermeras alimentarían a la recién nacida, iba caminando y es por eso que presenta molestias y dolor en las heridas internas de su cesárea.
Actualmente se hospeda en la casa de Barrios y su familia, lo que le ha sido de gran ayuda para sobrellevar el proceso de recuperación post-parto y el cuidado de su hija. También está a la espera de acudir a la Registraduría Nacional del Estado Civil para hacer el debido proceso de registro del nacimiento. “Según me dijo un agente de migración, la niña no es colombiana, ella nació acá pero no tiene la nacionalidad”.
La despedida
Su destino inicial era Perú, porque Iván Flórez Morales, su excompañero sentimental y padre de su hija mayor le ofreció ayuda en ese país, pero debido a las circunstancias tuvo que quedarse en Bucaramanga.
Lo más difícil de salir de su país fue dejar a su hija Camila Victoria Flórez, de tan solo tres años de edad al cuidado de su abuela paterna. “El día que me iba a venir, me ve arreglando el bolso y le digo: mami, me voy a trabajar. Ella toma su bolso, empaca su ropa y me dice mami, yo me voy contigo”, recuerda con nostalgia. Su esperanza ahora es recuperarse para buscar un trabajo y completar la misión de traerla, “quiero sacar a mi hija de Venezuela, porque allá no hay futuro, no hay nada”. Aunque el papá de la niña responde por el sustento, ella sabe que no puede dejarla en su país mucho tiempo.
La migración representa un problema psicológico y de desadaptación, principalmente para las mujeres que llegan con su núcleo familiar y les corresponde proveer las necesidades básicas y económicas. De acuerdo con María Emilce Salcedo Betin, psicóloga coordinadora del Centro Integral de la Mujer, este tipo de cambios traumáticos y el proceso de desadaptación que vivencian las mujeres pueden llegar a atrofiar la estructura psíquica y se vive un proceso de ansiedad, angustia y altibajos emocionales. “El problema psíquico se crea por esa necesidad de no poder solventar tanto sus necesidades básicas como las de sus hijos, además también enfrentan un proceso de revictimización por parte de la población colombiana”.
Por Slendy Liseth Pineda P.
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