Al proceso de los diálogos de paz en La Habana, Cuba, entre delegados del Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) solo tuvieron acceso tres periodistas con el fin de registrarlo y documentarlo: Mark Silver, Natalia Orozco y Margarita Martínez.

El primero de ellos hizo la película ‘To end a war’(El fin de la guerra); Orozco estrenó posteriormente ‘El silencio de los fusiles’; y había una tercera película pendiente por exhibirse, el documental ‘La negociación’, de Margarita Martínez,
autora también del recordado film “La Sierra”, sobre el largo enfrentamiento
armado en la comuna 8 de Medellín entre paramilitares de los bloques Metro, Cacique Nutibara y Héroes de Tolová.

Días previos a su estreno hubo diferentes manifestaciones de rechazo por algunos integrantes del Centro Democrático y del expresidente Álvaro Uribe Vélez, vía redes sociales, quienes argumentaban que en el tráiler promocional se señalaba a ciertos miembros de este partido como enemigos de la paz.

Como en otras ocasiones, las acciones de censura terminaron contribuyendo a la propaganda de la película. Esto ocasionó que el tema se hiciera viral en Twitter y en algunos medios de comunicación, incluso, que el presidente de Cine Colombia, Munir Falah, quien al principio había insinuado que la película ya no se estrenaría con el argumento que como empresa privada pueden escoger cuáles contenidos se exhiben y cuáles no, y él personalmente consideraba que ya era hora de pasar la página con el tema del proceso de paz, al final decidió proyectar la cinta en sus cines.

En cuatro ciudades, incluida Bucaramanga, se proyectó el documental en dos jornadas: a la 1 y a las 3 de la tarde, entre el 29 de noviembre y el 2 de  diciembre. El siguiente lunes en las redes sociales se exigía que se ampliara el periodo de proyección para que más gente pudiera verla.

Por otro lado, algunos críticos consideran que el torpe intento de boicot al documental terminó inflando una obra que al parecer no aporta un panorama distinto a los otros dos ya existentes.

Desde una perspectiva estética, el filme no entrega nada nuevo al cine de no ficción, las formas documentales son recurrentes y obedecen más a una dinámica de reportaje, hay material de archivo, entrevistas, testimonios, dispositivos habituales en cientos de documentales.

Es expositivo, estructurado a partir de la voz de la autora que muestra las diversas etapas, organizadas a modo de capítulos en el relato. Sin duda el valor de la película radica en su importancia como documento, que también es  pedagógico, ya que permite observar las intimidades y complejidades de un proceso de paz.

Tanto los representantes del gobierno, como los delegados de las Farc tienen la misma importancia en el relato, se evidencian sus miedos y sus preocupaciones a lo largo del proceso. En relación con esto, otra crítica que se le hizo es que aunque hay testimonios de las víctimas, sus rostros y cuerpos no son expuestos como si los de los otros protagonistas (en general por este tipo de tratamiento a estos tres documentales siempre se los ha etiquetado como “institucionales”),
pero tal vez la decisión no sea únicamente de Margarita Martínez como directora, puede haber cierto temor entre las víctimas de todos los bandos y ellas tomaron la decisión de no salir en el pantalla.

Los que si hace evidente en ‘La Negociación’ es que más allá de un interés por el país, los opositores al proceso aprovecharon su entorpecimiento como un
trampolín político, los temores por parte de la ciudadanía frente a lo acordado, más la campaña oscura de los promotores del No en el plebiscito, aspectos que el mismo gerente de esta campaña narró a una periodista, sirvieron parta ir sumando una cantidad de votos sustentados en el temor, que les dio réditos políticos en las pasadas elecciones.

Las poblaciones azotadas por esta violencia eran las más esperanzadas
en que la negociación llegará a buen término. Hoy día, la suerte y su futuro están en que el acuerdo y el posconflicto se cumplan, si no más temprano que
tarde, la violencia reaparecerá en sus territorios. De ahí deviene el eslogan del documental: “Hacer la paz es más difícil que hacer la guerra”.

Por René Palomino Rodríguez
rpalomino@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga