Por Daniela Bueno Ruíz
dbueno555@unab.edu.co
En julio, el Gobierno nacional expidió el Decreto 1076 para que los centros religiosos volvieran a funcionar, pero fue hasta septiembre que se hizo realidad. Con el aislamiento selectivo se autorizó a las iglesias del país abrir nuevamente sus puertas. Sin embargo, la situación que atravesaba el departamento hizo que esta fecha tuviera que esperar una semana más. Hasta el 8 de septiembre los recintos religiosos pudieron empezar sus trámites para funcionar de manera presencial. Sin embargo, hoy en día, en muchas no hay servicio, especialmente en las no católicas.
El sonido de las campanas se empezó a oír de manera paulatina en las icónicas iglesias de Bucaramanga y su área metropolitana. Aunque todo parece volver a ser como antes, dentro de la misa casi todo cambió. Antes de dirigirse hacia ese lugar, las personas deben realizar una llamada e inscribirse, pues el aforo permitido es solo del 35 %. El saludo de paz, uno de los momentos más esperados por los católicos ya no es posible. Una venia, manteniendo el distanciamiento social, remplazó los abrazos y apretones de manos que caracterizaban ese momento. La fila que se hacía para recibir la comunión también cambió. Ahora solo se deben poner de pie y esperar a que el sacerdote se acerque.
En El Playón, la Iglesia Pentecostés Trinitaria Movimiento Misionero Mundial (MMM) también abrió sus puertas. El 10 de octubre 38 personas, el máximo permitido, pudieron volver al salón donde generalmente las reuniones duraban dos horas. Ahora, con media hora menos, las personas también deben inscribirse y elegir uno de los cuatro días que está abierto el lugar para poder asistir, martes, jueves, sábado o domingo. Antes en aquel lugar, iban alrededor de 60 personas, y varias podían participar de la ceremonia, pero ahora, solo dos pueden estar en el púlpito.

“Se siente extraño porque antes uno aprovechaba el ir a la iglesia para hablar con los hermanos y compartir un rato después de la reunión, pero eso ya no se puede”, dice Berssi Yaneth Prada.
Contrario a la situación de la MMM, en la Iglesia Evangélica Alianza de Bucaramanga, la plataforma Zoom sigue siendo el sitio en el que se llevan a cabo las reuniones. De lunes a sábado se reúnen de manera virtual y los domingos trasmiten por Facebook Live. Los protocolos exigen la desinfección total del recinto y la marcación adecuada para guardar el distanciamiento social. El proceso para volver a abrir sus puertas exige tres pasos principales: inscribir la iglesia en la página de la Alcaldía, anexar los protocolos que se utilizarán y por último, la visita de la Secretaría de Salud que es la encargada de dar el aval.
Hay dos motivos por los cuales no han abierto y que uno de sus líderes, Emilio Salgado, explica. Primero, están terminando de organizar los protocolos, y además, “queremos contribuir a la mitigación de la covid-19, ya que estamos ubicados en un sector de alto contagio: el centro de la ciudad”. Por lo pronto continuarán con sus reuniones virtuales y esperan que a mediados de noviembre puedan recibir de manera presencial a las personas que allí se congregan.

Pero no todos han tenido la oportunidad de conectarse a las reuniones virtuales, ni de volver a los lugares que visitaban frecuentemente acompañados de sus Biblias. Van siete meses en los que Carmen Chanagá Rosas no escucha una predicación en vivo. Asiste hace seis años a la iglesia Luz y Verdad, de Floridablanca. “Leo los mensajes del grupo de WhatsApp, pero como tal no me he podido conectar”, dice. A través de este medio envían conferencias en vivo de YouTube, y estas son las únicas que ve. No cuenta con la aplicación que utilizan para conectarse de manera remota y aún no sabe cuándo se volverán a encontrar. Por el momento continúa desde casa estudiando la Biblia por cuenta propia.