Por Cinthya Barreto
cbarreto806@unab.edu.co
El número de contagios por la covid-19 sigue en aumento al igual que los envíos a domicilio dentro del departamento de Santander. De forma específica, en Bucaramanga se comienzan a percibir tapabocas y guantes desechables tirados por las calles más transcurridas de la ciudad; por ello, aunque no han vuelto a subir los índices por contaminación en el aire, los ciudadanos están llevando al extremo otras malas prácticas.
Debido a la modalidad remota a la que la mayoría de las personas se someten desde hace casi seis meses, muchos restaurantes y tiendas físicas han tomado la decisión de continuar operaciones entregando sus productos a domicilio. Esto, solo si la empresa cumple con las reglas de bioseguridad establecidas por el Gobierno.
En marzo de este año, el mes en el que comenzó la cuarentena obligatoria a causa de la pandemia, la Gobernación de Santander había manifestado un plan para prohibir el uso de materiales contaminantes dentro de la institución, con la finalidad de sensibilizar a pequeños y grandes emprendedores para que también comenzarán a reemplazar esos elementos.
La Gobernación no era la única que buscaba regirse al decreto 164, que se basa en tomar medidas alternativas mientras la cuarentena se llevaba a cabo en el país, el Gobierno nacional mantenía una iniciativa similar, pero ambas ideas quedaron en el olvido cuando comenzó a aumentar la propagación de la covid-19 y tendrá que ser replanteada para el próximo año.
Sandra Ortiz es directora de la empresa importadora Planecos, la única marca del departamento en ofrecer una alternativa ecológica al vender empaques o envases compostables y biodegradables. Ella explica qué fue lo que la motivó a comenzar un negocio amigable con el ambiente: “Mi padre siempre ha tenido una empresa de plásticos, y cuando quiso que yo trabajara con él quería llevar una propuesta diferente, así que cuando mi esposo murió de cáncer, investigué y encontré que el icopor es uno de los materiales más letales, ya que está comprobado que en contacto con el calor genera dioxinas que son muy malas por el poliestireno con el que está hecho”.

Icopor es el nombre con el que se conoce en Colombia al ‘poliestireno expandido’. Este material está hecho en su mayoría por aire pero también por partículas de ese polímero que resultan ser agresivas para el ecosistema, y que según estudios de la Organización Mundial de la Salud, además de ser cancerígeno puede afectar el sistema inmunológico e interferir el sistema hormonal.
Al igual que este material, que tarda hasta mil años en descomponerse, el plástico constituye el 80 % de la basura que termina en los océanos y que más demora en degradarse; esto por la presencia de microplásticos que logran ser consumidos más fácilmente.
“Remplazamos todas las referencias de estos materiales por caña de azúcar 100 % biodegradable y compostable, estos productos se entierran y al poco tiempo se convierten en abono”, comenta Sandra Ortiz sobre los materiales que importa desde Asia.
A pesar de tener similitud en cuanto a procesos ecológicos se refiere, el término ‘biodegradable’ y ‘compostable’ no son lo mismo. El primero requiere una serie de procesos para poder descomponerse, a diferencia de los materiales compostables, que duran entre 8 a 12 semanas generando finalmente fertilizante, con el fin de no afectar los suelos.

Sandra Ortiz dice que la razón por la cual son importadores y los únicos que se dedican a esto en Santander es porque “el icopor es muy económico y por lo tanto ha tenido bastante auge, pero nuestro tipo de cliente está porque quiere aportar algo al planeta. En el país fabricar este tipo de productos es muy caro, hay que hacer una gran inversión por la recolección de materia prima y la adquisición de maquinaria”.
“Estoy enterada de que tal vez a algunas personas no les guste pagar mil o dos mil pesos más solo por el empaque, pero cuando les explicas a tus clientes que es un método que nos salva de diferentes maneras, lo entienden y termina generando un impacto a corto, mediano y largo plazo en las personas y en la ciudad”, expresa Marianella Osorio, quien tiene una microempresa de postres llamada ‘Dulce Apetito’ y adquirió empaques ecológicos cuando comenzó la pandemia.
Empresas en el departamento se han dado cuenta del aumento de productos contaminantes y han intentado mostrarse ante sus clientes como conscienciadores ambientales, no solo con artículos para comida, sino con bolsas reutilizables para tiendas de ropa, y por medio de las redes sociales hacerse conocer para ofrecerlos en eventos pequeños y para grandes corporaciones.