Aunque lleva 30 años acompañando a los santandereanos los fines de semana con distintos géneros musicales, reconoce que uno de los que ha tenido mayor acogida es el reggaetón. /FOTO WILMAR SERRANO

A las 9:30 de noche, con la llegada de los primeros clientes, el sonido de las mezclas del dj Carlos Barrera suena a alto volumen en El Escondite, una discoteca ubicada en el sector de Cabecera. En su oficio de disc-jockey programa una lista de música variada desde una pequeña cabina, al lado de la pista de baile.

Con 33 años de experiencia, este dj de la vieja guardia que empezó en 1984, cuando aún eran pocos, en su natal Cúcuta (Norte de Santander). Su primer contacto con la música lo tuvo a los 12 años cuando en las fiestas familiares se encargaba de poner las canciones, trataba de que fuera secuencial y que les gustara a todos. “Inicié como una casualidad, yo no me imaginé que ese fuera mi estilo de vida, mi profesión”, dice Barrera.

Aunque es temprano, le preocupa que la lluvia aleje los clientes. Pone un playlist (lista de canciones), mientras se cerciora de que todo esté funcionando correctamente en la discoteca. Poco a poco el lugar se va llenando.

A las 10 se ubica formalmente en su lugar de trabajo y quizá en el que pasa más tiempo. Una consola Pioneer SZ conectada a un computador, en el cual tiene todas sus mezclas, dos tornamesas y dos audífonos son los instrumentos que hacen parte de su trabajo. En el fondo y como parte de la decoración conserva nueve acetatos o discos de larga duración (LP) que son un motivo de orgullo para él, ya que fueron los primeros que utilizó cuando inició su carrera.

Cada uno tiene su historia como el negro que está en una esquina, comenta que a pesar de ser el “más feíto” es de a capelas anónimas y este puede venderse en una suma cercana a los 200 mil pesos.

Con el fin de reducir espacio puso dos plantas QSC, de metro y medio de altas cada una, debajo de la cabina, estas se conectan con seis parlantes distribuidos por toda la discoteca que brindan un sonido sólido por todo el lugar. Minutos antes de abrir las puertas al público, Barrera prueba el sonido y las luces para asegurarse que todo esté funcionando.

Barrera ha recibido cerca de ocho reconocimientos en Dj Party y el Festival Dj por ser uno de los mejores y estar vigente. /FOTO
WILMAR SERRANO

Recuerda que en un club, cerca de su casa y al cual tenía acceso, escuchó una música que sonaba fuerte, al acercarse vio unas minitecas grandes y a los disc-jockys mezclar, pensaba que a eso se quería dedicar toda la vida. Por cosas del destino, a un vecino de él, la mamá le compró una miniteca a la que llamaron Scay Lotus, donde por más de seis meses ensayó y aprendió a tocar, lo hacía observando a los demás djs como ponían las canciones y trataba de imitarlos, aunque al principio no entendía por qué movían las manos de cierta manera.

Cada fin de semana la música es variada, entre vallenato, electrónica, salsa, reggaetón y merengue. “Creo que va más en el gusto; hay que saber que la gente piensa distinto y tratar de sacar a la mayoría contentos”, afirma.

En 1990, Barrera se mudó a Bucaramanga junto con su madre, después de la separación de sus padres. En ese mismo año, un amigo le ofreció trabajo en un bar cubano que por el entonces se llamaba Tropicana, “una discoteca de ambiente” o gay. Al principio le fue difícil adaptarse, trabajó cerca de un año y medio allí, pero por algunos incontinentes personales renunció. Tiempo después, “Tropicana” desapareció.

Discotecas como Skype, Jericó, Pilatos, La Capilla, Cuba, La Candelaria, África, Babilonia, El Manicomio y Míster Badillo fueron testigos del trabajo a lo largo de 30 años de Barrera, que convirtió en un referente para las nuevas generaciones y la radio local.

Oscar Barrera comenzó su formación en
Bucaramanga desde 1990 en la discoteca
Tropicana. /FOTO SUMINISTRADA

“Mi vida fue resistiéndome a muchas cosas, sobre todo al licor; pude ahorrar y gracias a eso hoy tengo un futuro algo mejor que otros. Tuve moto, carro, tengo una casa de varios pisos y mi discoteca donde estoy haciendo lo que me gusta, poniendo música”, comenta sobre sus logros.

Hace cuatro años, se aventuró a crear su discoteca propia llamada El Escondite, por la carrera 35 con 48, cerca de ‘Cuadra Picha’ o ‘Cuadra Play’. Tardó tres años en encontrar el local adecuado, ya que por el uso del suelo, los vecinos o el precio del arriendo influyeron. Finalmente, el 2 de mayo de 2013, la inauguró. El lugar abre sus puertas de jueves a sábado. Algunos días desde las 3 de la tarde hasta las 5 de la ma- ñana, cuando termina la jornada y despacha a sus empleados.

Mantenerse a la vanguardia de las nuevas canciones y géneros musicales es lo que lo tiene vigente como dj. Utiliza programas como Adobe Audition, FL Studio para mezclar y hacer sus arreglos a las canciones.

El trabajar todos los fines de semana hasta altas horas de la noche afecta los demás días con conciliar el sueño, aunque Barrera poco a poco ha podido recuperar el control, los ojos rojos; las relaciones con la familia y las parejas se tornan complejas, ya que tienen que sacrificar algunos momentos por estar trabajando, y un problema que ya es notorio, es la pérdida de audición debido a que tiene que usar permanentemente los audífonos.

Para Barrera todo es de acostumbrarse, aunque disfruta su trabajo, tiene que hacer que muchas personas disfruten de una noche de rumba mientras él se limita a algunos momentos de su vida.

Por Wilmar Serrano León
wserrano@unab.edu.co


Esta nota hace parte del especial web ‘Detrás de la rumba’, para ver el especial completo, diríjase a este enlace: https://goo.gl/85KaxU

 

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