Al mes de abril, la Secretaria de Salud y Ambiente de Bucaramanga reportó que de los 1.561 niños que nacieron vivos en Bucaramanga, 140 eran hijos de madres adolescentes. La situación mantienen en alerta a las autoridades, especialmente porque dichas mamás cada vez son más jóvenes (desde los 12 años se registran casos) y los padres, por el contrario, son mayores. Periódico 15 cuenta tres historias que reflejan esta realidad, especialmente en la Comuna 2, en el norte de la ciudad.
Expectativa
Jennifer Silva Duarte dejó de ser “virgen” a los 15 años, como ella lo cuenta. Cumplió 16 y en octubre de este año dará a luz a su primer hijo. Tiene cuatro meses de gestación, pero aún no se acostumbra. Siempre que alguien le pregunta por su embarazo, se ruboriza al instante y sus manos parecen inquietas. Cursa sexto grado y su novio, también de 16 años, se graduará siendo papá. Su familia apoya la relación y además, recibirán apoyo económico de sus suegros. Actualmente, vive en el barrio San Cristóbal, de la Comuna 2, en el norte de la ciudad.
Jennifer quiere ser docente de primera infancia, pues dice que le gustan los niños. “Tengo mi sobrinita a la cual amo con todo mi corazón, le tengo la paciencia que no le tiene ni la mamá”. Se refiere a la hija de su hermano menor, él le aconsejó “ahorrar y continuar estudiando para que no estuviera como él, que está buscando trabajo y no le dan”.
Le da un giro a la conversación y recuerda sus síntomas. El dolor que sintió no se parecía a nada que haya experimentado antes. Tampoco había menstruado, eso no le preocupó, su periodo siempre fue irregular. Sin embargo, su mamá lo presentía, la llevó a realizarse una prueba de embarazo para confirmarlo. Le leyó los resultados, la miró y agachó la cabeza, Jennifer lo comprendió.
Cuando su papá se enteró rompió en llanto. La noticia lo afectó porque es su única hija. Pero aun así, insistió en que si el padre del bebé evadía su responsabilidad, entonces él se haría cargo.
Después de un tiempo, en su familia todos estaban felices por la llegada de un futuro integrante, la única triste seguía siendo ella. Incluso, llegó a decirle a su mamá que no quería tener el bebé. Siempre quiso terminar primero sus estudios. Es una alumna aplicada, como lo cuenta su maestra María Dolores Ariza. Usó preservativo. “Las niñas deben cuidarse porque aunque puede ser bonito tener una relación con el novio, después las responsabilidades no son tan bonitas. Son demasiados cambios”, comenta la docente.
No asistir a la ciudad de hierro sería la parte más difícil para Jennifer. No se imagina como será de mamá y evita pensar en el día del parto. Solo espera que su embarazo no sea prematuro y que sus condiciones físicas no sean un inconveniente. Por ahora, se alimenta lo mejor que puede.

Aprendizaje
Heidy Yurani Duarte Bautista quedó embarazada a los 13 años. Dice que se protegía, pero durante dos años dejó de hacerlo.
Al principio se avergonzaba, después comenzó a asistir a un curso para embarazadas. Al final, era consciente de que tarde o temprano se le vería barriga, así que ya salía sin pena. En el barrio San Cristóbal donde reside le decían “pelotita”, porque medía menos de la estatura promedio y su panza era enorme. Recuerda que la barriga de su prima de 15 años nunca fue así.
Supo que estaba embarazada cuando se antojó de comer una papa que no le gustaba. Duró “un mes con dolor de estómago”, como ella dice. Su mamá pensó que le daría gripa, así que le dio aspirina. Un día su cuerpo no resistió más y cuando mamá regresó del trabajo fueron al hospital. Le mandaron varios exámenes, entre ellos, una prueba de embarazo. Al día siguiente, su madre le dijo: “no alcanzó ni a cumplir sus catorce años y ya va a ser mamá”. Se sintió destrozada. Hubo un silencio largo hasta que su madre preguntó de quién era y ella respondió que era del hermano menor de su padrastro. “Acabó con la familia entera”, dijo la progenitora. Para evitar problemas, decidió frenar la relación. Él vive frente de su casa, pero ve poco a la niña. El papel de ser padre y madre le ha gustado, le permite pasar más tiempo junto a su bebé.
Trabajó como costurera medio tiempo, pero la señora quería que estuviera tiempo completo, y tuvo que negarse. Le gustaría ser doctora. Piensa terminar sexto, validar hasta décimo, y once hacerlo normal. Antes de empacar los libros para ir a estudiar Heidy primero debe dejar hecho el tetero de Valeria, que ya tiene seis meses.
A menudo se ausenta en el colegio por alguna cita médica de su hija y le presenta la excusa a la coordinadora Carol Jimena Alvarado. Su mamá le dice que asista a clases y ella la lleva a los exámenes, pero prefiere estar presente. Al principio no quería dejar a Valeria e ir a estudiar, ahora incluso su mamá dejó de trabajar para pasar tiempo con su nieta, a quien en cada mes le compra una muda de ropa.
A Yurani siempre le gustó estar más en la calle que en casa. Ahora, ya no sale mucho, cuando lo hace va con Valeria. En ocasiones le pide permiso a su progenitora por una o dos horas, pero ella es “jodida” con los permisos, cuando vivía con su abuela era más sencillo.
Después del colegio regresa a casa y carga a la bebé, le da de comer, juegan y la baña. Reconoce que le falta experiencia, pero al menos ya sabe cambiar un pañal. Al principio se cuestionaba, después se acostumbró. “Un hijo no es un error ni tampoco es un estorbo, pero primero hay que terminar los estudios”.
Experiencia
Claudia Milena Almeida se convirtió en mamá a los 15 años. El día que supo que estaba embarazada le pidió a Dios valor para salir adelante porque estaba sin su pareja; pese a esto, recibió el apoyo de su madre. “La noticia me dio felicidad. No podía decir que era una desgracia, debía luchar”, cuenta la joven.
Comenzó a ir a sus controles, pero sabía que si quería tener las “cositas” necesarias para su bebé, debía salir a las calles a trabajar. Empezó vendiendo bolsas de aseo y pastillas de cloro, tiempo después fue jefa de cocina en un restaurante de comida rápida en Bucaramanga y en la actualidad vende pijamas en el barrio Girón, es así como le da estudio a sus tres hijos.
Fue padre y madre. Hace poco regresó el papá e intentó hacerse cargo de los pequeños, pero sus hijos ya tomaron una decisión, se quedaran con mamá. Claudia quiere conseguir un buen empleo para poder cumplir los sueños de sus pequeños: la mayor quiere ser azafata, el del medio futbolista y la menor, enfermera.
A raíz de su experiencia siempre aconseja a las menores que están pasando por la situación que ella vivió que “sigan adelante, pero con humildad y sinceridad”. Fue así como a ella mucha gente de su comunidad la apoyó con las ventas.
Por Johana Pacheco Guzmán
lpacheco241@unab.edu.co