El 19 de octubre fue el Día Mundial de la Lucha Contra el Cáncer de Mama, según el Globocan, proyecto liderado por la International Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, de la Organización Mundial de la Salud, OMS. La iniciativa busca “crear conciencia y promover la detección temprana” de esta enfermedad, que deja 1,5 millones de víctimas fatales cada año, en todo el mundo.
En Colombia, de acuerdo con el boletín informativo del Fondo de Enfermedades de Alto Costo, Cuenta Alto Costo, durante el periodo del 2 de enero del 2016 al 1 de enero de 2017 se reportaron 50.887 mujeres con cáncer de mama en todo el territorio nacional, de las cuales 2.279 pacientes fallecieron. Y, como asegura la Secretaría de Salud de Santander, en promedio, cada semana, 2 mujeres fallecen, y cada año, 134.
Detrás de las cifras no solo está la historia de mujeres a las que este cáncer les arrebata la vida. También está la de sobrevivientes, esposos e hijos que se convierten en un motor para recuperarse.
El apoyo de ‘Tati’
Luego de seis años de tratamientos contra el cáncer de mama, Tatiana García, la esposa del arquero suplente del Club Atlético Bucaramanga, Luis Delgado, falleció el 2 de junio de este año.
En 2012, luego de acudir al médico por una cita para el hijo menor de la pareja, Matías Delgado, Luis y Tatiana hacen mención de una pequeña masa en uno de los senos de ella, luego de mamografías y biopsias recibió el diagnóstico.

apoyo de sus hijos ha podido acomodarse un poco a esta situación. / FOTO DAYANNA GARCÍA
Cuando empezó sus tratamientos y en vista de la pérdida de cabello que comenzaba a presentar, Luis tomó una decisión, tanto para apoyarla, como para ayudar a su hijo menor de tres años a comprender la situación. “Me mandé a rapar la cabeza, convidé a mi hijo mayor a que también lo hiciera, para que, cuando llegáramos al apartamento, fuera él (Matías) quien nos abriera la puerta y se diera cuenta de que estábamos calvos. Nos abrió la puerta, y cuando nos vio se sorprendió, y dijo, “papá yo también quiero”. Salió corriendo para donde mamá y la convidó. Finalmente fuimos los cuatro”, recuerda el deportista.
Para ese año Luis jugaba con Millonarios Fútbol Club y las prácticas y concentraciones constantes le impedían estar, en algunas ocasiones, con su esposa. “Tuve la fortuna de contar con la mamá de Tatiana. Ella viajó y se radicó en Bogotá con nosotros, y junto con mi hijo nos colaboraron con el tema de las citas médicas y el acompañamiento de ‘Tatis’. Cuando yo estaba, era quien asumía este rol”, cuenta el arquero.
Una vez Tatiana fallece, Luis tomó la responsabilidad de su hogar. Asegura que no ha sido fácil, pero con el apoyo de sus dos hijos han ido adaptándose a su nueva vida, “son muchas las situaciones que empezaron a cargarme mentalmente, porque no venía acostumbrado a esta rutina, pero ya con el tiempo hemos ido acomodándonos”.
El 20 de septiembre, durante el partido disputado entre el Atlético Bucaramanga y el Boyacá Chicó, los jugadores de ambos equipos rindieron un homenaje a las mujeres que luchan contra el cáncer de mama y a la familia de Luis Delgado. Se vistieron camisetas rosadas con la imagen de la familia y el nombre de Tatiana.
“La División Mayor de Futbol Colombiano, Dimayor, me contacta y me vincula como abanderado de lo que se iba a hacer el fin de semana. Sabía que el equipo iba a llevar una camisa rosada, pero no sabía que iban a llevar la foto de mi familia. Fue un momento alegre y triste; felicidad por el mensaje que queríamos llevar a todas las personas que pasan por esta situación y por recordar una guerrera, se le hace un homenaje a ‘Tati’ y triste por recordar toda la situación”.
Puede que funcione, pero puede que no

Paloma Bahamón, escritora y docente de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Unab, fue diagnosticada con cáncer de seno el 26 de mayo de 2016. “Esa tarde comenzó a llover a cántaros, estaba confundida, tanto que lo único que recuerdo fue que en mi familia se sintió un silencio; mi esposo no hablaba, mis hijos, todos se encerraron, porque no eran capaces de lidiar con todo”, relata Bahamón. “Recuerdo que fui a un rincón y me puse en posición fetal y llovía y llovía; y lloraba y lloraba, y de pronto sentí que alguien me abrazaba y lloraba conmigo. Era mi amiga, Astrid Sánchez”.
Durante los tratamientos la presencia de su esposo, Óscar Ziztman, fue fundamental: “La imagen que yo tengo es pues, totalmente calva, hinchada, conectada a todos esos aparatos y líquidos que le meten a uno. Mareada, vuelta nada y Óscar yendo a todas las sesiones, dándome la sopa en la boca y, a veces yo le decía que se fuera. Le decía que me iba a morir, que se buscara una mujer más bonita, más joven, que no estuviera enferma. Él, lo único que me decía era, tómate la sopita, amor”.
Cuenta que algunos tratamientos eran colectivos, creando así una especie de grupo de apoyo entre ellas. Dice que se repartían comida y se daban ánimo unas a otras. También estaban esos días en los que las quimioterapias eran tan fuertes que era imposible sentirse positiva, y aun así, había veces en las que asistía a trabajar pese al tratamiento que estaba recibiendo. Por lo general, estos esfuerzos por dictar clase eran en vano, sus fuerzas no daban.
Después de los tratamientos, asegura que “fue una oportunidad para sacarme basura que tenía acumulada desde la infancia, me dejó muchas cosas buenas. Me ayudó, incluso, a mejorar mi relación con mi esposo y conmigo misma. Pero eso no significa que llega el cáncer y todo se limpia, es si uno se atreve a ver qué hay detrás de eso. Hay que ver qué es toda la podredumbre que he estado guardando por dentro, qué es este cajón lleno de púas, de dolores y cosas horribles hasta el punto que mi cuerpo tuvo que gritar”, comenta.
También le ayudó a cumplir uno de sus sueños de infancia, que se materializó en su primera novela titulada “Un dia en el 76”.
“Fui capaz de escribirlo, y eso valió la pena”. También asegura que lo más difícil de esta experiencia es “el coqueteo a la muerte. Ese baile que la muerte le hace uno tentándolo y diciéndole, bueno, puede que le funcione el tratamiento, pero puede que usted caiga en mis brazos”, concluye la docente.
Por Karoll Dayanna García P.
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