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Las dos caras del VIH

Para poder hablar de VIH (virus de inmunodeficiencia humana) se debe tener en cuenta que no es lo mismo que el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). “Esta enfermedad tiene muchos mitos, uno es que la gente cree que el VIH es sida y otro es que quien la padece no puede llevar una vida normal”, asevera Luis Fernando Jaimes.

Tubos de ensayo para la realización de la prueba Elisa para la detección de VIH. / FOTO GINO CIANCI

Por Gino Cianci De león
gcianci@unab.edu.co

El sida y el VIH no son lo mismo, empezando porque este último es un virus que al infectar al portador genera debilidad en su sistema inmunológico, o sea, debilita las células de defensa del cuerpo. Por su lado, el sida es la enfermedad generada por esta debilidad en el sistema inmune.

Sobre este virus se han generado variedades de creencias, que en su mayoría no son ciertas. “Qué mitos encontramos con el VIH, que todos somos unos prostitutos y prostitutas. Que somos unos pervertidos. Que el VIH va degenerando cualquier otra parte del cuerpo… Eso es falso, este solo ataca tus glóbulos blancos, y si no lo controlas te los mata. Pero no te daña ninguna otra parte del cuerpo”, manifiesta Luis Fernando Jaimes Vilaró, de 45 años, un portador del VIH.

Luis Fernando lleva casi tres años con esta condición. “El 9 de abril del 2018 me enteré, y confirmado el primero de mayo de ese año”. Lo que de una u otra forma lo convierte en un conocedor sobre el tema. Desde que se contagió, Luis Fernando ha visto cambios positivos y negativos en su vida.

Luis Fernando Jaimes Vilaró. / FOTO SUMINISTRADA

Una nueva etapa

Desde el principio no lo vio como un impedimento o un duro golpe para su día a día, pues antes de enterarse de que tenía VIH, ya había notado que algo estaba mal. “¿Qué sentí cuando me enteré de que tenía VIH?, nada, como venía trabajando mi mente de cierta manera, acondicionándome de que me sentía mal, que tenía algo, percibía que algo en mi cuerpo no funcionaba. No sentí nada, era de esperarse, he sido demasiado promiscuo”.

Luis Fernando no sabe cómo se contagió, todo apunta a que fue en época de carnavales (febrero a marzo), pues él vive en Barranquilla. “En el año 2018, después de los carnavales, empecé a sentirme demasiado cansado, me acostaba a dormir y era como si hubiese dormido 2 o 3 horas. De cierta manera mi estado de ánimo estaba alterado, y discutía con mis familiares y con mis amigos. Y fui el 9 de abril a hacerme los exámenes”.

Lo curioso es que Jaimes no fue al médico con la intención de realizarse la prueba de Elisa (método de inmunoabsorción ligado a enzimas, por su sigla en inglés) que detecta el VIH. “Mi abuelo y mi padre murieron de diabetes, entonces todos los años me hago un control cada seis meses del azúcar. En esos días le decía a un amigo: ‘Me siento barro, me siento como bajo de nota’ y fui a hacerme los exámenes de azúcar, colesterol y todo el paquete básico que hacen (…) y le dije a la señora que me hiciera el Elisa, porque hace rato no me hacía un control de esos”. Ahí fue cuando todo empezó.

“Cuando llego a mi casa le digo a mi hermana, ‘tengo estos resultados’. Ella lo que hace es sorprenderse y decirme: ‘Ah, tienes sida’. Primer error que todo el mundo comete, que creen que el VIH es lo mismo que el sida”. En ese momento Luis se dio cuenta de lo que serían sus primeros inconvenientes generados por esta patología, que no necesariamente fueron físicos, sino sociales.

“Ella empezó a llorar, pero luego me dio rabia cuando llegó mi cuñado y empezó a decirme que cuidado con la cuchilla de afeitar, con los vasos, y una cantidad de cosas. Como si esto fuera contagioso por el ambiente, casi le clavo la mano a mi cuñado esa noche. Desde ahí se mermaron las relaciones”. Y es que este es otro de los mitos que rodean a esta patología. La forma de contagio.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el VIH solo se transmite por el intercambio de líquidos corporales infectados, como la sangre, leche materna, semen o secreciones vaginales. También se puede transmitir de madre a hijo durante el embarazo. Pero no es posible infectarse por los contactos cotidianos, como los besos, abrazos, apretones de manos o por el hecho de compartir objetos personales.

La desinformación es el problema

Todas estas falsas creencias hacia el VIH son fruto de una ignorancia y falta de conocimiento sobre el tema. Que en últimas terminan generando prejuicios que afectan a las personas que tienen esta patología. Tal como es el caso de Luis, que es un chef que ha tenido que luchar por conseguir trabajo. “Sí, he sido objeto de discriminación, llevo seis años buscando empleo. Y miren, la discriminación ya va inmersa en uno por la edad, en este país a los 40 años uno es viejo y no le dan empleo. Y ahora que hace tres años tengo esta enfermedad sí que menos”.

Luis Fernando Jaimes Vilaró con su anterior uniforme de trabajo como chef. / FOTO SUMINISTRADA

Él afirma haber sido objeto de prejuicio en una entrevista de trabajo el año pasado, pues al presentarse y al haber pasado tres filtros se comunicó con recursos humanos, para saber si había pasado y si aceptarían a una persona con VIH. Luego de eso nunca más lo llamaron. “Esos procesos así dejan mucho que desear”, comenta Luis mientras asegura haber sido objeto de discriminación en diversas ocasiones.

No todo es malo

Tener VIH no es el fin del mundo. El hecho de padecer esta patología no significa que no se pueda seguir llevando una vida común y corriente. “La lectura ayuda mucho a que no tragues entero. Simplemente lo he combatido tomándome las medicinas retrovirales disciplinadamente todos los días (…) Creo que la mejor catarsis que pude haber hecho fue leer sobre el tema y volverme un médico empírico sobre este”.

Es más, al día de hoy la mortalidad por esta enfermedad es baja, ya que los avances científicos en los medicamentos han ayudado a reducir su impacto a lo largo del tiempo. Según la OMS, “entre 2000 y 2019, las nuevas infecciones por el VIH disminuyeron en un 39 % y las muertes relacionadas con el virus en un 51%, y se salvaron 15,3 millones de vidas gracias al TAR (tratamiento antirretrovírico)”. Incluso desde un punto de vista positivista, el VIH tiene sus ventajas. Según Luis, haberse contagiado de este virus le ayudó a filtrar sus amistades, “me ha servido para filtrar quién es quién, y las personas que han llegado nuevas a mi vida han sido mucho más valiosas que las que estuvieron”. En sus propias palabras, este virus ha sido “un maestro de vida” que le ha ayudado a calmar su “adicciones”.

Universidad Autónoma de Bucaramanga