Por Julián Mauricio Pérez G.*
jperez135@unab.edu.co

Uno de los consejos que presenta Horacio Quiroga en su “Decálogo del perfecto cuentista” es que no se debe empezar a escribir “sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas”.

Esta afirmación guarda, sin duda, la idea de que todo buen cuento debe construirse con una precisión coherente y una lógica narrativa minuciosamente preparada de principio a fin. Por esta razón, un buen cuentista no olvida que los detalles son tan importantes como el contexto y la trama de la historia.

Hace tres años Ideartes otorgó el Premio Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá al libro “Los aplausos” del escritor barramejo Óscar Campo Becerra. En esta obra, el autor logra dejarnos la imagen nítida de un artificio literario bien elaborado, muy convincente y con una voz narrativa cercana y, a la vez, sencilla y fraterna. Sus nueve relatos avanzan en medio de una cotidianidad envolvente y onírica que fácilmente nos regresa a la infancia, nos recuerda los anhelos juveniles, los deseos inalcanzables, las tragedias de la vida, la pobreza y la desgracia que siempre camina a nuestro lado.

En las páginas de este libro nos encontramos frente a personajes que se acostumbran al dolor y, en ocasiones, a la desesperanza. Lo habitual se muestra como un abismo del que, a pesar de todos los esfuerzos, no podremos salir, huir ni evitar; por este motivo, las sorpresas o los actos inesperados, los destinos nefastos que debe enfrentar cada personaje tienden a conmovernos o a conmocionarnos.

Como lectores pensamos que la buena suerte acompañará al padre de Cristian en sus anhelos de acercarse a su familia; a Hugo y Ludis en sus ilusiones de éxito y progreso; al niño que no desea prestar el servicio militar; a Eva, la mujer que ha causado la muerte de una de sus pacientes; entre otros. Sin embargo, con el paso de los hechos empezamos a determinar que muy pocas veces los sueños se cumplen y que la realidad es cruel y despiadada.

En estos relatos, la cotidianidad y la pobreza parecen un mismo estado. Como sucede en los cuentos de Vargas Osorio, de Steinbeck o de Junot Díaz, en las fabulaciones de Campo el polvo y el calor, la necesidad y la miseria sofocan la vida de los personajes. Sin embargo, lo más relevante es que el autor construye historias con un estilo propio y potente. Durante la lectura, escuchamos una voz que sabe atrapar con su manera clara y sencilla de narrar; una voz que sabe cuándo callar para no decirlo todo y permitir que el lector participe del relato.

Por este motivo, como lectores debemos descifrar los intersticios que audazmente nos presenta el autor o debemos dejarnos llevar hacia finales inesperados que no siempre concluyen, pero que siempre nos dejan satisfechos. Como ya es sabido, en un cuento no debemos buscar una verdad absoluta e irrefutable. En Los aplausos contemplamos varias vidas formadas con los sentimientos más universales que posee el ser humano: el amor, el odio, la soledad, la tristeza, el miedo y la desesperanza.

Desde las primeras líneas, hasta las últimas, estamos frente a un escritor con una gran capacidad y habilidad para utilizar la técnica narrativa, pero, ante todo, con un manejo admirable de las sensaciones y las pasiones humanas.

*Docente del Programa de Literatura Virtual, UNAB.

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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