Por: Sofía Téllez/ Stellez302@unab.edu.co
De pequeño se sueña con ser y hacer mil cosas, pero no sabemos que nos depare el destino. Mientras pasan los años nos damos cuenta que la vida tiene momentos positivos y negativos. Sin embargo, siempre hay segundas oportunidades. Como lo dijo Gabriel García Márquez: “La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir”.
El 14 de Octubre del 2000 nació en Bucaramanga un bebé llamado Julián Díaz, quién a medida que iba creciendo empezaba a disfrutar la vida. Sin embargo, el 26 de septiembre del 2016 la vida de Julián dio un giro de 180°. Esa mañana salió de su casa sin pensar que no volvería en un tiempo. De estar disfrutando un paseo en familia pasó a estar en una cama por un grave accidente de tránsito. “Ese día estaba en una finca con mi familia y salí a dar una vuelta en la moto, de repente, de la nada me salieron unos animales y al tratar de esquivarlos perdí el control de la moto y me caí. Cuando me desperté fue en la clínica. En ese entonces yo era bastante gordito y por mi propio peso fue el aplastamiento de medula. Rápidamente me llevaron a la clínica y me hicieron exámenes”.
Jamás imaginó que su vida tomaría un rumbo diferente, nunca se le pasó por la cabeza que aquellos sueños y metas iban a tener una mayor dificultad para cumplirse. Mientras el doctor le decía que iba a quedar en estado vegetal, Julián se preguntaba que iba a ser de su futuro. Aunque no quedó como pronosticó el médico, si perdió la habilidad para caminar. Aun así, era una segunda oportunidad para cumplir todos sus sueños. “A la entrega de los resultados de los exámenes el doctor dijo que podía quedar en estado vegetal por cómo había sido el accidente. Sin embargo, gracias a Dios no fue así, pero si quedé sin poder mover las piernas. El diagnóstico del médico para mí fue trauma raquimedular por que las vértebras T6 y T7 aplastaron la médula, por esa razón no tengo movimiento en las piernas” dijo Díaz.
Por suerte no tuvo susto de nada, si fue impactante, pero sabía que Dios tenía grandes cosas para él. “Desde el comienzo fue muy tranquilo, pero debo aceptar que aunque me sentía tranquilo, los primeros días fueron difíciles y los supe sobrellevar fue gracias al apoyo de mi familia. Yo siempre he confiado en los propósitos de Dios y creo mucho en que si las cosas pasan es para algo mucho mejor. Siempre tomé la noticia bien y hasta el día de hoy nunca le he reclamado nada a Dios de mi situación”. Y es que era muy cierto lo que pensaba, la vida lo tenía para grandes cosas, entre esas, ser deportista y llegar a cumplir aquellos sueños y metas que desde niño tanto anhelaba.
Para Julián todo fue un proceso que supo sobrellevar. Tanto así que no fue un impedimento, sino un forma de poder superarse así mismo. A comienzos de este año tomó una decisión radical y su forma de ver las cosas, pero está vez no para mal, para bien.
En Febrero del 2021, encontró una nueva pasión en donde su discapacidad no iba a ser ningún impedimento. Existen diferentes deportes en el mundo, entre esos el levantamiento de pesas. Un deporte que es de los más exigentes y que solo necesita de los brazos para poder ejercerse en los paralímpicos, juegos a los que aspira llegar algún día. “Ahorita me estoy preparando para poder competir en los nacionales y luego poder llegar a los Paralímpicos. Este es un deporte que requiere de disciplina y técnica, cosa que no se adquiere de un día para otro”.
Su rutina es sencilla. Todos los días llega a las 7:00 am en su cuatrimoto al gimnasio del InderSantander. Suele parquearse al lado de la tribuna sur baja del estadio Alfonso López, en donde cada mañana hay más de siete gatos acostados esperando un poco de comida. La mayoría de veces viene acompañado de su médico o algún amigo que le ayude a bajar la silla de ruedas de la moto y de ahí entra solo en su silla al gimnasio.
Lo primero que hace Díaz es empezar a calentar los brazos con algunas mancuernas. Mientras fortalece sus muñecas, huesos, músculos y articulaciones, los cuales soportaran un gran peso, va saludando a todo aquel que está en el gimnasio, entre esos a sus compañeros de equipo y por supuesto al “Profe”. Mientras lo acompañaba en su calentamiento, Julián me contaba que estudiaba por las tardes y que además de eso trabajaba para poder pagar sus cosas, pues no le gusta es depender mucho de la gente. “En las tardes estudio en la universidad, virtual, claramente, y luego de clase trabajo algunas horitas, es teletrabajo, así que no requiero de un esfuerzo grande para poder movilizarme”.

Finalizado el calentamiento, empieza el trabajo con las pesas. Para poder acomodarse en las diferentes estaciones debe pasar de su silla de ruedas al banco y allí amarrarse las piernas con un cinturón para que la cadera no se caiga hacía un lado. Lo primero es alzar un peso moderado y poco a poco ir subiendo hasta llegar a los 100 kg. Mientras subía de peso el temblor en los brazos se hacía más notorio. Las gotas de sudor reflejaban el trabajo y entrenamiento de meses, que en algún momento se va a ver reflejado en una medalla.
Posterior a eso pasa a mejorar la técnica de subida, sostenida y bajada. Pero una de las cosas que más me llamó la atención, ese día que los pude acompañar, es ver cómo se apoyan entre ellos mismos. “Pacho”, pesista y amigo de Julián, expresa que “nosotros somos una familia y queremos que a todos nos vaya bien. Entre todos nos apoyamos. A Julián lo conocí este año cuando entro y es un muchacho de 21 años que tiene mucho futuro por delante”.
Y es que es una familia y ¿quién no hace bromas con la familia? Durante el entreno se siente la alegría y un par de bromas por parte de “Pacho” a sus compañeros. Mientras entrenaban hacía comentarios como “no me lo deje caer por que queda en silla de ruedas” o “pellízquele las piernas para que se despierte”. Al final me di cuenta que para ellos la discapacidad hace parte de su diario vivir y no es algo por lo que hay que amargarse.
Lo más bonito de poder compartir esta experiencia al lado de Julián y sus compañeros es darse cuenta que cada uno de los que hace parte del equipo de pesas sueñan con llegar a ser los mejores y participar en unos juegos Paralímpicos. Ante esto Juan, compañero de equipo de Julián, menciona “Mi sueño es poder participar en las competencias que quedan, clasificar a los Paralímpicos y poder ir a París 2024. Sería una de las metas alcanzadas y no solo para mí sino para todos mis compañeros”.
Al terminar cada entrenamiento estira, coge su canguro, su casco y sale del gimnasio para ir a estudiar y trabajar. Es que no crean, tener una discapacidad no te paga las facturas, hay que trabajar. Simplemente se despide de todos sus compañeros y agradece al Profe. Siempre sale con el mismo sueño y las ganas de luchar por alcanzarlo “mi motivación cada día es ser el mejor en lo que hago, esforzarme y ser disciplinado, prepararme y concentrarme en mis metas a corto plazo como las competencias nacionales y visualizarme en París 2024 cumpliendo el sueño de darle una medalla a Colombia”.

Cada día se nota el esfuerzo que hace Julián y los demás deportistas con alguna discapacidad, solo para ir, entrenar y ser felices. El profesor del equipo de pesas resalta mucho el trabajo de Julián. Para él “es una de esas personas que es dedicado y disciplinado, además que es el más joven y por su edad es uno de los más favorecidos. Es el joven promesa de las espesas en Santander y sé que le esperan muchas cosas buenas si se lo propone”. El equipo de pesas fue conformado hasta este año ya que no había el suficiente apoyo y no se había abierto esta disciplina en Santander.
A pesar de las dificultades y la falta de apoyo económico, Julián no se rinde. Se dedica a entrenar cada día para demostrar el valor y la importancia de esta disciplina en el departamento. Tanto para él como para sus compañeros, el levantamiento de pesas no es un deporte, es la oportunidad para convalidar de que están hechos a pesar de las dificultades de la vida. Una muestra pura de motivación, ganas y disciplina por ser una persona que puede aportarle a todo un país.