Por Paula V. Quintero Serrano
pquintero56@unab.edu.co
“¡Bueno, anímense! Quedan cinco puestos para que se lleven tres libras de costilla a su casa por solo mil pesitos, aquí en el puesto de doña Mónica”. Así anuncia Daniel Navas uno de las actividades más tradicionales del Mercado Campesino, Asomercade: las rifas. Son, además, una de las atracciones de este lugar que durante tres décadas ha permanecido abierto, ofreciendo productos del campo a la mesa desde la Ciudadela Real de Minas, en Bucaramanga. Si les ‘cae’ la suerte, tanto vendedores como compradores se pueden llevar a su casa unos pollos listos para la olla, unas gallinas aún sin desplumar, varias libras de costillas o algunas truchas frescas, entre otros.
Es sábado de mercado. 24 de abril de 2021. Algunos tenderos también se acercan a comprar los últimos espacios que quedan de la rifa. A los pocos minutos, el administrador se acerca para orquestar la ceremonia del próximo ganador. Un cliente saca dos balotas entre el 0 y el 9 para ver quién le pega a la costilla. “¡Y el ganador de las libras de costilla es el número 40! Por favor acercarse al puesto y reclamar el premio”. La frase se escucha por todo el lugar.
Para el “ponche” e incentivar a la clientela

Al principio, los ofertantes empezaron con dos rifas semanales y poco a poco fueron aumentando hasta llegar a 30 en un fin de semana.
Estos sorteos refuerzan la identidad cultural de esta comunidad campesina. Cada fin de semana se rifan aproximadamente tres millones de pesos en productos agrícolas con el fin de que, como se conoce popularmente, los campesinos y comerciantes no se “ponchen” con algún alimento perecedero, como pollo, pescado y carne, sino que
se puedan ganar la “platica” de ese producto por otro lado.
“Hay clientes que llegan el domingo a las 8:00 de la mañana y se van a la 1:00 o 2:00 de la tarde solo por esperar la venta de boletas para las rifas”, comenta el administrador del lugar. Cada 20 minutos se hace el sorteo, dependiendo de la afluencia del público que haya en el momento.
Al principio, los ofertantes empezaron con dos rifas semanales poco a poco fueron aumentando hasta llegar a 30 en un fin de semana. Esto también incentiva a la clientela a comprar y a hacer parte de la comunidad del mercado, como reconocen los propietarios de distintos puestos. Asimismo, debido a la acogida de la actividad, los interesados también pueden comprar “combos” de boletas, es decir, se puede adquirir una en mil pesos, pero “para mayor economía”, se
pueden comprar seis números por cinco mil pesos.
Siempre ganadores

Aunque no siempre participar es ganar, para Doris Zárate, asociada y vendedora de fruta en la plaza, este refrán no aplica y no pasa un fin de semana en el que no se gane algo. “Aquí la verdad, pues de todo gracias a Dios, he ganado pollos semicriollos y arreglados, patos, piscos, carne de res, carne de cerdo, chorizos, hasta plata”, comenta Zárate. En su mirada refleja el amor que le tiene a sus cinco hijos y por ellos es que trabaja en Asomercade. Su sonrisa representa
la felicidad de trabajar en la plaza y de ganarse la vida vendiendo guanábana, lulo, mandarina, melones, bananos y plátanos, entre muchos más frutos de la tierra.
Cuando se rifan pescados o los derivados de mar, ella trata de no comprarlas porque a sus hijos no les gusta ese “manjar”, como asegura. “Son las únicas rifas que trato de no comprar, pero el resto, casi todas, dependiendo si las veo buenas”, dice. Para tener más oportunidades de ganar siempre hay que comprar el combo de seis por cinco mil pesos, como dice Doris, y, por lo menos, invertir en unas siete boletas para atinarle a tres o cuatro. Cada quien tiene su suerte, pero esta compradora y ganadora de rifas sabe con certeza porque siempre se las gana. “Yo digo que papito Dios sabe
que tengo que alimentar varias bocas y por eso me ayuda a ganármelas”, expresa Zárate mientras atiende a un cliente que acaba de llegar.
Los que rifan
La mayoría de los productos que se sortean son las carnes, ya sea de res, de cerdo, de pollo, o el pescado. Los carniceros, verduleros, queseros y demás sacan sus propios combos y sorteos para que se anuncien por los parlantes de la plaza. “Sacamos ciertas libras por mil pesos y así la gente se motiva”, dice Mónica Morales, carnicera. Unas 20 vitrinas están llenas de carnes rojas y blancas que se pueden observar desde la entrada de la plaza. Mientras más cerca se está del sector de las carnes, más se puede sentir el olor a cebo que brota del músculo fresco. Se escuchan los
cuchillos afilarse y se pueden ver los perfectos cortes sobre la tabla de picar. El piso está lleno de líneas de agua mezcladas con sangre que se derramaron de las cavas de carne descongeladas.
En las últimas semanas, el precio de la carne aumentó en Bucaramanga y en este mercado campesino no ha sido la excepción. “Las ventas han estado así”, dice Mónica Morales mientras hace un gesto con su mano para indicar que han disminuido las cifras de compra. Y es que entre la carne de primera y segunda mano hay una diferencia de tres mil pesos. “La gente a veces quiere un producto bueno y de calidad, y usted sabe que lo bueno vale”, explica Morales.
Mientras está afilando los cuchillos cuenta que el producto estrella de los sorteos son las costillas y carnes para asar, pero que depende del alimento que en ese momento tenga más demanda por los clientes. “Eso es una bendición, el sistema de rifas para las carnes, porque eso es rapidito que las compran todas, son como vísperas”, comenta. Hace más de 12 años que trabaja en este lugar, y trae sus productos de Río Frío, donde tiene el matadero avalado por la Secretaría de Salud.
Si usted pasa por el Mercado Campesino, Asomercade, entre y disfrute de alimentos frescos, una buena comida, platos exóticos y quien quita que se gane una rifa.