Por Paula Valentina Quintero Serrano
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En Bucaramanga, el día 27 de enero de este año, Diana Carreño sufrió una peligrosa agresión en su rostro por parte de un hombre, José Alejandro Delgado Ortiz, que la acosaba en una tienda ubicada en el barrio La Victoria. La joven publicó un relato detallado del hecho en las redes sociales, y algunos medios de comunicación la contactaron para narrar su historia.
A los pocos días, algunos titulares como: “¿Piropo o agresión?”, acompañaban el testimonio de Diana Carreño en los noticieros. Varias personas mostraron su descontento hacia estos títulos por el evidente mensaje machista. Carreño expresó que sintió decepción al ver el titular, pues estos medios minimizaron la violencia que sufrió y no entendieron que el mensaje principal era lo peligroso que puede llegar a ser el acoso callejero.
El machismo también está presente en el lenguaje, menciona la licenciada en Español y Literatura, Luisa Fernanda Serrano. “La manera en la que exponemos las ideas también hace parte de nuestra cultura, pero además reproduce conductas que hacen daño a la sociedad”, argumenta.

Según la periodista de Vanguardia, María Lucía Bayona, el titular de una noticia debe tener el dato más característico del hecho. “Además, nombrarlo por cómo es: feminicidio, homicidio, etc. Claro, sin salir de la objetividad y profesionalismo (sin deducir, sin creer ‘obvio’ algo). Pero en la medida de lo posible, ser lo más específico y puntual”, argumenta Bayona.
Desde su punto de vista, los titulares del caso de Diana Carreño le hicieron sentir mucha impotencia, pues no es difícil llamar las cosas por su nombre, en este caso, violencia contra la mujer. “Yo siento que la mayoría de las personas (principalmente hombres) todavía mantienen la idea de que la mujer es el problema. No sé quiénes habrán hecho esas notas y tampoco me gustaría asegurar que fue un señor de más de 40 años, pero así parece”.
Dos días después del caso de Diana Carreño, el 29 de enero, ocurrió otro. Esta vez, María Alejandra Hernández fue víctima de violencia física y psicológica por parte de su expareja. También expuso su caso en Instagram y denunció a Jesús Andrés Cáceres Herrera por dejarle heridas y hematomas en todo el rostro.
Son dos casos de violencia hacia la mujer en menos de una semana, sin contar los casos que no salen a la luz pública. Según un informe elaborado por Sisma Mujer, desde el 25 de marzo hasta el 11 de abril de 2020 se hicieron 2209 llamadas a la línea 155 que da orientación a víctimas de violencia contra la mujer. El 3,89 % de estas llamadas corresponden al departamento de Santander.

¿A qué se debe ese machismo tan arraigado en la cultura santandereana? Según la socióloga Doris Lamus Canavate, el machismo responde al predominio de una cultura patriarcal donde existe una jerarquía de discriminación de los hombres sobre las mujeres. Este tipo de relación social se presenta más en algunas regiones que en otras.
Canavate argumenta que este fenómeno estructural es aprendido y transmitido de generación en generación y se refuerza en la educación, la religión, entre otros. Por ello, es difícil de desestructurar, es decir, de destruir o cambiar esa relación de la mujer y el hombre en la sociedad.
Sin embargo, no es imposible. “Hay que empezar a cambiar en casa las relaciones entre los miembros de la familia, eliminar los abusos y las jerarquías. No importa su edad, así como asumir la distribución de tareas entre padres y madres, así como asignar a los hijos e hijas las responsabilidades de recoger, organizar y limpiar. Sin privilegios para los hombres”, argumenta la socióloga.

Desde el punto de vista psicológico, este tipo de ataques ocurren porque los agresores se basan en sus creencias culturales y se justifican para darse el permiso de agredir a otros. La psicóloga Melissa Hernández Rico comenta que “también es la falta de autoconocimiento y manejo emocional, ya que, al no tener control de sus impulsos, pues pasan los límites con facilidad”.
La psicóloga Alba Milena Jaimes explica que el machismo en Santander está presente debido a la represión de las emociones “débiles”. “El santandereano debe ser franco, sin permitirse permear esa sensibilidad y afectividad en sus emociones”, esto favorece a que la conducta machista haga parte de las raíces culturales. Quiere decir que, en algunas ocasiones, para el hombre santandereano es sinónimo de debilidad la demostración de emociones como el llanto o la tristeza.
El machismo no es natural, no responde a un patrón biológico, sino a un esquema estructurado que tiene inicios desde hace 2.500 años, según la historiadora Gerda Lerner en su libro La creación del patriarcado.
Diana Carreño y María Hernández fueron víctimas de este fenómeno cultural y estructural, en el que sus agresores cumplieron al pie de la letra la palabra “machismo”. Actualmente ambos casos han sido denunciados y se encuentran en manos de la Fiscalía. Según informes del Ministerio de Salud, entre el 25 de marzo y el 29 de octubre de 2020 las llamadas a la línea por violencia intrafamiliar (18.864) aumentaron en un 116 % frente al mismo periodo de 2019 (8.900). Tanto en 2019 como en 2020, el 75 % de las llamadas se concentraron en seis entidades territoriales: Bogotá, Antioquia, Valle del Cauca, Cundinamarca, Atlántico y Santander; es decir que, 3 de cada 4 llamadas se originaron desde estas regiones.