Por Paula Oliveros Hincapié /poliveros@unab.edu.co
El encuentro con una víctima del conflicto armado en Colombia no es fácil, y se dificulta aún más cuando siempre se ha vivido en la ciudad y nunca se ha estado cerca del terror que han afrontado los 8 millones 910 mil 526 afectados en el país, según la Unidad para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas
Luego de la firma del Acuerdo de Paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (extintas Farc) y el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón, en noviembre de 2016, se dio inicio a la implementación de lo pactado, lo cual ha puesto a distintos sectores, como el de la salud, a investigar cómo prestar ayuda a los sobrevivientes, ya que no solo han sido testigos de hechos como atentados, muertes, secuestros y violaciones sistemáticas de los derechos humanos, sino que han marcado física, emocional y sicológicamente sus vidas.
Según un estudio realizado por la Asociación Colombiana de Psicología Positiva y el Instituto de ciencias de la Felicidad (Florecer), el 29 % de las víctimas del conflicto armado sufre del Trastorno de Estrés Postraumático (Tept). Basándose en este contexto es que los investigadores del Hospital Internacional de Colombia (HIC), en colaboración con la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y cofinanciados por el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación, Colciencias, realiza un análisis clínico que busca potenciar el tratamiento del Tept para que las víctimas superen los síntomas asociados a esta enfermedad.
El equipo creó un mecanismo que por medio de una estimulación eléctrica del nervio vago fomenta los efectos de la psicoterapia. De acuerdo con la psiquiatra del Instituto Neurológico del HIC y jefe del Laboratorio de Neuromodulación No Invasiva, Ligia Clemencia Rueda Guzmán, el aparato tiene como novedad dos cosas: el primero que es un dispositivo no invasivo que estimula a través de la piel; y el segundo, que es sincronizado con los movimientos respiratorios permitiendo una mayor estimulación”.

Por su parte, el médico Ronald García Gómez, creador del dispositivo denominado Ravans (Respiratory-gated Auricular Vagal Afferent Nerve Stimulation), “lo que se busca del dispositivo es que potencie o incremente los efectos de la psicoterapia, además, aumentar la influencia que ejerce el nervio vago en las conexiones que pueden llegar a las áreas del cerebro que, pensamos, están involucrados en diferentes trastornos, en este caso el Tetp”.
Existen aparatos que estimulan el nervio vago y que han demostrado efectividad para otras enfermedades como la depresión resistente de medicamentos y la epilepsia, pero es invasivo que requiere cirugía. “La novedad de este dispositivo está acoplado a los movimientos respiratorios y que esto, esperamos, va a tener una mayor efectividad en inducir una respuesta eléctrica en las áreas que queremos estimular”, agrega Rueda.
A través de la investigación se estipula cada cuanto debe conectarse, hasta qué punto se puede determinar como un tratamiento, cuántas sesiones son necesarias para lograr una mejoría y cuál sería la intensidad y la frecuencia de la descarga. “Eso también nos va a dar luces para determinar de qué manera puede servir el instrumento”, afirma García.
Para el coordinador de dicho estudio, Sergio Fabián García Rodríguez, si bien se cuenta con la participación de las víctimas del conflicto armado, también está enfocado en las personas que sufren de esta perturbación.
Hasta el momento, el proyecto se encuentra en etapa de prueba desde principios de este año. Se centra en pacientes diagnosticados con este trastorno, entre los 18 y 64 años, y cuenta con la participación de la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas.
“Yo sufro de Tept”
Este síndrome lo asumen personas que estuvieron expuestas a eventos traumáticos donde su vida o la de alguien más corría peligro. Después de esto, “desarrollan todo un cuadro sintomatológico o un malestar psicológico muy significativo en las diferentes áreas que componen su vida”, especifica García. Estas personas experimentan estas señales durante más de seis meses.
Periódico 15 habló con una paciente voluntaria del estudio, y por cuestiones de seguridad, su nombre fue cambiado por el de Rosa para esta publicación.
El encuentro se dio en una habitación del Hospital. La mujer llegó de la mano de su hija, de 13 años de edad, cuyas marcas de tristeza se expresan en su mirada. El silencio en la habitación exaltaba los nervios de los presentes, pues no deja de ser difícil hablar sobre el profundo dolor que siente alguien más.

Rosa afirmó tener un libro lleno de experiencias que contar, de las cuáles “tal vez, más adelante, pueda hablar”. Le es difícil recordar su pasado; fue líder comunitaria en su municipio y lideresa social de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia (Anmucic).
A causa de la violencia que vivió en el lugar, “me sentí sumamente afectada, ya no quería ni salir a la calle por temor, por miedo, por muchas cosas de acuerdo a la sucedido”, cuenta esta mujer.
La lideresa conoció el estudio cuando se encontraba en el Centro de Atención a Víctimas y Testigos, ya que “me llamó la atención el hecho de que me pudieran ayudar, pues soy consciente de que sí necesito mucha ayuda”, comenta.
Llevaba 17 meses en el programa cuando esté finalizó. Acudió después de los hechos que ocurrieron en el 2015: “Me brindaron su apoyo y les agradezco, pero en esta parte deben centrarse más en lo que realmente es la necesidad y no quedarse en lo superficial sino que ir al fondo, a los daños tan terribles de estos hechos”, cuenta esta sobreviviente.
En esos meses y durante la atención cambiaron de psicóloga más de tres veces, “entonces era como tratar de ir saliendo y volver a abrir esa herida”.
Según Sergio Fabián García Rodríguez, integrante del estudio, después del trauma, las víctimas intentan evitar cualquier situación semejante. Además, se presenta un significativo malestar psicológico acompañado de una serie de molestias físicas como “ahogo, sudoración, tensión muscular e incremento del ritmo cardíaco”, entre otros. “Esta persona desarrolla una sensibilidad elevada, realmente el malestar es significativo mientras que el estrés que vivimos en la vida cotidiana es tolerable y podemos afrontarlo”, asegura este especialista.
No siempre es fácil aceptar que se necesita una ayuda, García cuenta que por lo general los pacientes “no logran entender por qué reaccionan de una manera tan extrema ante situaciones que no deberían responder así, entonces eso les causa duda”.
En un principio Rosa se negó a la necesidad de una ayuda, ya que se decía a sí misma “esto poco a poco se va sanando. “Pero cuando salí del programa ya me sentí sola, me di cuenta que no, que necesitaba urgente una atención pero yo no sabía a donde ir, y también de pronto como por pena”, recordó.
Ahora, en el programa del HIC, reconoce una mejoría. “He aprendido que no voy a olvidar porque yo era de las personas que decía no, yo necesito algo, como una cortina que pase y que borre y diga ya, aquí no sucedió nada. Pero sé que no es así, y hoy en día soy consciente de que eso no es posible, que tengo que aprender a convivir con estos recuerdos, que tengo que superarlos”, expresa esta lideresa.
La atención
La Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), encargada de gestionar e implementar el Acuerdo Final, reconoce el “fuerte impacto que genera un conflicto armado en la salud física, mental y social de los individuos, así como de la relevancia que tiene un adecuado estado de salud para el desarrollo del proyecto de vida de cualquier persona”.
Sin embargo, lo que hace es facilitar al acceso al Sistema General de Seguridad Social en Salud, sin tener en cuenta un tratamiento especial para este tipo de trastornos.
Como lo reconoce la ARN, algunos exmilitantes también fueron víctimas, pues vivieron experiencias fuertes que los marcaron. Es más difícil para ellos buscar ayuda por el temor al rechazo de las personas que se vio reflejado en el resultado del plebiscito.