Por: Camila Del Vecchio Sosa / cdel213@unab.edu.co
Un híbrido de las letras, no solo lee y escribe literatura, también es capaz de entender el extraño lenguaje de los abogados. Escritora y abogada, algo que nunca antes había visto. Mónica Acebedo, profesora de la Universidad de los Andes, es una mujer que representa la literatura femenina colombiana a través de cuentos infantiles, novelas juveniles y para adultos.
Con una infancia bastante cómoda y una familia que la impulsó a la literatura a través de los cuentos. Mónica llegó para quedarse en las letras colombianas. En sus obras, desafía los roles tradicionales de la sociedad, incluye fragmentos personales, angustias y recuerdos que relatan sus personajes ficticios. Incursiona, al igual que Hans Christian Andersen, pero sin terror, en la jungla de la literatura infantil.
Camila: Mónica, cómo fue despertar en este mundo, abrir los ojos en esa clínica ¿se acuerda cuál clínica fue? ¿Cómo fueron las primeras gateadas en su casa y cómo era su familia?.
Mónica: nací en Bogotá. Mi infancia fue muy tranquila, en general, fue muy cariñosa; tuve una familia, tuve un papá, una mamá que ya no están. Tuve dos hermanos, solamente tengo uno. Sí, tuve recuerdos complicados también de la infancia, básicamente por problemas de adicción de mi papá, de adicción al alcohol. Entonces, tengo recuerdos angustiosos, pero también tengo recuerdos muy cariñosos. De gateadas… poco. Creo que mi primer recuerdo es como a los tres años, cuando nació mi hermano. El trauma y la angustia de que llegó un intruso nuevo a la casa a quitarme el trono, ese recuerdo sí lo tengo. Verlo en la clínica con mi papá y mi mamá, asomarme a verlo, eso es como de las únicas cosas que me acuerdo de pequeña.
Camila: ¿se acuerda cómo era la Bogotá de su infancia, los colores, los olores y las calles?
Mónica: sí, claro, nací en la Clínica del Country que queda en la carrera 15 con 85 y vivíamos cerca al Campin en ese entonces. El primer recuerdo que tengo es en la carrera 15, como con calle 79, un apartamento donde vivíamos. Me acuerdo que todavía salíamos ahí cerquita, a la carrera 15. En ese entonces ya la carrera 15 empezaba a moverse, pero todavía era un sitio muy diferente. Era muchísimo, pero muchísimo más tranquilo.
Camila: claro. Y, siguiendo con la infancia, usted sabe que la parte gustativa es una de las cosas que más recordamos. Entonces, ¿a qué sabe su infancia? Cuál es ese platillo que usted dice: “uy, sí, esto era de mi infancia, totalmente, o una chuchería o algo por el estilo”.
Mónica: bueno, pues de una chuchería ahora que tú lo mencionas. Yo me acuerdo que los domingos íbamos como hacia Funza y siempre nos compraban un chocolate que se llama el Bonfruit y ese era el premio; y me acuerdo, es dificilísimo volverlo a conseguir. Por ahí he visto que a veces se consigue, pero, es un chocolate que era como caramelo y que se estiraba y se estiraba entonces competíamos con mis hermanos para ver cuál era el que más lo estiraba.
Camila: ay, qué chévere. Sí, yo nunca lo he visto de hecho. Y en la infancia usted ¿ya tenía esa aproximación a la lectura, a la literatura?
Mónica: pues, dijéramos que a la lectura sí. Me habían regalado un libro, mi papá se llamaba Cristian y tenía una tía, que era mi madrina, y de hecho era literata, había estudiado literatura. Ella me regaló, cuando cumplí tal vez siete años, un libro con los cuentos de Hans Christian Andersen y me fascinaban, me daban mucho miedo, les tenía pánico y me soñaba y tenía pesadillas. Tanto, que a veces mi mamá me lo decomisaba y me lo escondía porque decía que me daban pesadillas, eso me acuerdo. Hans Christian Andersen fue mi primera aproximación a la lectura, con todos esos maravillosos cuentos. Obviamente, todos los cuentos, también, de los hermanos Grimm que se adaptan a Disney.
Estando chiquita, más o menos como a los nueve años, hubo un concurso en el colegio, un concurso de poesía y me acuerdo que hice un poema, pues creo que no rimaba nada, todavía medio me acuerdo de algunos versos, y me lo gané. Me lo gané curiosamente, entonces, desde ahí como que dije, bueno, yo algún día quiero ser escritora; pero, como que después, poco a poco, lo que fue poesía… lo fui dejando. Yo era de diario, era de esas niñas que escribían diarios y siempre han estado presentes, todo lo que es diarios de escribir, como sensaciones, recuerdos, memorias, observar, siempre ha sido mi gran pasión. Luego ya, en la adolescencia, entré de lleno al mundo de la literatura y empecé a leer muchísimo.
Camila: entonces, retrocediendo un poquito en su historia, ¿en qué colegio estudió?
Mónica: yo estudié en Bogotá, en el Gimnasio Femenino. Luego me fui a vivir por fuera, estudié en Suiza en un colegio literario, precisamente, que se llamaba Le Gymnase français de Bienne y ya. Bueno, esos son los dos colegios en los que estuve.
Camila: ¿Cómo era la Mónica del cole?
Mónica: fui muy amiguera, a mí siempre me gustó el colegio en general. Me gustó muchísimo el colegio. Me costaba trabajo todo lo relacionado con matemáticas, química, física, todas esas cosas siempre me costaron. Me gustaba mucho la historia, me gustaban mucho las letras, eran mis clases favoritas.
Camila: y algún mentor, mentora, amiga o profesor que pueda nombrar que le marcó en esta época.
Mónica: tuve una profesora que la gente no quería mucho, porque era una profesora regañona. Pero, fue ella la que por primera vez me habló del Quijote. Se llamaba Esther Durán y ella fue la primera que no ridiculizó al Quijote y como que me sacó de la imagen que yo tenía del Quijote simplemente peleando contra un molino de viento. Fue la primera que me llevó a entender que el Quijote era mucho más allá que un señor loco que peleaba con el molino de viento. Entonces, me hice cercana a ella y empecé ahí una especie de inclinación hacia el Siglo de Oro español.
Camila: ya adelantándonos de la etapa del colegio, llega la universidad, ¿por qué derecho?
Mónica: pues… cuando yo estaba en Suiza estudiando, en el colegio llegaba un momento en el que nos dividían entre la línea científica y la línea literaria. Entonces, empecé a leer más y me empecé a acercar a los diferentes escritores. Tal vez nadie nunca me dijo que esa era una opción de vida profesional. Me parecía que los escritores todos estaban muertos y como que no, tal vez no. Aunque claramente si alguien me hubiera sentado a pensar: “esto es una opción, estudiar literatura es una opción”, de repente, lo hubiese hecho. Pero, en ese momento como que no, es que ni siquiera me lo planteé. Era como que no se estudiaba literatura.
Todos mis compañeros, la gran mayoría de mis compañeros, iban a seguir por el lado de la traducción, de la traducción literaria y entonces, como que, yo dije: ¿la traducción? No había entendido muy bien que la traducción podría ser literaria de libros, sino que pensaba que iban a ser como traductores del día a día, no sé por qué, tal vez no lo pensé. Bueno, cuando llegué a Colombia de vuelta, pues pensé: “cuál es la carrera que funciona y en la que más se lee”. Por eso, tomé la decisión de meterme a estudiar derecho. Entré a estudiar derecho en la Universidad los Andes, apenas entré desde el primer semestre, me acerqué mucho a las letras, teníamos la oportunidad de tomar diferentes clases de letras.
Nunca tuve la intención de dejar la carrera de derecho, porque me gustó y me gustó mucho desde que empecé, nunca dije: “no, voy a dejarla”, pero siempre tuve la intención de estudiar letras. En ese entonces, las letras estaban unidas a la filosofía. Entonces, si uno quería estudiar letras había que estudiar filosofía y letras. Y la verdad, la filosofía no me gustaba tanto, hoy en día me gusta más, pero en ese entonces no logré acercarme tanto. Pero siempre, durante los cinco años de la carrera de derecho, tenía claro que quería estudiar literatura después, eso siempre lo tuve claro y que si iba a seguir con mis estudios, probablemente, no iban a ser de derecho, sino de literatura.
Camila: usted es como un híbrido, tanto le gusta el derecho como la literatura.
Mónica: pues siempre me ha gustado más la literatura. Lo que pasa es que el derecho es muy interesante y dialoga, en muchos sentidos, con la literatura. Y la verdad, Camila, es que cuando está uno recién salido de la universidad, pues fue difícil, yo estaba recién casada, además empecé a tener hijos, tuve tres. Había que vivir de algo y el derecho en ese momento me dio más oportunidades de trabajo, por lo menos de sobrevivir. Pero, nunca dejé la literatura, ni nunca dejé de escribir.
Camila: cuándo decide sentarse a escribir y además escribir literatura infantil, que es uno de los géneros más complicados y, de hecho, menos ejercido en Colombia. Y, hasta como dice Juan Virollo, los niños son los más crueles al juzgar, porque si no creen la historia, pues no la creen y es un fracaso. Entonces, ¿cómo decide adentrarse en ese mundo tan complejo que es un niño?
Mónica: estoy de acuerdo, totalmente, para mí la literatura infantil y juvenil es un reto total. A mí, la verdad, es que me intimida. Yo no empecé a escribir literatura infantil y juvenil, empecé a escribir, lo primero que escribí fue una novela. No, mentiras, yo escribí cuentos, que es todavía peor, es otro reto más difícil aún esos relatos cortos. Me gané un par de premios escribiendo unos cuentos. Luego me lancé a escribir una novela que guardé entre un cajón, la presenté a una editorial y no le gustó. La guardé en un cajón y nunca la volví a tocar hasta hace poco que la cambié, la corregí, mejor dicho la moví completamente. Después, pues tenía mis hijos pequeños y empecé a leerles. Llegó un fenómeno universal y en todos los idiomas, a mí me tocó el fenómeno, con mis hijos pequeños, de Harry Potter.
Fue cuando salieron las primeras novelas de Harry Potter y como que me empezó a gustar muchísimo, leíamos todas las noches, éramos de los que hacíamos la fila cuando ya iba a salir el libro. En fin, estábamos todos, tanto mis tres hijos como yo, fanáticos por estas historias de Harry Potter. Ahí me empecé a acercar a la literatura infantil y a hacer los primeros escritos, los primeros cuentos. De hecho, presenté uno de los cuentos a una editorial y la editorial me dijo que sí, esto fue hace siglos y ya habíamos firmado contrato, de repente la editora se fue de Editorial Norma y la siguiente directora editorial no respetó los contratos. No funcionó y no me lo publicaron.
Como que perdí el impulso y después terminé estudiando literatura. Hice una maestría, después hice un doctorado, entonces, como que dejé un tiempo a un lado los escritos. Mentiras, después de terminar tal vez la maestría o durante la maestría escribí “El niño de barro”. Antes había publicado “Perejil”. Es un libro que muchas personas me dicen que es más para adultos que para niños, aunque es totalmente infantil. Después salí con “El enigma del amuleto”, antes de la pandemia, y ya eso fue todo lo que me aventuré en literatura infantil. Eso sí, estoy de acuerdo, escribir literatura infantil es un reto gigante.
Camila: claro, me imagino, como no hay tantos referentes en Colombia acerca de la literatura infantil, debe ser aún más difícil, buscar por dónde empiezo, cuál es el ejemplo.
Mónica: en la maestría que hice, la tesis de literatura fue la representación del conflicto colombiano en la literatura infantil y juvenil. Ahí tuve la oportunidad de acercarme a muchos escritores que han representado precisamente el conflicto en la literatura y ahí, me antoje más. Aunque, tengo que confesarte que a mí me fluye más la escritura para adultos. Todavía me queda como ese corazón vinculado a la literatura infantil y juvenil, a pesar de que ya me estoy moviendo mucho más en el lado de los adultos, sí sigo como antojada de seguir por ahí.
Camila: adentrándonos a “Verdades a medias”, una novela para adultos, ¿le presentó frustraciones a la hora de escribir? O como usted me dice, ¿se le dio fluido la literatura para adultos?
Mónica: creo que tanto en la literatura para niños, para jóvenes, como para adultos, siempre hay un reto. Siempre se enfrenta uno a situaciones que suponen frustraciones, claramente, yo lo expresé, por ejemplo en “Perejil”. Yo trabajo mucho en crear los personajes antes que la historia; le doy nombre, edad y ciertas características físicas. Entonces, no sé si afortunada o desafortunadamente, los personajes toman vida propia y, a veces, siento que me juzgan. En “Perejil” es donde está expresado una de mis grandes frustraciones; que Perejil en un momento dado le parece tan boba la historia que yo estoy escribiendo que renuncia, dice: “mire no, me jarta esta historia, me parece bobísima, usted es pésima escritora renuncio”. Y se va del cuento. Entonces, el escritor le tiene que rogar: no, mire, porfa, espérese yo escribo lo que usted quiera. A mí con los personajes me sigue pasando eso, yo siento que me están mirando, me están juzgando. Me están diciendo: no por ahí no es la cosa, cámbieme ese tono, no me gusta tener los ojos azules, prefiero tenerlos negros… me hablan muchísimo.
Camila: en “Verdades a medias”, ya que usted me está hablando de los personajes, hay varias mujeres en la historia y todas tienen roles diferentes: está la mujer que trabaja de noche para cuidar a sus hijos de día; la que logra dejar a su esposo y seguir adelante; la mujer que trabaja, pero al mismo tiempo, se encarga de los niños; la que protege a los hijos y es ama de casa. En fin, están la mayoría de roles, que creo, la sociedad ha ido otorgándole a la mujer. Ahora quiero escuchar ¿usted como escritora, cuál cree que es el rol que le pone la sociedad a la mujer en la actualidad?
Mónica: creo que el rol de la mujer ha cambiado muchísimo, seguimos viviendo una cultura patriarcal, seguimos dentro de un constructo cultural. Desde hace millones y millones de años, continuamos acarreando esta cultura patriarcal. Creo que, indiscutiblemente, la sociedad está mirando a la mujer de una manera diferente. Está igualándose un poco, por lo menos desde el punto de vista profesional, a los hombres. Siento que Tobías, por ejemplo, es un hombre que mira a las mujeres de otra forma. De hecho, fíjate que Tobías en su relación con Camila, cuando se van a vivir juntos nos enteramos, por la novela, que es él el que compra y arregla el apartamento; es él el que cocina, sabemos ya que Camila es pésima cocinera. Después, en su segundo matrimonio con Georgina, Tobías es el que recoge a las niñas en el colegio. Entonces, vemos que Tobías ya tiene un papel diferente. Georgina, en cambio, es una mujer de carácter fuerte, su editorial está primero que todo, al igual que su carrera profesional. Creo que sí se salen de lo tradicional y de lo que la sociedad tenía inicialmente.
Camila: usted me estaba contando que sí, evidentemente, en la historia se nota que Georgina es la que tiene la batuta en cuanto lo laboral, pero el que maneja la casa es Tobías.
Mónica: sí, no necesariamente porque ellos imponen este tipo de roles, sino porque el trabajo de Tobías lo permite, mientras que el de Georgina no. Tobías es escritor, entonces, puede escribir desde su casa. En cambio, Georgina es una editora que tiene que estar sentada en su oficina. Cuando estaba con Camila, pasaba lo mismo. Camila es bailarina y tiene que estar en el ballet. Sí se nota que el papel que la sociedad le da a los hombres y a las mujeres, a mí me parece, que ha progresado muchísimo en ciertos aspectos.
Camila: claro, y siguiendo con los conceptos que tiene el libro. Es una novela de amor, para usted ¿cuál es el significado de amor?, ¿si es un constructo social?
Mónica: eso se lo voy a dejar a los lectores, es decir, creo que ya el tema de la novela no me pertenece, el amor no me pertenece. Te puedo hablar, por lo que he conversado con él, ya te dije que mis personajes toman vida propia, te puedo hablar de lo que siente Tobías; y él está convencido de que sí, el amor es una construcción. Cuando él lo dice es: dentro del discurso que uno crea en su mente está el amor. Entonces, cuando yo decido: ah no, es que mi esposo definitivamente ha sido siempre súper controlador; pues, me creo mi propio discurso y empiezo a trabajarle y a dejar de quererlo, eso es un poco la idea que tiene Tobías sobre el amor.
“El amor es un acto de la imaginación” decía John Irving, que es un escritor norteamericano. De repente, una niña joven, ve a un hombre pasar por ahí en el colegio y dice: “wow este muchacho es el que me gusta”. Y se crea una idea de ese muchacho, probablemente ese muchacho no es lo que ella se imagina, pero ella misma alimenta un discurso que va a organizar el amor. Entonces, creo que a Tobías lo que le pasa es eso, él tenía una idea del amor hacia Camila muy establecida, un poco controladora por lo que vemos. Cuando Camila desaparece, siente una frustración muy grande; y él encuentra la situación ideal: encuentra en Georgina la mujer perfecta, una mujer estable, que no es este torrencial de sentimientos como lo es Camila. Él siente que su discurso está hecho; esto es lo que yo quiero; esta es a la mujer que amo; y probablemente lo siente. Yo, Mónica, sí sigo creyendo que Tobías tiene un poquito de razón en que el amor hay que trabajarle, construir ladrillo por ladrillo; eso es, probablemente, lo que hizo Tobías cuando derrumbó la pared del amor con Camila, de un día para otro. Probablemente, tiene una frustración tan grande que cuando se reencuentra con Camila se da cuenta y se cuestiona eso, qué es el amor. Me encanta tu pregunta, pero no tengo la respuesta porque siento que cada lector tiene que solucionar ese triángulo amoroso a su manera.
Camila: me parece una muy buena respuesta, porque además, eso tiene una unión con el libro, en el que se ve que los autores escriben cuántas historias los lectores quieran e interpretan. Continuando con el libro, ¿“Verdades a medias” tiene partes reales de su vida?
Mónica: creo que la mayoría de los escritos tienen partes reales de la vida, recuerdos, memorias, personas. Sí, tiene varias partes reales de mi vida, indiscutiblemente, tiene personas, sobre todo personajes, que yo conocí. El libro está dirigido a quienes dejaron huella y me refiero a personas muy cercanas que murieron y que tuvieron muchísimos aspectos que yo dejo retratados en el libro. Pero, no solamente las personas, hay ciertos episodios que también me dan un poquito de pudor que ciertas personas los lean porque van a identificarse en la historia. Por ejemplo, en una de las novelas hay una historia totalmente cierta, en “La navaja suiza”, que es una historia muy fuerte. Esto fue un relato que algún día escuché y que simplemente lo ficcionalicé, es decir, la convertí en literatura y yo creo que esa es la función de la literatura. Ese mismo discurso que alega Tobías, también lo alegaría ante esas personas. De hecho, en la presentación en la librería Lerner había una prima mía que se paró y me dijo: “es que yo sé quién es la mamá Tobías”. Sí, es Cayetana es un personaje literario, le contesté. Y ella me decía, “no, yo sé quién es”. Entonces hay cosas de la vida real, pero esto es literario.
Camila: y, de todos los personajes ¿hay alguno con el que usted se pueda identificar? O ¿todos tienen una pizca de usted?
Mónica: hay muchas cosas de Tobías, en cuanto a la frustración, las angustias como escritor; yo también estuve en la Universidad de Navarra cuando hice el doctorado en literatura y estudiando el siglo de Oro español. Sentimos esas angustias a la mediocridad, eso, probablemente, lo reflejé un poco en Tobías. También en Camila, yo alguna vez baile ballet, entonces, también siento en Camila esas angustias del ballet, del mundo del arte, sobre todo el ballet clásico que es muy difícil y hay algunas cosas que recuerdo y que tal vez las expreso en ella. Esa explosión de sentimientos de ella de repente o de al contrario quedarse callada. También hay cosas de una novia de uno de mis hermanos, que estuvo en Nueva York y San Francisco. Y en varias bailarinas, realmente hice muchas entrevistas a bailarinas. Esas presentaciones son reales, por ejemplo, esas presentaciones del New York City Ballet, presentaciones de las niñas que están en la Academia del SAP, todas esas presentaciones con fechas y escenarios fueron reales. Creo que tanto en Camila como en Georgina estoy expresada, a veces hay ciertas cosas en las que soy muy fuerte, práctica y pragmática.
Camila: ya para finalizar la entrevista, son las últimas dos preguntas. La primera es más dirigida hacia nuestros profesores y hacia los alumnos de toda la Universidad. Nuestros profes se rompen la cabeza intentando hacer que leamos, que nos guste leer; que agarremos un libro porque nos guste, no porque sea una obligación leerlo, una tarea. Entonces, ¿qué consejos tiene usted para los alumnos, para que podamos aprender a leer, que nos guste, que lo hagamos continuamente? Y ¿por qué es positivo leer?
Mónica: hay una recomendación que yo doy y que, de hecho, estamos trabajando con la universidad en la que trabajo, un club de lectura. Recomiendo abiertamente los clubes de lectura, vale la pena hacerlo entre los compañeros. Claramente, la gente que estudia letras, pues le toca leer no hay nada que hacer. Pero las personas que no, mi recomendación, siempre, es armar un club de lectura rico. Por ejemplo, nosotros tuvimos uno que se llamaba “El Club de la Arepa” porque siempre íbamos a comer una arepa en la universidad, que era buenísima, rellena de queso y ahí nos echábamos a comer arepa con café y hablábamos de alguna cosa que alguien estuviera leyendo: “¿tú que estás leyendo?, ¿tú qué estás leyendo?” Ahí arranca la idea de que hagamos un club, entonces, escogemos un libro. Hay muchas formas de hacerlo, por ejemplo, somos 10 personas en el Club de la Arepa, entonces, la primera persona dice qué queremos leer para este mes y alguien hace la dirección de la cosa o de capítulos para que también rinda. De hecho, estamos escribiendo un libro que vamos a publicar pronto sobre ese tipo de recomendaciones, de cómo armar un club de lectura, que el club fluya y que las cosas funcionen.
La segunda, siempre creo que hay que leer por las noches y leer ficción, así sean cinco minutos. Hay que ponerle la competencia a Netflix un ratico, es solamente en el momento de acostarse. Antes de apagar la luz, en vez de poner el Netflix o la televisión, leer cinco minutos de cualquier libro. Y la tercera recomendación es el famoso audible. Hay gente que dice: “no, yo me siento como haciendo trampa cuando escucho un libro”, pero ante esto hay que recordar que la lectura empezó de la tradición oral. Desde hace años, nosotros oíamos a la gente, se oía la literatura. Me parece, que al ir en el Transmilenio, taxi, carro, en el bus, en donde sea, se puede escuchar un audiolibro. Ahorita, antes de que me conectara contigo estaba lavando la loza, tengo que dictar una clase sobre “El gran Gatsby” la semana entrante y estaba atrasada en terminar, entonces me puse y me di cuenta que durante el momentico que lavé la loza avancé 15 páginas. Recomiendo el tema del audible, hay millones de audiolibros y hay muchísimas plataformas que valen la pena y estimulan un poco la lectura.
En cuanto a la última pregunta que me hiciste, “por qué leer”. Creo que, definitivamente, la lectura nos da una visión del mundo mucho más realista. Nos muestra a las personas como son, nos muestra ciertas realidades que a veces nosotros como seres humanos no nos damos cuenta que existen. La literatura nos da una sensibilidad y además nos muestra la historia del mundo, de lo que hemos sido, lo que queremos ser o, probablemente, lo que podríamos ser.
Camila: la última pregunta de toda la entrevista. Usted sabe que el país invitado especial a #FILBo35Años es México, entonces yo quería pedirle que por favor, nos recomiende cinco autoras de las cuales, al menos, una sea mexicana.
Mónica: me encanta esta pregunta y me gusta que sea mexicana porque te voy a decir una que no va ir a la FILBo, porque está muerta desde hace mucho, pero una de mis escritoras favoritas y que, de hecho, me ha inspirado en muchas cosas es: Sor Juana Inés de la Cruz. No podríamos decir que es mexicana, sino de Nueva España, pero nació en lo que es hoy en día México. Hay otra autora que yo respeto muchísimo que también es mexicana: Elena Poniatowska, que me encanta y me parece que también ha sido un referente en la literatura mexicana y femenina. Y la tercera, que también es mexicana, que no vive ya, se llama Elena Garro. Elena Garro escribió el libro “Recuerdos del porvenir”. Muchos dicen y yo lo creo así, que es una de las fundadoras o por lo menos de las iniciadoras del famoso realismo mágico. De hecho, fue amiga de García Márquez, estuvo casada con Octavio Paz; es decir, fue una persona muy importante dentro del mundo de las letras. Creo que en su tiempo fue ignorada, pero “Recuerdos del porvenir” es uno de mis libros favoritos de la literatura mexicana.
Va a la feria una escritora que es Chimamanda Adciche, que creo, es una de las escritoras más importantes. Es nigeriana y es la que va a dar el discurso inaugural. Creo que ella, no solamente la manera como aborda la literatura, sino como aborda ciertas, realidades y ciertos discursos es maravilloso. Este libro del conflicto de Nigeria cuando la guerra civil en Nigeria, por crudo que sea no deja de ser maravilloso. Tiene el de “Americanah” que también es otra novela de ella buenísima que recomiendo. Hay otro mexicano, ahí sí, perdona que te voy a dar, pero sé que va a la feria, entonces, por eso lo menciono. Es Guillermo Arriaga, que ganó el Premio Alfaguara en el 2020 y creo que ahoritica va con otra novela. Él es maravilloso como escritor, la novela con la que ganó fue “Salvar el fuego”, es extraordinaria. Además, es cineasta, ha hecho muchísimos guiones de cine como, por ejemplo, el de Babel que fue una película que ganó Óscar. A él también lo recomiendo muchísimo.
De escritoras colombianas está por Diana Ospina Obando que va a presentar una nueva novela, que se llama, si no me equivoco, “Sonido seco” que está genial, también la recomiendo. En fin, yo creo que vamos a tener una feria espectacular. Voy a presentar “Verdades a medias” el viernes 28 de abril a las 7 de la noche, así que allá las espero, nos vemos ahí Camila.
Vea la entrevista completa aquí: