TPor Daniela Archila Gualdrón sarchila659@unab.edu.co
Tal vez nadie recuerde dónde se ubica el Mercado Campesiono Asomercade, en Bucaramanga. Sin embargo, cuan- do se dan referentes para ubicar a cualquier visitante, es inevitable decir: “Frente al lote donde siempre han estado los circos que visitamos en la infancia” o “bajando por la Terminal de Transportes para subir a Real de Minas”. Hoy tal vez sea más fácil si se le pregunta a Waze o Google Maps, pues se termina uno llevando la sorpresa de reconocer un lugar que durante tres décadas ha sido uno de los proveedores de alimentos más importantes en la capital santandereana.
Según un estudio realizado por la Universidad de Antioquia titula- do “Líder y el liderazgo”, hay tres formas de desarrollarlo: la primera es conocerse como individuo que está dispuesto a ser líder; la segunda es tener esa capacidad de poder ver más allá en el otro, ser empáticos, y la tercera es escuchar a los demás de forma activa permitiendo que estos se comuniquen y así poder comunicarse correctamente.
Isolina Niño Calderón, Esther Chaparro y Jorge Alberto Clavijo ejercen este rol en el mercado y gracias a ellos es que la visita al lugar no termina siendo una mañana de compras para el sustento diario. Todo se convierte en una experiencia que resignifica la labor campesina.
La presidenta
Isolina Niño Calderón es una mujer de 57 años que trabaja en la plaza hace más de diez. Reconoce el lu- gar como un espacio donde tiene amigos, en el que se ha dado a co- nocer, y le encanta dialogar con sus clientes.
El 26 de febrero de 1996, junto a 45 mujeres más, decidió crear la Asociación de Mujeres Campesinas de Lebrija (Amucale), en la cual participaron doce veredas y que se convirtió en una forma de colaborarse entre ellas para para salir adelante, vender sus productos y ayudar a jóvenes y niños.
Niño Calderón inició como vicepresidenta luego de haber sido tesorera, vocal y fiscal en dicha organización y siempre ha sido partidaria de buscar el bienestar de las mujeres y sus familias. “Me eligieron ya por dos veces consecutivas, entonces estamos realizando proyectos, organizándonos, apoyándonos. Esto ha sido un proyecto bonito, es más una unión familiar”, según cuenta.
Ser mujer líder requiere no solo de pasión. Es importante la dedicación y en especial la organización, pues hay que repartir el tiempo entre la huerta, el hogar y el trabajo que la asociación requiera, y esta dispuesta a aprender en medio de las dificultades para que todo salga adelante.
Las reuniones son mensuales y a estas acuden todas las mujeres pertenecientes a sus comités. Isolina Niño cuenta con emoción que sus hijas también hacen parte de la asociación, y al ser jóvenes están encargadas de prestar apoyo en temas que tiene que ver con la tecnología que se necesite para avanzar en los procesos de la Asociación.
Pretende que, a través de Amucale, los hijos de las participantes en este proyecto salgan beneficiadas, que logren estudiar más de lo que ella pudo y sin dejar esas raíces del campo. “Necesitamos que a los jóvenes se les apoye para que puedan seguir los pasos que nosotros dimos, pero ya va a ser con más técnicas (estudios), porque ellos quieren prepararse y seguir adelante”.

El salado
Esther Chaparro nació en la vereda de Salado, Lebrija y trabaja desde hace unos largos meses en la plaza de mercado, Asomercade, pues antes solía vender sus productos en sitios como el parque de la Joya. Su mamá hacía parte de la Asociación de Mujeres Campesinas de Lebrija, la vinculó en este proceso desde que estaba joven, perteneciente al comité de Salado, donde junto a tres mujeres lo lideran actualmente.
En sus reuniones dialogan sobre los diferentes proyectos que tienen para promover los emprendimientos. Como lo explica, se desarrollan programas como trabajo en comunidad de la huerta
de las compañeras y se socializa lo que los directivos hablaron so- bre los demás comités. Para Chaparro, ser parte de la Amucale genera en las mujeres un sentimiento de autonomía, amistad, confianza y trabajo en equipo.
Como mujer del campo, madruga a diario para recoger los frutos que nacen de su finca. De lunes a miércoles se encarga de esta recolección para el viernes tener listo todo lo que necesita y traerlo a la plaza mercado.
Desde las 2:30 de la madrugada empiezan sus sábados, ya que tiene que alimentar a sus animales y al irse a Bucaramanga estos quedan solos en la finca durante todo el día. Una vez llegan a la plaza, inicia sus rutinas de descarga y con estas llegan los productos que sus amigas de la vereda y de la asociación le encomiendan para la venta, ya que no todas pueden bajar a la ciudad por las ocupaciones en el campo.
Soñar con tener una vida diferente es algo que piensan y en lo que trabaja Esther todos los días. Después de terminar su bachillerato quiso estudiar enfermería, pero la falta de dinero se lo impidió y con mucho esfuerzo inició un curso de modistería.

El líder
Jorge Alberto Clavijo nació en Charta, un municipio ubicado en la provincia de Soto Norte. Con 53 años de edad ha logrado liderar esta plaza por más de siete periodos, algunos consecutivos, otros intermitentes.
Habla de Asomercade como si fuese su propia familia, un lugar en el cual se siente a gusto, en el que es conocido y por el que traba- ja en la búsqueda del bien común de todos sus compañeros. Y esto se refleja en que, en un inicio, solo hacían parte de este proyecto 37 integrantes y actualmente son 586.
Ser campesino productor es ir más allá, requiere de una extenuante rutina que solo con amor y dedicación logra realizar. Clavijo y su familia se levantan todos los días a las 5:30 de la mañana a recogen las cosechas y, al tener ganado, realizan terneraje, alimentan a los animales y luego se encargan de realizar aseo a los potreros. A las 6 de la tarde, como él cuenta, se retiran al descansado. Esa es la rutina diaria.
Los viernes son días para tener listo todo lo que se llevará a la plaza. Empieza su recorrido a las 3:00 de la mañana desde Charta rumbo a Bucaramanga. A las 7:00 a.m. ya está en la capital santandereana. Una vez llega baja su mercado y alista su puesto, labores en las que gasta un promedio de cuatro horas, lo cual lo deja exhausto, pero así logra atender a sus clientes.
En algún momento de su vida soñó con ser abogado. Con el pasar de los años se dio cuenta que tenía arraigadas sus raíces campesinas y decidió seguir como agricultor, con metas trazadas para ayudar a su comunidad a salir adelante.