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Lo que hay detrás de la sonrisa y el trabajo diario de Carmen Rosa

Empujan carretas o ‘zorras’ coloridas. Se les ve en las esquinas ofreciendo con megáfonos o a toda voz, frutas, verduras y alimentos en cosecha. Es trabajo informal, pero al mismo tiempo la única opción para sacar adelante a su familia.

Carmen Rosa Quijano Martínez, a sus 10 años empezó a trabajar en el centro vendiendo cualquier cosa, hoy tiene 31 años y es feliz trabajando en lo que hace. / FOTO POR ALEJANDRO PAIPA

Por Tatiana Rodríguez R. / irodriguez589@unab.edu.co

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Existen dos tipos de personas, las que tienen lo necesario para vivir y hasta les sobra; y las que tienen que “rebuscársela para subsistir”. A diario se ven por las calles de la ciudad hombres y mujeres caminando, empujando carretas o ‘zorras’, y es poco frecuente que otros se detengan unos minutos y piensen o les pregunten cuál es el trasfondo de la vida que llevan: ¿Lo hacen por esfuerzo, amor, falta de estudio, oportunidades o por sacar adelante a sus familias? Los llamados ‘vendedores ambulantes’, en ocasiones, como el ingeniero que muestra obras, el doctor que da adelantos para la ciencia o el político que inaugura obras, también son personajes para admirar.

Uno de los retos que nos impusimos en el especial transmedia ‘Relatos de la 15’ fue contar historias de ciudadanos que habitaran el centro de la ciudad de otra forma. Es decir, aquellos que frecuentan la misma esquina, que hablan alto, gritan y ofertan toda clase de alimentos o artículos. Al recorrer la vía, observé que algunos expresan la felicidad y esencia sin drama. Con su actitud dejan ver que nada les falta, que su oficio les enorgullece y que tiene un propósito claro desde que despiertan hasta que se acuestan.

Fue así como encontré a Carmen Rosa Quijano Martínez, una mujer de 35 años, madre cabeza de hogar que ha sacado a tres hijos adelante, dos niñas y un niño. Se rebusca el dinero todos los días vendiendo papa, tomate, cebo- lla, vegetales o frutas frescas en una ‘zorra’. “Vendo lo que salga en el día, a todo me le mido”, me cuenta. Tiene dos puntos fijos para ofertar, uno es en la 36 con carrera 15, y otro en la 34 con la misma carrera.

Empezó en este trabajo desde que tenía diez años. Vendía ‘cachibaches’ en las calles y desde ese momento decidió ser independiente de sus padres, pues quería tener su propio dinero y ayudar a los gastos de la casa. “Si algún pesito me sobraba, lo gastaba en dulces”, recuerda.

Después de aproximadamente 12 años, quiso dedicarse a otra cosa, así que decidió trabajar como empleada doméstica, lo que duró poco tiempo; de hecho, menos de un año. Decía que esa experiencia fue dura, pues tuvo que someter- se a constantes órdenes y hasta el maltrato verbal por parte de los “patrones”. “Si se enfermaba no podía faltar, otras veces ni siquiera salía a la hora habitual porque surgía algo importante y tenía que quedarse más tiempo; esto por el mismo sueldo”, comenta. Lo que la sacó de ese oficio fue el día que su hija mayor enfermó y lo dieron permiso para llevarla al hospital. Fue cuando decidió volver a las ventas en la calle.

Carmen Rosa se reconoce por su sentido del humor, su baja estatura (1,55 metros) y brazos fuertes. Su cabello es negro y largo, sus ojos de color verdes. Es una de las mejores vendedoras que tiene la esquina de la carrera 15 con calle 36, según dicen los transeúntes y otros vendedores. Tiene una forma muy peculiar de atender a sus clientes: “cuatro por dos mil mi reina, o mi rey”.

Tiene una amiga que a veces la acompaña en las ventas. Carmen es una persona activa, me mostró que no le gusta quedarse quieta o sin hacer nada. Si no hay clientes ella se pone a arreglar la fruta, echarle agua o arreglar algo dañado que tenga la zorra.

Hay días en donde se pasan en blanco porque no se vende el producto que saca a la venta, por eso trabaja en dos puntos del centro de Bucaramanga. Uno es en la carerra 15 con calle 36 y el otro en la calle 34. / FOTO POR SEBASTIAN RODRÍGUEZ

La sonrisa es la que vende

¿Cómo sería la rutina de los vendedores callejeros? Al conocer a Carmen supe que todos los días se levanta a las 4 de la mañana a preparar el desayuno y a dejar listo el almuerzo para ella y sus hijos. Luego sale de su casa en el barrio Girardot y se dirige a la Central de Abastos, Centroabastos, donde compra el surtido para su ‘zorra’. Dependiendo de ciertos días saca promociones. Por ejemplo, si donde compra la guanábana hay oferta y es más económica, ese día solo vende esa fruta y la pone en remate.

Ese día que hablamos invirtió en fruta un millón de pesos. Le gusta ofrecer sus productos frescos para hacer “clientela” como dicen. Cuando se trata de vegeta- les, podría gastar $150.000 solo en cada cosa que quiera llevar.

Se dirige a la carrera 13, en el centro de la ciudad, en donde tiene guardado su medio de transporte y ‘local andante’. Es de tres ruedas, sobre ellas tiene una base de color azul oscuro, la cual en su parte superior tiene varias tablas que son el soporte de lo que oferta. Como toque final le pone una sombrilla. Ese día que hablamos vendía guanábana y manzana.

En un día “bueno de trabajo” vende hasta 200 mil pesos, un normal 80 mil pesos. No niega que algunos los pasa en blanco. Se mueve en medio de la competencia, y con precios más altos y bajos, pero asegura que tiene lo que otros no, una sonrisa al hablar con sus compradores. Cuando no logra la venta del día, cuenta que sale en su zorra a caminar por el centro y busca de nuevos compradores.

Tiene temores, como todos los que venden en la zona, y es que le preocupa salir corriendo con sus cosas y buscar refugio de la policía. Para ella “mi carrito lo es todo”, comenta.

Un viernes a las 8:30 de la noche, la acompañé a guardarlo en una bodega ubicada en la carrera 13. En ese lugar otros vendedores también guardan sus ‘zorras’. Es día el administrador del lugar se molestó con ella por haberme invitado, al parecer, es solo para los vendedores informales.

La despedida fue rápida porque empezaron las malas caras y comentarios. Ambas nos incomodamos, así que le agradecí por su tiempo y nos dimos un abrazo. Carmen Rosa Quijano Martínez es todo un personaje.

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