Al hablar de la situación que enfrenta el país, a raíz del triunfo del ‘No’ en el plebiscito del 2 de octubre, el padre Antún Ramos, reconocido por liderar el proceso de reconciliación de la comunidad de Bojayá desde la masacre ocurrida el 2 de mayo de 2002, asegura que la principal falla fue que “la gente buena se hizo la indiferente” ante la situación histórica que atraviesa el país.

Por esto hace un llamado a los opositores y al Gobierno para que resuelvan sus diferencias y se implementen los Acuerdos, especialmente por las víctimas que de la mano del perdón quieren superar lo ocurrido.

¿Descríbame cuál fue la reacción de los pobladores de Bojayá luego de conocerse que el ‘No’ en el plebiscito había ganado en Colombia y el ‘Sí’ en su población?

Una vez se termina la votación, la gente saltaba en una pata de la alegría porque allá el 96 % dijo ‘Sí’. Saltamos de alegría porque esperábamos que lo ocurrido en Bojayá se reflejara en todo el país, y estábamos seguros que ese día allí y en la periferia habíamos ganado tan contundentemente. Cual sería nuestra sorpresa que a las 8:00 de la noche del 2 de octubre, la desesperanza y la derrota se apoderó de esta comunidad.

¿Qué fantasmas del pasado se hicieron presentes un día después del plebiscito en Bojayá?

El día 3 fue curioso porque sabíamos que a los militares tenían el helicóptero, pero el aparato ya no suena igual. Parecía como si gritara “vuelve la muerte”, “vuelven las confrontaciones”. Habitualmente dentro del cese al fuego y de hostilidades nosotros lo escuchábamos y nos parecía normal, pues iba a sacar algún herido, venía algún comandante a traer una razón a los soldados, pero después del 2 la zozobra se apoderó de nosotros. No es lo mismo porque sabemos que el 31 de octubre se vence el plazo que el Gobierno estableció para el cese al fuego. Aspiramos que se posterguen de manera indefinida.

Han transcurrido 10 meses desde que las Farc-EP pidieron perdón a la comunidad de Bojayá. ¿Qué hizo para que su pueblo volviera a creer en la paz?

Trabajamos coordinadamente en equipos todas las organizaciones, la Iglesia católica, la misma comunidad. Nos hemos dado cuenta que la guerra nos ha golpeado tanto y queremos ser el municipio más resiliente de Colombia, el municipio más esperanzador, que abre sus brazos para que todos nos hermanemos. Así lo quisimos hacer el 2 de octubre donde todos a una voz dijimos Sí a la paz, Sí al perdón y principalmente Sí al perdón de todos los colombianos. Y en esa tónica nos seguimos moviendo.

Después del 3 de octubre, partidarios del ‘No’ y otros sectores de la sociedad hablan de evaluar los acuerdos, incluso redactar unos nuevos o hacerle modificaciones. ¿Cómo ve usted la reacción y la participación de esos sectores que dicen “no comer entero” frente a lo acordado?

Los del ‘Sí’ tampoco comemos entero, le apostamos con razones de juicio, la mayoría leímos los Acuerdos y nos pareció que eran aplicables a nuestra zona, y por eso lo hicimos. Creemos firmemente que los que votaron por el ‘No’ también tienen sus razones, pero tanto los del ‘Sí’ y los del ‘No’ la razón es clara: el bien mayor es la paz. Uno quisiera un acuerdo perfecto, pero no existe. Creo que en la medida en que los del ‘No’ sean consecuentes con la situación de las víctimas y dejen de lado la coma y el punto, las cosas de forma, al final lo que hay que salvar es a una población que sufre los embates de la guerra.

¿Faltó tiempo para hacer pedagogía de los Acuerdos o definitivamente los colombianos que llevaron el ‘No’ a ganar y los que se quedaron en la casa y no votaron, no están interesados en que se alcance la paz?

La principal falla fue que la gente buena se hizo la indiferente. Votó muy poca gente, que son la mayoría de los que están marchando ahora como mea culpa. Me parece que como decía Martín Luther King, “ya no preocupa la maldad de los malos sino la indiferencia de los buenos”. Por lo menos el ‘Sí’ nos daba una respuesta concreta, los del ‘No’… dígame en lo que nos han hecho meter hoy. Falta ver que las Farc ahora digan que no están de acuerdo, y nos termine pasando lo mismo que pasó en el Caguán. Creo que 15 años más de guerra no aguantamos más.

El 7 de octubre llegó el anuncio del Nobel de Paz para el presidente Juan Manuel Santos Calderón. ¿Cómo recibieron las víctimas esta noticia?

Lo recibimos como nuestro. Sentimos y vemos que el presidente Santos siente el dolor de las víctimas y ha estado muy cercano a los que vivimos en la periferia. Creo que de aplicarse el Acuerdo vienen cosas muy buenas para las comunidades, como el reverdecer del campo. Yo lo decía ayer en la misa (domingo 9 de octubre) cuando nos visitó el Presidente: Hace 8 años por aquí no se podía viajar con libertad. Las Farc, los paramilitares y el mismo Estado nos restringían, y no se podían sacar los alimentos. La gente dejó de cultivar. Pero bajé hace unos días, y desde que está el cese al fuego, al menos en Bojayá, todo el mundo está cultivando, la gente está abriendo sus fincas, hay ganado, cacao y arroz sembrado. Por lo menos de lo práctico nosotros estamos recibiendo los frutos.

Ustedes son un ejemplo para el mundo en esta materia. ¿Qué hace falta en Colombia para que nos perdonemos?

Varias cosas. Una de ellas es desarmar el lenguaje. Estamos con esa agresión ahora que los del ‘No’ son los malos y los del ‘Sí’ son los buenos. Eso hay que erradicarlo. La pirotecnia de nuestras acciones y de nuestro lenguaje no le hace bien a esta parte del proceso de paz. Dos, desarmar los corazones porque hay mucho rencor. Los del ‘No’ dicen que las Farc tienen que ir a pudrirse en la cárcel. Nosotros entendemos la justicia como venganza y es absurdo pensarlo de esa manera, hay otros tipos de justicia que también son restaurativa. El tema del perdón es un concepto que va de la mano de las religiones. Me parece que desde allí toca hacer un gran trabajo. Toca que las iglesias se metan de frente. Hago una crítica hacia nosotros: La posición de la Iglesia católica fue muy ambigua, sí pero no, cuando el Papa Francisco dijo vamos por la paz. Y las iglesias cristinas ni se diga, se fueron con el ‘No’. Eso no lo entiendo, cuando la paz es un bien mayor, que nosotros estemos predicando el perdón y la reconciliación, pero nos fuimos con el ‘No’ y mire a lo que nos vimos abocados. Ese hecho de uno imponer a una posible guerra, me parece que es muy dañino. Yo espero que los colombianos nos hermanemos nuevamente.

Cuando hablamos telefónicamente el 4 de octubre usted dijo que no volvía a izar la bandera de Colombia. ¿Ahora se siente más optimista?

Los signos patrios le hacen bien al país y uno no tiene que ser antipatriota, pero siento que después de la respuesta que dio Santos sobre la donación a las víctimas, ese gesto le devuelve a uno el corazón de colombiano.

 

Por Xiomara Montañez Monsalve
xmontanez@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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