Por Jesús Andrés Núñez Parada
jnunez701@unab.edu.co
Las personas que intentan destacar y buscar sostenimiento económico a través de las artes, conocen el terreno árido en el que deben desenvolverse. Entre estos, se encuentran aquellos dedicados al sector musical, que aun sabiendo los retos que deben afrontar diariamente, se dejan llevar por la pasión y se encaminan a ejercer con disciplina y tenacidad su vocación artística.

Radicada en Bucaramanga desde 2017, María José Ramírez Salamanca es una cantante y vocal coach (entrenadora vocal) de 24 años de edad. Fiel testimonio de lo exigente que es la música, ha encarado diversas dificultades, adaptándose a cambios inesperados e impactantes, como el hecho de salir de su país natal, pausar sus estudios, y más adelante, reorientar su oficio para adaptarse a las exigencias de la cuarentena.
Un talento innato
Desde su niñez en San Cristóbal, Venezuela, gracias a la influencia de sus padres, Jorge Ramírez y Maritza Salamanca, ingresó a distintas academias, iniciando en la escuela de música “Miguel Ángel Espinel”, donde practicó durante tres años violín y lenguaje musical; incluso, integró durante seis años el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, muy reconocido en su país, que cuenta con más de un millón de niños y jóvenes.
Su formación continuó en la Escuela Técnica Robinsoniana Juan Antonio Román Valecillos, realizando un bachillerato con técnica musical. Allí aprendió más instrumentos, como el piano y el cuatro, y al tiempo adquirió mayor experiencia al realizar sus prácticas: “En mis pasantías lo que hice fue ir a dar clases a niños en escuelas, desde preescolar hasta quinto de primaria, y esto me ayudó muchísimo”.
Nuevos rumbos
“Al principio me sentía como prestada, pero poco a poco me fui acostumbrando al estilo de vida, me fui dando cuenta de que no era que estaba prestada, sino que ahora esta era mi vida y aquí la debía vivir”, menciona la joven cantante, haciendo referencia a la manera en que fue asimilando este cambio tan drástico en su vida.
En 2017, tras dos años del cierre de fronteras entre Venezuela y Colombia, María José toma la decisión de salir de su país, dejar a sus padres y pausar sus estudios de Licenciatura en Música de manera indefinida. Su nuevo hogar sería Bucaramanga, a 238.9 km de su lugar de origen y pasaría a ser parte de las estadísticas de Migración Colombia, que afirman que, hasta inicios de 2020, más de 1 millón 825 mil venezolanos estarían radicados en Colombia.
“Decidí a venirme aquí a trabajar y me encontré con Jenny, que fue mi angelito”, destaca la joven Ramírez, quien manifiesta su gratitud con Jenny Forero, una familiar con quien se había conocido tan solo tres meses atrás, y desde ese primer encuentro le había ofrecido empleo en el taller de diseño de modas que lleva su nombre. Este empleo le permitió ayudar con las quimioterapias y medicamentos que debía enviarle a su padre, que permanecía en una clínica de Venezuela, tras padecer de cáncer.
Liberación

Con el tiempo, se presentó la primera oportunidad de demostrar su talento para la música, cuando consiguió empleo en la pizzería show Deluchi, donde continúa hoy en día como cantante de planta. Sin embargo, dos empleos no eran suficientes para pagar el tratamiento de su papá, por lo cual se dedicó a dictar clases de canto, y al tiempo, trabajar sábados y domingos en las tardes como intérprete en Obleas Floridablanca.
A mediados de 2019, cuando su trabajo era cada vez más pesado, se entera de una fuerte noticia: “Él me escribió en la mañana, diciéndome que era su niña, ese mismo día, en la noche, recibo el mensaje de su esposa diciendo que mi papá había muerto”. Para “Majo” como la llaman sus amigos más cercanos, esta noticia fue un duro golpe.
Sin embargo, afirma que con el tiempo esta carga se convirtió en una oportunidad para hacer cambios necesarios en su vida, “fue una liberación, aunque suene un poquito cruel, yo tenía un cargo muy fuerte”. La muerte de su papá, además del dolor causado, le permitió liberarse un poco de la carga laboral y dedicarse más a enriquecer su carrera en la música.
Virtualidad
“Marzo iba a ser un mes espectacular, hasta que a partir del 15 empiezan a cancelar todo”, afirma Ramírez. “Se me cayeron las serenatas, las clases, Deluchi, las obleas, todo”. Las medidas tomadas de cara a la pandemia la obligaron a reformar su trabajo, las obligaciones no se habían cancelado.
Aunque inicialmente fue difícil, las clases virtuales se convirtieron en su único sustento. Afirma que durante el primer mes muchos de sus anteriores alumnos no continuaron, sin embargo, el trabajo que realizó con los que seguían recibiendo clases, sirvió para darse a conocer.

Fue así como durante los meses siguientes empezaron a llegar estudiantes de distintos países, dando clases a jóvenes de Francia, Estados Unidos, España, Perú y Chile, entre otros, hasta llegar a dar clases de canto a 18 estudiantes.
Hoy en día, luego de seis meses de cuarentena y a raíz de la reactivación de distintos sectores de la economía, María José afirma que se siente tranquila, pues a pesar de los repentinos cambios, su trabajo le ha generado solvencia económica y ha dejado en ella experiencias enriquecedoras. Motivada por su pasión innata, continúa dando su mayor esfuerzo por cumplir su sueño de dedicarse a la música como intérprete.