
Martes 27 de junio. Día del Periodista en Venezuela. Angélica Lugo, periodista caraqueña, que cubre las protestas en su país desde hace 88 días, dice que “no hay nada que celebrar”. Toma aliento y continúa. “Tenemos que estar más unidos que nunca. Protestaremos en contra de la censura y de los mensajes negativos contra la prensa. Aquí seguimos. La sociedad está desinformada. Mucha gente de sectores populares no tiene internet y no sabe qué es lo que ocurre. Estamos buscando la manera de que esto se conozca”.
Al otro lado de la línea se escucha acelerada. “Llámame a la hora que quieras. Esto por aquí no para. Tengo que estar atenta”, explica mientras cuenta que se sube a un ascensor. Cuatro días antes hablamos también por teléfono y contó que sus días se van en tener que levantarse antes de las 9 de la mañana para lograr bañarse y utilizar el agua, ya que después de esa hora cortan el servicio. A las 6 de la tarde Caracas vuelve a tener agua, pero solo hasta las 10 de la noche. A esa hora vuelve el racionamiento.
También cuenta que tiene tres trabajos. Es video reportera para un portal español llamado Hispano Post (www.hispanopost. com), escribe crónicas para la página web Armando Info (www. armando.info) y hace programas en emisoras universitarias. Explica que por la censura cientos de periodistas y medios de comunicación han emigrado a las redes sociales como Twitter e Instagram, sin embargo, reconoce que existen desventajas, especialmente para el venezolano de sectores populares que no cuenta con acceso a internet y tampoco tiene celulares de tecnología sofisticada. Por eso me pide que busque en Twitter la cuenta @elbusTV. “Son un grupo de jóvenes que se montan a los buses de sectores populares y leen las noticias. Esto nace a raíz de la compra de medios, de la censura. Muchos le han apostado por el periodismo web”.

Las jornadas son extensas. Se corre por toda la ciudad. Se busca circular por donde no existan barricadas, llantas quemadas o manifestantes enmascarados. No es fácil. Es en esos lugares está el material de su trabajo. Como reportera sabe que no puede salir sin chaleco antibalas, casco y máscara antigás. Cuenta que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa ha impartido capacitaciones a periodistas, fotógrafos y camarógrafos para que se enfrenten a todo lo que ocurre en el terreno. “Debemos estar en grupo, no dispersarnos. Cuando alguien necesite una máscara o un chaleco, debemos socorrerlo. Se ha evidenciado que hay funcionarios de la Policía y de la Guardia Nacional que disparan a quemarropa a los periodistas. También han robado equipos, destrozan las cámaras fotográficas. A veces ocurre que te quitas la máscara, estás tranquilo en un lugar y de repente empieza la restricción. No te da chance de amarrar la máscara”, explica la exreportera del diario El Nacional de Caracas, uno de los medios tradicionales del vecino país, cuya redacción se vio afectada por la falta de divisas aprobadas por el gobierno de Hugo Chávez Frías para comprar e importar el papel periódico. De eso ya hace más de cuatro años.
“Fue mi escuela y decidí dejarla. A veces tenía una gran historia para contar y tenía que dejar muchos datos por fuera por la falta de espacio en el impreso. Me decían que publicara en la web, pero la plataforma no era la ideal. Así llegué y luego pasé a www.runrun.es, otro medio, pero por la crisis económica no es rentable estar en una empresa. Entonces empecé a trabajar como freelance”.
Al narrar los hechos de violencia ocurridos durante 88 días de marchas, Lugo lo hace recordando quién murió o quienes quedaron heridos ese día. Jóvenes en su mayoría. En su crónica “Detrás de las máscaras de la resistencia”, publicada en www.armando.info, los llama “escuderos” o “guerreros”. Sigue sus historias a diario y en especial las relacionadas con sobrevivientes. Asegura que algunos alcanzan a llegar con vida a los hospitales públicos o clínicas privadas, pero las medicinas escasean. “No hay medicamentos ni para los enfermos de cáncer, menos para los heridos. Al país no están entrando los antibióticos ni broncodilatadores. Es una crisis humanitaria en todos los sentidos. Están lanzando gases cóndor vencidos (según investigaciones de la Universidad Central de Venezuela), de los que fueron comprados a Brasil, que son de 2015”, relata la reportera.
Vale recordar que el 19 de junio, la prensa internacional informó que, por solicitud de Jorge Millán, diputado de la oposición venezolana, el Ministerio de Defensa brasilero detuvo la exportación de 80 mil bombas lacrimógenas de la marca Cóndor Tecnologías No Letales. Sin embargo, quedan muchas en poder de las autoridades, ya que entre los años 2000 y 2008 se compraron casi 150 toneladas de estos artefactos antimotines que, como informó el Instituto Nacional de Estadística (INE) a los medios de ese país, la inversión llegó a los 2,1 millones de dólares.
Como venezolana dice que a veces tiene que despegarse de su rol de periodista para tratar de entender por qué un venezolano (con rango militar) le dispara a un compatriota (joven con máscara) sin pensar que le puede quitar la vida. “Como me dijo una fuente de 56 años, que quedó con medio rostro paralizado luego de ser impactada con una bomba lacrimógena: “No está disparando para dispersar, sino para para matar y mutilar”. Es lo que estamos viendo”.
Las fotos que Lugo comparte en sus redes sociales son la evidencia de su reflexión. La muerte de David Vallenilla, un enfermero de 22 años, fue registrada para el mundo por un reportero gráfico de la agencia AP. Ocurrió durante una protesta que pretendía llegar hasta el Ministerio Público, en señal de respaldo a la fiscal general Luisa Ortega Díaz, en las afueras de la Base Militar La Carlota. Detrás de una reja, el funcionario de la Fuerza Aérea Venezolana disparó en varias oportunidades a Vallenilla. El joven cayó sin aliento sobre el asfalto de la autopista Francisco Fajardo. La multitud lo recogió. En la secuencia de imágenes el reportero logró captar el rostro pálido del joven. Solo resaltaban sus ojos verdes, sus labios secos y pálidos. El dictamen médico reveló que la ráfaga de perdigones le reventó el corazón.
Lugo relata que la oposición los señala como terroristas. Incluso, se especula que son pagados por la oposición al régimen y que los utilizan como carne de cañón. Nadie tiene cómo comprobarlo. La periodista describe que provienen de sectores populares como Petare, Caricuao y La Vega en los que reinan las bandas armadas o colectivos. “En Colombia serían el equivalente a las bacrim o paramilitares, guardando las proporciones”, dice Lugo.
Retoma el tema de los jóvenes: “Ellos salen de sus sectores de pobreza y se desplazan a zonas de clase media como Altamira (donde falleció Vallenilla), para controlarlas en medio la anarquía y la violencia. Han cometido saqueos, han quemado vehículos. No son un movimiento homogéneo. Cuando marchan gritan que tienen hambre y piden comida”.
Insiste en la crisis que atraviesa la salud en su país. “Uno va a un centro de atención primaria en Caracas y en un día pueden atender a 300 personas afectadas. Les disparan ‘metras’, tuercas, perdigones. Esa emergencia está llegando a las clínicas privadas donde la atención también es precaria”, asegura Lugo.
Tanto en las manifestaciones de la resistencia como en las del régimen, el periodista puede ser atacado. Angélica Lugo cuenta que muchos de sus compañeros han sido retenidos y que, debido a la presión de la prensa vía redes sociales,
especialmente, las autoridades deben dejarlos en libertad. Esta suerte no la tienen los ciudadanos. Pese a que algunos
no participan en las manifestaciones, aun así, son detenidos y encarcelados.
“Hay demasiada ira. Con algunos colegas hemos hablado con siquiatras que dicen que todo lo que está pasando es una manifestación de la ira, y con la amenaza de que se aplicará la Asamblea Nacional Constituyente, las personas
están más desesperadas aún”, reflexiona la reportera.

Lo que ocurre en la región
Carlos Iván Suárez es reportero de TV Venezuela, canal de Estados Unidos. Su labor como reportero la vive a diario en Barquisimeto, en el estado Lara. A diferencia de sus colegas, Suárez debe enfrentar la censura de ambos bandos por trabajar para un medio internacional. Por un lado, el oficialismo o grupos radicales, que le impiden hacer reportería porque “no quieren que el mundo conozca las arbitrariedades que se comenten. “Por más de que expliquemos que es importante dar a conocer la situación, cuando llegamos a los puntos de las marchas no nos dejan pasar. También quedamos en la mitad de las disputas del oficialismo. Los enfrentamientos se dan entre los miembros o Héroes de la Resistencia y la Guardia Nacional o los grupos colectivos”, comenta el periodista.
Lidiar con los marchantes no es fácil. Suárez cuenta que el logo de su medio de comunicación lo confunden con la imagen de la cadena pública Venezolana de Televisión y esto le representa insultos y malos tratos. Lo cierto es que en la región “los medios están silenciados, hay canales regionales donde no permiten palabras como resistencia o revolución. Funcionarios de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conaltel) los visitan y los sancionan. Deben pagar multas altísimas. En mi caso, considero que tengo un poco más de facilidad para hacer mi trabajo. Las redes sociales ayudan bastante”, dice Suárez.
Como sus colegas, estuvo en un medio impreso, El Impulso de Barquisimeto, donde laboró por cuatro años. De allí pasó a Rctv- Globovisión hasta su cierre y durante un tiempo trabajó para Rctv por cable que por falta de recursos también fue cerrado.
A diferencia de Angélica Lugo, no siempre debe salir con casco, chaleco y máscara antigás. Se le ve tranquilo en las transmisiones. Luce saco y corbata. Dice que prefiere ser prudente y tener calma ante lo que se presente. “Nunca me han agredido o me nos han quitado las cámaras. Sí se conocen casos de agresiones a otros colegas. Los llamados colectivos han agredido a periodistas, aprovechan para robarles los equipos. A unos compañeros les robaron el carro. Los asaltantes se identificaron como funcionarios de inteligencia. Devolvieron el vehículo, pero no los equipos”, cuenta Suárez.
A las 5 de la tarde termina su jornada de trabajo. No tiene tiempo de hacer fila en los supermercados y debe salir y buscar su comida. Dice que tiene que comprar a sobre precio con el poco salario que gana. “Los venezolanos en general no nos alimentamos bien porque no tenemos facilidad de encontrar alimentos. La harina precocida se vende costosa. Lo que podemos conseguir hoy no lo consigamos mañana”.
La represión cada día es más fuerte. Durante los 88 días de marchas, en el estado Lara han fallecido 14 personas, en especial menores de edad y jóvenes universitarios. Uno de ellos fue Brayan David Jiménez Principal, de 14 años, quien fue impactado por arma de fuego. Otra víctima fue Nelson Arévalo, de 22 años. Murió tras recibir un disparo en el cuello. Era miembro de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que a la fecha completa 74 miembros fallecidos en todo el país, según las denuncias de la prensa venezolana.
“El caso de Arévalo es típico. Son jóvenes universitarios que salen de los sectores populares y marchan en otras zonas. Muchos no tienen recursos y terminan malheridos o, incluso, sin vida. Otros aprovechan las manifestaciones para saquear supermercados o almacenes. Se ve de todo”, explica el periodista de TV Venezuela.
Antes de colgar, agradece la comunicación y el interés de la prensa internacional en difundir la situación de Venezuela. Concluye que su país va sin rumbo. “La esperanza está puesta en la Fiscal (Luisa Ortega Díaz) que puede alertar a los organismos internacionales. Si se realiza la constituyente sería una forma de legalizar una dictadura”.
Por Xiomara K. Montañez Monsalve
xmontanez@unab.edu.co
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