Por Sofía Sharif Téllez Sampayo stellez302@unab.edu.co

Un 18 de junio de 1999 nació en Bucaramanga Daniela Díaz Ortiz. Desde que estaba en la barriga de su mamá, ya tenía sangre de futbolista. Omaira Ortiz fue arquera de la Selección Santander hace más de 20 años y gracias a ella fue que inició el amor entre la joven y el balón. “A Daniela siempre la apoyé en todo lo que se proponía y más en esta profesión que escogió, porque sé lo duro y lo difícil que es entrar y ser futbolista”, asegura Ortiz.

Sus primeros pasos en este deporte los dio a los 7 años, en la cancha de su barrio, con el equipo de Club Ferry, el cual era solo para niñas. “Inicié jugando en el barrio y también en el colegio iba a todos los intercolegiados que podían existir”, recuerda la joven deportista, y poco a poco, el fútbol se fue convirtiendo en su estilo de vida.

A los 16 años su profesor del Club Ferry la llevó al Real Santander para que probara, pero no estaba segura de tomar esa decisión, solo las palabras de su entrenador la motivaron a asistir a las convocatorias: “‘Dani, tú no vas a hacer una jugadora de micro y barriada más que solo te aplaudan en el barrio, vas a jugar fútbol y a ser una de las mejores’, me dijo el profe. Y desde ese momento inició este sueño”.

En el 2017 inició su pretemporada con la sub 20 del Real Santander. En esta primera etapa duró dos años con el equipo al que, según dice, le debe su proceso de formación. “Hubo un momento en el que vi las cosas muy difíciles, el técnico y situaciones que pasaban dentro del equipo no me dejaban ver alguna salida como profesional En esos dos años estuvo en duda su futuro”, como ella resalta.

De esa época recuerda las dificultades que debía sortear para entrenar. Una de ellas, debía levantarse a las 4 de la mañana e ir en bicicleta hasta el estadio Álvaro Gómez Hurtado, de Floridablanca, y llegar al entrenamiento a las 7. Como ella recuerda, “cuando entrenaba era bastante duro, madrugaba mucho para poder llegar temprano. Eso no lo veía como un sacrificio sino como una forma de perseverar por cumplir mis sueños”.

No se daba por vencida. “Una de las cosas que la caracterizan es la nobleza, la alegría, la fortaleza, las ganas de salir adelante y la lucha por alcanzar lo que se propone”, menciona Omaira, madre de Daniela.

En 2019 decidió probarse con el Atlético Bucaramanga, año en el que tendría la oportunidad de jugar con el equipo Leopardo. “La verdad es tan difícil jugar al fútbol acá en Colombia, pero logré debutar con el Bucaramanga ese año. Yo me presenté a las convocatorias, también era algo para salir de mi zona de confort y poder superarme a mí misma y logré pasar todos los ciclos”, comenta la jugadora.

Daniela y su mascota. / FOTO SUMINISTRADA

La única que fue incondicional en su proceso fue su mamá, pues muchas personas le decían que “nunca iba a lograr ser profesional, que no estaba bien que las mujeres jugaran fútbol, que era una perdedera de tiempo, que mejor estudiara y dejara eso a un lado”. Sin embargo, así estuviera desmotivada o sin ganas, Daniela asegura que “mi mamá siempre me obligaba a ir a entrenar y con sus consejos me ayudaba a salir de situaciones en las que quería rendirme”.

Lo que más recuerda de su temporada con el Leopardo fue su primer partido. Aquella tarde en el estadio Alfonso López enfrentaron al Cúcuta Deportivo, y ese día, por los nervios y la felicidad, la joven lloró en el calentamiento. Era increíble estar ahí porque lograr cosas que nadie creía, es algo que no puedo explicar”, asegura.

Estar en el mítico Alfonso López y que todos aplaudieran lo que hacía es imborrable. Su madre recuerda que “ese día me sentía la madre más orgullosa de este mundo y más porque conocía todas las dificultades superadas”.

A medida que crecía, su rutina se fue complicando. “Ya cuando cumplí la mayoría de edad fue un poco más difícil porque me tocó trabajar para poder pagar mis gastos. Trabajé en una tapicería y en otras cosas más. Mientras entrenaba, trabajaba y así podía ayudar con las cuentas de la casa y poder pagar las exigencias del fútbol”.

Uno de los trabajos que más la apasiona es entrenar niños y en el sector donde vive, el norte de Bucaramanga, encontró la oportunidad. No fue fácil, “a esta zona traían niños desmovilizados, involucrados en el conflicto armado. Empecé a trabajar con una profesora y entrenarlos. Al principio fue muy duro porque controlarlos era muy difícil, pero, poco a poco, uno puede notar cómo el deporte cambia vidas”.

El león es uno de sus animales preferidos, por eso lo lleva tatuado en la piel. / FOTO SUMINISTRADA

Otra de sus pasiones es dibujar y todo lo que tiene que ver con las artes audiovisuales. Además, le gustan los tatuajes y tiene varios, pero uno de sus favoritos es el león que tiene en el hombro derecho que significa mucha fortaleza: “Esa es una de las cosas que me han caracterizado, pues no me dejé caer nunca. Hubo días en los que sentí que todo lo que estaba haciendo era en vano, pero a pesar de eso me levantaba, me bañaba y me iba a entrenar, por eso este tatuaje”.

Actualmente Daniela juega con el Real Santander, volvió para este semestre de 2021 y tuvo bastante participación en la liga que se realizó este año. Lastimosamente el fútbol femenino en Colombia no es muy apoyado y solo tienen 3 meses de competencia.

Universidad Autónoma de Bucaramanga