Fue en 1884 cuando Claude Véricel, un médico francés y alumno del profesor Louis Pasteur, decidió viajar a Colombia con el objetivo de estudiar un posible brote de brucelosis, una enfermedad que se transmite del ganado al ser humano, y que empezaba a propagarse en todo el país.

Un año después de su llegada fundó en la Universidad Nacional de Colombia la primera escuela oficial de medicina veterinaria, una disciplina que con el paso de los años se ha encargado de resolver cientos de problemas que van desde la salud animal hasta la salud pública.

Han pasado 133 años desde que se oficializó el estudio de esta profesión en el país y durante este tiempo estos profesionales han demostrado que la pasión por los animales es el motor que los impulsa en mejorar la calidad de vida de aquellos que no pueden expresarse por medio de palabras.

Atendiendo urgencias

“A veces los clientes llegan y exigen una atención inmediata, pero cuando hablo con ellos me entero de que el animal estaba enfermo desde hace varias semanas”, cuenta Erick Segura, especialista en el área de la medicina interna de pequeños animales.

Los propietarios siempre buscan que sus mascotas sean atendidas de la mejor manera posible. / FOTO BRIAN ALEXANDER SIERRA

El esfuerzo de estos profesionales se ve recompensado al ver la felicidad que expresan niños, adultos y ancianos cuando su mascota sale de la clínica en buen estado, y es satisfactorio para ellos saber que acaban de salvar la vida de un animal que es importante para una persona.

“En ocasiones somos los salvadores de animales que son valiosos para un núcleo familiar o para una persona que presenta alguna discapacidad, también de aquellos que son fundamentales en los hospitales, orfanatos e incluso en la Policía”, expresa Margarita Mazo Cardona, quien lleva laborando desde el año 2000, es docente de anatomía en la Universidad Tecnológica de Pereira y especialista en sanidad animal.

En ocasiones, los propietarios pierden el control y agreden a sus mascotas con correazos, patadas y hasta machetazos, son algunas de las lesiones que deben atender a diario.

Diana Sanmiguel, quien se dedica a la medicina interna de pequeños animales desde hace seis años, manifiesta con disgustos que “hay algo que definitivamente me perturba, en ocasiones no me deja dormir y hasta me saca lágrimas por la impotencia, estoy hablando del maltrato animal, pues es la forma más cobarde en la que se vulnera la vida de un ser que no tiene forma de defenderse”.

En ocasiones los días se convierten en un completo caos. Estos especialistas no solo lidian con los casos de violencia, también tienen que estar preparados para afrontar situaciones de abandono. Según un informe realizado por la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales, se calcula que aproximadamente 4.500 animales son abandonados al año en el país y esta cifra continúa aumentando. “La gente piensa que porque tenemos un afecto especial por los animales debemos hacernos cargo de ellos y dar nuestro trabajo gratis, asumen que el conocimiento no vale y nos tildan de malos cuando cobramos por nuestros servicios”, contó Margarita Mazo.

Experiencias que dejan huella

Margarita Mazo Cardona realizando una evaluación de leche para saber si se encontraba adulterada. / FOTO BRIAN ALEXANDER SIERRA

“Una vez atendí a un perrito que presentaba una falla multisistémica, su dueño era un hombre de aproximadamente 80 años y esta situación fue muy difícil para mí, pues tenía miedo de que le pasara algo malo a cualquiera de los dos, tristemente el perrito no se pudo salvar y a los tres días murió el señor de pena moral”, recordó Héctor Reyes mientras tomaba una taza de café en la terraza de la Clínica Veterinaria Pequeños Animales y quien demostró que ese momento quedó marcado en su alma como una huella en la arena.

Estas experiencias ayudan a que futuros médicos vean la realidad de su profesión, pues lo que se aprende en la universidad es una pequeña parte de lo que se vive a diario en el campo laboral.

Es por esto que Jonathan Céspedes López, estudiante de la Universidad Tecnológica de Pereira y pasante de la Clínica Veterinaria Pequeños Animales, cuenta con desilusión lo que sucedió el Jueves Santo del 2018, a las 9 de la noche: “Ese día estaba de turno y llegó a la clínica un perro de monte que había sido encontrado por unos policías, el animal estaba tan herido que intentaba mutilarse a mordiscos una de sus patas y creo que nunca olvidaré ese momento”.

No todas las experiencias dejan malos recuerdos. “Hay algo que ha marcado mi vida y es la oportunidad que tengo de interactuar con la gente, pues hace 12 años ayudé a una comunidad de mujeres a crear su propia producción avícola y me enorgullece saber que después de tanto tiempo me siguen recordando, pero lo mejor de todo es que continúan produciendo y creciendo como empresa”, añade el profesional.

Pasión sin límites

“En nuestra mente siempre están los animales, pues un médico responsable a pesar de ir a su casa a descansar estará pensando en la forma de resolver un problema”, manifiesta Diana Sanmiguel. Incluso, su vida personal se ve afectada en algunas ocasiones, ya que deben interrumpir las actividades que están realizando con su familia o amigos para atender casos que requieren una atención inmediata.

Sin duda, las clínicas son testigo del esfuerzo que hacen día a día miles de médicos veterinarios con el objetivo de entregar a sus pacientes felices, sanos y meneando la cola de un lado como muestra de gratitud.

Es así como queda de lado el cansancio, el estrés, las extensas jornadas laborales y los momentos difíciles, demostrando al mundo que más que una profesión es una pasión que se lleva en la sangre, de la que no se arrepienten de haber escogido como su proyecto de vida.

Por Brian Alexander Sierra Aguilar

bsierra530@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga