Por Julián Mauricio Pérez G.
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Cuando nos acercamos al libro, el título nos desconcierta a tal punto que, por un momento, dudamos de la calidad de lo que yace escrito en sus entrañas. Dudamos porque, como lectores, suponemos que ya sabemos qué nos dirá, hacia dónde nos llevará; y esto nos produce el mayor aburrimiento. Sin embargo, cuando nos adentramos en Manual para mujeres de la limpieza la duda se transforma en epifanía literaria y toda epifanía es maravillosa e inolvidable.
Manual para mujeres de la limpieza, escrito por la narradora norteamericana Lucia Berlin (1936-2004), es sencillamente uno de los mejores libros de cuento que recuerdo haber leído. Aunque su título, de entrada, parece desconcertante, lo cierto esque a través de la lectura vamos comprendiendo que su sencillez solo denota la claridad y la precisión de una autora que, poco a poco, entra a formar parte del canon universal.
En los 43 relatos que componen el libro, siempre nos guía una poderosa voz capaz de capturar con luminiscencia las obsesiones y pasiones humanas.
Con estos relatos, imaginamos que estamos en un bar y de pronto ingresa una hermosa y desconocida mujer. En el fondo suena la harmónica de Red River Valley de Michael Martin. Sin conocernos, ella nos mira y se sienta en nuestra mesa. De pronto sonríe, pide un trago y empieza a contarnos sus historias. Al escucharla, no sabemos si son reales o son inventadas, no sabemos si le sucedieron a ella o a alguien más; sin embargo, la escuchamos llenos de interés y de placer, mientras esperamos que no llegue la hora de salir del bar.
Sin duda, los cuentos de Berlin hechizan y fascinan. En ellos, cada palabra es puesta en el lugar preciso, cada acción sucede con la naturalidad necesaria para que el relato trascienda las páginas y se adentre en nosotros, en nuestra vida. Sentimos que por culpa del lenguaje lo que allí sucede nos está pasando, o a alguien que conocemos o hemos conocido. Cuentos como “Buenos y malos”, “Lavandería Ángel”, “A ver esa sonrisa”, “Triste idiota”, “Luto”, “Volver al hogar” o “Inmanejable” se destacan por demostrarnos que la infelicidad es humanamente feliz y que el mejor lugar donde un autor demuestra su pasión por la literatura es en las historias que escribe.
Lucia Berlin decía una y otra vez que la escritura es el lugar al que siempre quería ir, pues es el lugar en el que se siente más honesta.
El último de estos cuentos, “Inmanejable”, inicia con una de las frases más representativas del libro: “En la profunda noche oscura del alma las licoreras y los bares están cerrados”. Los personajes de estas historias son seres que necesitan tener un trago o un cigarrillo en la mano para sentir que están vivos. Entre el alcohol y el tabaco sienten la libertad de ser como son, de expresar lo que verdaderamente quieren.
También encontramos a otros personajes que lavan ropa, asean una casa, toman el bus o charlan con desconocidos en medio de una soledad y apatía social indiscutibles. Son mujeres capaces de acallar su dolor para no incomodar a los otros, en tanto fingen una dulce sonrisa.
Este libro se convertirá en un clásico y su creadora en una autora de culto. Berlin es una escritora que fue descubierta hace poco.
solo después de más de veinte años de ser publicadas por primera vez, sus obras están alcanzando un lugar de privilegio entre las letras universales. Manual para mujeres de la limpieza es un conjunto de realidades humanas que fueron trasformadas en literatura y que merecen ser parte de nuestras mejores epifanías. Berlin es una autora que como Eurídice está saliendo del inframundo y por tanto del olvido. Esperemos que la historia siga las condiciones de Perséfone y nunca gire su cuerpo para mirar hacia atrás.