El informe “Hechos y cifras, empoderamiento económico”, publicado en 2018 por la entidad de Organización de las Naciones Unidas destinada a fomentar el empoderamiento de la mujer y la igualdad de género (ONU Mujeres), señala que las mujeres ganan un 23 % menos que los hombres. Las mujeres enfrentan la penalidad salarial por maternidad, que aumenta a medida que crece el número de hijos que tiene una mujer”, dice el documento.

Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en Colombia las mujeres invierten el 32 % del tiempo a labores de trabajo no remunerado (el que se realiza mayoritariamente en la esfera privada), mientras que los hombres tan solo el 9,6 %.

En Colombia, la Ley 82 del 3 de noviembre de 1993 establece la condición de mujer cabeza de familia, y les confiere protección especial, mediante “el fortalecimiento de sus derechos económicos, sociales y culturales… el acceso a servicios de bienestar, de vivienda, de acceso a la educación básica, media y superior incrementando su cobertura, calidad y pertinencia; de acceso a la ciencia y la tecnología, a líneas especiales de crédito y a trabajos dignos y estables”.

En este escenario es importante entender el esquema cultural construido desde el patriarcado, que rige todas las facetas de la sociedad, expone la socióloga y profesora de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (Unab) Paloma Bahamón Serrano. “Somos Pandora, una mujer hábil, hermosa e inteligente. Pandora abrió una caja que hizo que todas las desgracias se difundieran por el mundo. Este es un mito que ha fortalecido la creencia y los actos a través de los cuales se ha establecido que el género femenino tiene la culpa de todo lo malo”, afirma.

“Estas madres cabeza de familia pasan por diferentes emociones. Empiezan sintiendo que no lograron formar un hogar, hasta sentir que son las más valientes, con capacidad de proteger y brindar estabilidad a sus hijos”, expone la sicóloga Mireya Camargo Luque.

Sola, con la responsabilidad de sacar adelante a una hija

Esperanza Carreño Orduz nació el 10 de julio de 1967, en San Vicente de Chucurí. Estudió auxiliar de enfermería en el Instituto de Estudios para la Salud (IES), de Bucaramanga, y en junio de 1996 empezó a trabajar en el hospital San Juan de Dios, de su pueblo natal. A los cuatro años de trabajar allí, conoció al padre de su hija. “Lo que yo no sabía era que a las dos semanas de estar juntos quedaría embarazada, y aunque le dio su apellido, me dejó sola en esa etapa de mi vida”, comenta.

Según la sicóloga Camargo Luque, del hospital El Carmen, de San Vicente de Chucurí, un hijo de madre cabeza de hogar siempre verá como ideal una familia conformada por papá y mamá. “Las repercusiones que pueden tener en cuanto a sus emociones son de inseguridad, rebeldía y baja autoestima”.

«Soy orgullosa de la madre que soy y la mujer que he criado con mi sudor. Ella es mi triunfo y motivación de lo que resta de vida», agrega Esperanza Carreño. / FOTO LUCÍA GARCÍA SÁNCHEZ

Luego de la liquidación del hospital en que trabajaba (el 14 de noviembre de 2009), Orduz Carreño se quedó sin trabajo, y decidió dedicarse a hacer desayunos y almuerzos. Hoy en día, ha sacado uno que otro préstamo en entidades financieras para adquirir materia prima y bienes para la venta. “Las ganancias van hacia un fondo que está destinado para pagar la universidad de Laura”, manifiesta. Actualmente su hija estudia derecho en la Universidad Santo Tomás.

Madre a temprana edad

Para Angie Xilena Villareal, lo primordial y que prima en su vida es brindarle a su hijo, Samuel, la tranquilidad y felicidad que se merece. / FOTO SUMINISTRADA

Angie Xilena Villareal Uribe, una comunicadora social egresada de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (Unab), dice que para ella no fue fácil ubicarse laboralmente, ya que quedó embarazada a los 19 años. Tuvo a su hijo, Samuel Estupiñán Villareal, el 27 de abril de 2011. Hace dos años se separó de su pareja y padre del niño, por lo que asumió por completo el rol de cabeza de hogar, aunque no ha dejado de contar con el apoyo de su excompañero sentimental. “No es sencillo ser mamá, trabajadora y estudiante de maestría, y menos ser madre de una persona discapacitada”, expresa mientras explica que su hijo padece epilepsia y autismo.

“Enfrentar la maternidad no es fácil. A los hombres la sociedad nunca los juzgará si se van de la casa o si no responden con las obligaciones que tienen”, manifiesta. Su mamá le ha servido como referente, porque también fue madre cabeza de hogar.

Para Villareal Uribe las cosas han sido complejas, debido a la condición de discapacidad de su hijo. Con una tutela logró que le asignaran el acompañamiento terapéutico Sombra –asistente educativo que trabaja directamente con un único niño con necesidades especiales durante sus años de preescolar y primaria– que para ella ha sido vital.

“Aun así, con esa persona que le hace acompañamiento a Samuel, es difícil estabilizarse laboralmente. Mi hijo un día está bien, pero otro puede que no, eso hace parte de lo que es él, y de su proceso. Entonces, encontrar un trabajo en el que entiendan eso es difícil”, comenta.

«Samu ha sido mi luz en el camino. Estar con él llena mis días y me motiva a seguir luchando de su mano» agrega Angie Villareal, observando a su hijo. / FOTO SUMINISTRADA

Una lucha por ganar espacios

El movimiento feminista en América Latina encuentra tres puntos clave en los que centra la lucha por los derechos de las mujeres. La politóloga colombiana Melina Sánchez Rincón explica que estos son: la lucha por la libertad sexual, los derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos, “y eso traducido en su máxima expresión, que es el derecho al aborto legal, seguro y gratuito”; la lucha contra el machismo y las prácticas sociales, culturales y políticas que relegan a las mujeres; y la reivindicación de gobiernos que vayan a favor de los intereses de todas poblaciones que han sido históricamente vulneradas.

Otro punto que considera fundamental es el del reconocimiento de las labores domésticas. “Las mujeres nos hemos dedicado al hogar porque la sociedad lo ha dicho, no porque tengamos condiciones especiales para criar, cuidar y atender a otro”. Añade que estas prácticas someten a las mujeres a mantener hogares y mantener vínculos de violencia que ellas no pueden romper cuando no cuentan con autonomía económica. Y puntualiza en que el más importante es el derecho a su libertad sexual y tener la autonomía de ser madres o no, y con quien serlo.

Por Lucía García Sánchez

Lgarcia73@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga