Manifiesto de “buenas” prácticas

A un mes y tres días de las elecciones regionales, durante tres horas, y por primera vez casi todos juntos, doce candidatos a la Alcaldía de Bucaramanga midieron pulsos en un debate.

Alejandra Gámez / mgamez@unab.edu.co

Sentados como en el colegio, por orden de lista, punteaba Beltrán, Jaime, por la izquierda y terminaba la fila con Velásquez, Jose, por la derecha. Pensé que por fin se cumpliría el milagrito de verlos a todos reunidos, pero a Arias, Emiro, le dio culillo y se bajó de la candidatura hace tres semanas y Oviedo, Fabián, esta vez, tiene falla por inasistencia. O seguro fue que prefirió el debate de Canal Caracol, a ese sí no cachó.

Las reglas del juego eran sencillas. Solo minuto y medio para responder y treinta segundos de réplica si los nombraban directamente. Tres franjas centradas en tres temas que escuchamos hasta el cansancio: movilidad, seguridad y trabajo. Y un auditorio obligado a guardar silencio y omitir aplausos para no interrumpir el orden del debate, aunque como son siempre los hinchas políticos pagos, no hicieron mucho caso. 

Al frente del foro estaban, por el lado de los medios: Vanguardia, Blu Radio y El Espectador. Y, por el lado de las entidades, Bucaramanga Metropolitana Cómo Vamos, la Universidad Autónoma de Bucaramanga, entre otras. Estas últimas llevaron una sorpresita para los candidatos porque, además de invitarlos a conocer sus propuestas y a que se sacaran uno que otro trapito al sol, tenían preparado la firma del documento: Manifiesto de Buenas Prácticas. Tan perrateada está la política en Colombia que tenemos casi que rogarles para que sean mínimamente decentes ¡hágame el hijueputa favor!

Pero lo que habla son sus hechos, no sus firmas, porque no sabemos exactamente cuáles fueron los seis puntos que firmaron. Pero todo bien, tranquilxs. Aquí les contamos las seis “buenas” prácticas con las que están realmente comprometidos los candidatos a la Alcaldía.

1.No ir a los debates

El que no vino que alce la mano, Oviedo se puso de pie y alzó hasta el codo. 

2. Evadir las preguntas por las que puedan ser funados o no responder la plena (porque les pueden quitar votos) 

Jose Velásquez lo entendió a la perfección. Así le contestó a Robinson Duarte, representante de la Plataforma LGBTIQ(+) Santander, cuando le preguntó: ¿cómo la implementación de una educación inclusiva basada en la diversidad de género previene la discriminación y acoso de lxs niñxs y jóvenxs diversos en Bucaramanga? Al llegar su turno y sin pensarlo dos veces dijo, firme y contundente: “no respondo”. Cerró la tarde con broche de oro. 

Y Jaime Calderón tenía treinta segundos para dar una respuesta concreta, pero se fue por las ramas y quedó corto de tiempo, concluyó en que “tengo que liderar una nueva metodología en los centros educativos y hacer un diseño universal de aprendizaje que incluya todos los temas de inclusión y resolución de conflictos”. Pocas veces escuché tantas palabras juntas que no dicen nada.

3. Solo gobernar para los que son como yo 

Jorge Figueroa y Álvaro Torres están cauchos en esta práctica. El primero dijo de frente y sin sonrojarse que en su administración no caben todxs. Todavía no supera que en Bucaramanga exista literatura juvenil sobre diversidad sexual en una biblioteca pública. Contexto. En agosto de este año, Figueroa Clausen expresó en Twitter (x) su preocupación e instó a no llevar a niñxs a estos lugares en donde rondaba el rayo homosexualidor. Por eso, no desaprovechó el debate para traer esta polémica a relucir. Esta vez dijo una bestialidad nivel dios: que estos libros “nada aportan a la sociedad y la comunidad».

En cuanto a Torres, prefirió irse por los laditos y matizar su homofobia como mejor sabe hacer. Decir que “respeta” a la comunidad LGBTIQ+ mientras sigan escondidos, sin que nadie los vea. O en sus palabras “al igual, igual y al desigual, desigual”. Con todo respeto, subtitulo al candidato: valoro a la comunidad LGBTIQ+ siempre y cuando no existan.

4. Dar mucho discurso, pero nada de ejemplo

Terminó la primera tanda de preguntas. Sobró tiempo. Entonces, los candidatos tuvieron derecho a una réplica de treinta segundos. Carlos Parra le cuestionó a Beltrán su propuesta de “cobro por descongestión”, dijo: “que un carro pague para poder avanzar es un modelo que ha sido muy criticado en el resto del país”. 

Cuando llegó el turno de Jaime para defenderse, quiso dejar claro lo productivo. Según él, fue su paso por el Concejo, con 73 debates de control político, de los cuales trece fueron de Metrolínea. Pero se ató una soga al cuello cuando concluyó: “no se trata de hablar demasiado, son las acciones y los hechos las que hablan por uno”. Esto, dio paso a que Luis Roberto Ordóñez diera el tiro de gracia al usar sus treinta segundos para recordarle: “Jaime yo paso todos los días por su sede y, de pronto no usted, pero las personas que están trabajando con usted parquean de lado a lado en la vía. Entonces nosotros mismos tenemos que dar ejemplo si queremos mejorar la movilidad de esta ciudad”. Y remató con una estocada que acompañó su sonrisa de satisfacción, le dijo: “es una recomendación”. 

5. Entre más pullas, más aplausos (aunque no estén permitidos)

Un debate político sin pullas es como comer una empanada sin ají, no tiene sabor. No habían pasado ni diez minuticos cuando cogieron a Beltrán como saco de boxeo. En la primera ronda la dinámica era escoger un número del 1 – 32 y responder la pregunta que saliera. Jorge Figueroa eligió el 28 y respondió sobre la formalización del trabajo. En su retahíla, dijo que cuando fue secretario de Desarrollo Social (2016) propuso crear la Escuela de Artes y Oficios en el Norte. Pero le picó la lengua y recalcó: “quien más se opuso a esa idea fue el concejal Jaime Andrés Beltrán, vaya uno a ver eso”. Con esta respuesta, todos los presentes fuimos testigos de un milagro, Figueroa Clausen pudo decir dos frases sin mencionar a su papá.

Empezó suave. Y cuando ironizó el “Plan Muelas” de Jaime Beltrán, llegó el perreo. Sin titubear y directo a la yugular, Jorge Figueroa tiró: “me da miedo ese nombre del plan muelas. Espero que no sea por el diseño de sonrisa del coronel Aguilar, ni el de Richard, ¿no?”. Los aplausos y las risas confirmaron que Jorge Figueroa Clausen ganó ese round.

Pasada la hora, el turno fue para Carlos Sotomonte, quien, como saltamontes, se colgó en el parche de tirarle a Beltrán. Después de escoger el número cuatro y decir que su plan para combatir la inseguridad es “tipificarla de forma integral”, vio la oportunidad y la tomó, dijo: “todo no es cámaras, botones de pánico, ni planes candado”. Luego, cuestionó las alianzas del puntero en las encuestas: “si quien gobierna la ciudad depende de políticos cuestionados y de los negociantes que se han robado lo público, pues el resultado va a ser el mismo”. Muy tranquilo con sus respaldos debe estar el antiguo consejero para la defensa del Páramo de Santurbán y asesor de despacho de Juan Carlos Cárdenas para soltar esas afirmaciones. 

6. A palabras necias, oídos sordos

Ese martes, horas antes del debate, el gobernador Mauricio Aguilar, en entrevista con Caracol Radio, invitó a los candidatos a pasar al polígrafo y así ratificar cómo buscan a su papá, Hugo Aguilar, para que apoye sus campañas. Dijo: “hay que decirle al doctor Jaime Andrés Beltrán, que no puede desconocer que ha tenido relación y comunicación con mi padre”. 

Y salpicó a más de uno. Con Horacio Serpa y Fabián Oviedo tampoco se quedó callado. Recordó que tiran la piedra y esconden la mano, añadió: “preguntémosle al doctor Horacio José Serpa si no ha tenido comunicación con mi hermano y se ha encontrado con él (…) preguntémosle al doctor Fabián Oviedo si no ha tenido comunicación con mi hermano Richard Aguilar”. Ni escribiéndole el libreto o poniéndonos de acuerdo, Mauricio Aguilar pudiese haber dicho algo en un momento tan perfecto.

Jaime Beltrán fue el único que dio papaya. Horas más tarde, en el foro, lo pusieron contra el paredón. En la segunda sección, los candidatos alzaron una paleta para contestar 26 preguntas. Si mostraban el lado rojo, la respuesta era no. Si mostraban el verde, era un sí.

Un minuto después y sin pensarlo, todos alzaron la paleta por la cara roja cuando María Eugenia, moderadora de esta sección, preguntó: “¿aceptaría el apoyo del Clan Aguilar?”. Jaime Beltrán aprovechó el momento para hacer del pastorcito mentiroso porque, según él, si los Aguilar lo estuvieran apoyando no lo atacarían, por eso recalcó “tengo que ser honesto, no tengo el apoyo de los Aguilar y en esto tengo que ser claro”. 

Bonus: Pagarles a las comitivas para que hagan show y a la gente se le olvide cualquier cagada del candidato. Hay que decir aquí que a mayor cantidad de lukas, la plaza de mercado de los hinchas es más gritona.

Universidad Autónoma de Bucaramanga