Por: Priscila Sáenz Figueroa/psaenz730@unab.edu.co

Tomar decisiones es crucial para todos en la vida. Hay unas más importantes que otras, pero al final, todas determinan nuestro rumbo. En esta sociedad impositiva, colmada de imaginarios arbitrios, las artes son más una excepción que una opción. Si eres mujer y decides hacer música, te miran raro, si decides pintar, te preguntan: ¿de qué vas a vivir? Y si escribes poesía…peor. Esta es la historia de Marcela Sepúlveda, quien desde que aprendió a caminar sintió el gusto por los versos, pero solo fue hasta 2004 que decidió seguir sus sueños.

Era la primera vez que hablaba personalmente con Marcela y, apenas la escuché, lo supe: la poesía es lo suyo. Cada palabra que salía de su boca era una oleada de historias que buscaban ser contadas a través de sus versos y rimas. Eso sentí cuando afirmó: “Yo nací para leer y escribir. Eso es lo que amo hacer. Es mi pasión gigante… Mi pasión, mi amor y mi vida es la literatura”. Como todas las artes, la literatura también explora la humanidad más recóndita de cada ser, pero como ella misma lo dice: “¿Por qué no hizo las cosas al derecho?”

Desde niña, Marcela escribía para sí misma y como una manera de exteriorizar sus emociones. Cuando tuvo que tomar una decisión sobre su rumbo profesional, sabía que cualquier cosa relacionada con números no era para ella. Así que escogió Medicina, puesto que, en ese momento, en la Universidad Industrial de Santander no había una carrera enfocada a la literatura. Y aunque siempre supo que lo de ella era escribir, menciona: “igual a mí me gusta la Medicina. La parte teórica me encanta. Yo estudio siempre. No he parado mi formación, pero uno siempre tiene algo que le gusta más”.

Para Marcela Sepúlveda las artes no solo deben ser estéticamente llamativas, para ella también deben estar comprometidas con las demandas de cada sociedad en cada tiempo.

Ese gusto de Marcela por la literatura se despertó más cuando, en una conferencia de Piedad Bonnett, conoció las líricas de Blanca Varela. Ahí el mundo de las letras la envolvió sin retorno. Para Marcela, Piedad fue “una orientadora. Alguien que objetivamente te dice por aquí no, por ahí no es la vaina, lee esto, mira esto, y sobre todo ha leído mucho, por eso te recomienda lecturas que te duelen, te enseñan, te mueven y conmueven”. Ahora, en el proceso creativo de escritura de Marcela, cuando lee es con las ganas de aprender algo, de absorber nuevo conocimiento que le dé fuerza a cada una de sus sílabas.  

También hay otros autores que han influenciado su crecimiento. Toma aire y menciona nombres como Philip Larkin, Roberto Bolaño, Louise Glück, Natalie Díaz, María Auxiliadora Álvarez, Anne Carson, Cristina Rivera Garza, Eliana Hernández, Tania Ganitsky y el poeta peruano José Watanabe, de quien entendió que de las cosas feas también se puede escribir bello y así darles un toque especial.

El proceso creativo de los relatos de Marcela inicia a partir de sus propias vivencias y comienza a tomar forma cuando aparecen historias de sus alrededores que captan su atención y la motivan a escribir. De esto surge una mezcla que le da identidad a cada una de sus obras y las hace únicas. Un ejemplo de lo anterior, es el libro Educación sentimental de su autoría, que busca resaltar la importancia de la salud mental a través de una visión feminista, y que comenzó a tomar vida después del boom mediático sobre el caso del feminicidio de Ingrid Escamilla en México a manos de su pareja sentimental. Cuando Marcela vio noticias y fotos del caso se dio a la tarea de hacer un recorrido sobre los maltratos de todo tipo a los que nos vemos expuestas las mujeres y cómo los entiende la sociedad.

Este trabajo poético, la hizo merecedora, el pasado 7 de julio de 2022, del I Premio de Poesía Álvaro Miranda. Marcela no disimula la felicidad y el orgullo por obtener el galardón, pero también reconoce que, en el trabajo de las artes, hay que picar piedra a diario y por eso este paso importante es una motivación que alimenta los versos que seguirá escribiendo, pues, sin creación, para ella, no hay respiración, no hay vida.

Universidad Autónoma de Bucaramanga