Margarita García Robayo es una escritora colombiana que poco a poco se ha ganado un lugar de privilegio dentro de las letras latinoamericanas. Aunque nació en Cartagena, es en Buenos Aires donde ha aprendido y pulido el arte de narrar. Es allí donde las ideas se han convertido en personajes, espacios y hechos, y donde las palabras se han hilado para tejer historias.
A sus 38 años ha publicado tres novelas: Hasta que pase un huracán (2012), Lo que no aprendí (2013) y Tiempo muerto (2017). Las dos primeras salieron a la luz en Argentina; la tercera fue editada por Alfaguara para casi toda Latinoamérica. Algunos de sus críticos la consideran una de las promesas literarias, sus seguidores nos mantenemos fieles y sus lectores aumentan; pero, ¿cuál es el encanto de su pluma?
Al pensar en las tres novelas de la escritora cartagenera se nos viene a la mente un verso de Rainer Maria Rilke: “lo bello no es sino el comienzo de lo terrible”. Este verso, hermoso e inquietante, podríamos considerarlo el núcleo de las historias de la escritora colombiana. Cuando empezamos a leer sus obras nos divierte la vida familiar, nos conmueven las relaciones humanas y nos maravilla el paisaje caribeño, pero con el paso de las páginas todo se vuelve un espejismo. El entorno se transforma en un espacio infranqueable y dominante; la familia es un grupo de sujetos que hieren con precisión, pues conocen el lugar de las viejas heridas; el amor se convierte en engaño y la memoria es un territorio al que es preferible no regresar.
Los narradores escarban en su pasado para comprender el presente, poco placentero y lleno de interrogantes. Al estilo de una Scheherezade, su manera de contarnos el miedo y la alegría, los resentimientos y los placeres, nos mantiene despiertos y nos induce a desear que el relato continúe, sin saber lo que el destino nos depara. La voz que escuchamos emerge entre la turbulencia de sus cavilaciones y la confusión de sus sentimientos.
En las obras de esta cartagenera encontramos a una escritora que juega con gran maestría con las palabras, las ilusiones y los recuerdos. Sabe configurar personajes que nos incitan a reflexionar constantemente sobre la vida misma. Cuando recordamos a la hermosa azafata de Hasta que pase un huracán, admitimos que no todos los sueños se cumplen. Si, en Lo que no aprendí, escuchamos a la pequeña Caty preguntar a su excepcional padre sobre el karma, entendemos que hay dudas que jamás serán aclaradas. En el momento en que Lucía, personaje de Tiempo muerto, acepta que el amor se ha desvanecido reconocemos en ella nuestros miedos, nuestros rencores y nuestras máscaras.
Sin duda, Margarita García Robayo es una escritora con la fuerza y la sensibilidad necesarias para construir un mundo ficcional tan enigmático y desconcertante como cualquier ser humano. Por esto, valoramos que la virtud de su voz narrativa sea la naturalidad con que sus personajes conviven entre la ilusión y la desesperanza; por esto, de su escritura admiramos la habilidad para armar recuerdos solo con palabras.
Por jperez135@unab.edu.co